La esperanza de una valla
En 1492 unos Reyes Católicos soberbios expulsaron del territorio español a toda aquella persona que no fuera conversa al catolicismo y siguiera sus pautas religiosas, como judíos, gitanos o árabes… Ahora, unos cuantos siglos después, en un espacio temporal de nuestra humanidad, aunque no lo parezca, corto, árabes, judíos, tienen su particular discurso y manera de reivindicar un territorio español que en su día les perteneció, antepasados suyos lo justifica. Cualquier persona que sea expulsada, desplazada de un lugar por su religión, ideología, raza, etcétera, tiene el legítimo derecho de luchar por sus intereses de origen, siempre que sea de forma no violenta, es un sentimiento que debe ser respetado.
Una actitud tomada por el gobierno español recientemente de legalizar abiertamente a los sefardíes es un derecho que ellos tienen, también debe de ser un derecho para los magrebíes que quieran vivir en España. No se debe de poner barreras si no queremos tener otro tipo de barreras que lleven al caos, al desorden, a la muerte de personas inocentes. Es inhumano lo que está pasando en la frontera magrebí con Ceuta. El orden en la inmigración es lo que debe de darse porque sino las consecuencias pueden y están siendo denigrantes, nefastas.
Las injusticias muchas veces tienen un precio alto, las voces desde países más lejanos, la huida de sus países, sus gobernantes realizando políticas, leyes muy duras, crueles para ellos, puede ser una rebeldía, una protesta en contra de un mundo tan desigual, tan indiferente al dolor, al sufrimiento, donde deben hacerse políticas reales de solidaridad, políticas humanitarias, donde los gobernantes de los países menos heridos tienen que comprometerse con seriedad con los más débiles.