Pacifismo constructivo
A quien le gusta comparar las amenazas de Putin con las de Hitler en los años 30 del pasado siglo, supongo que le molesta tragar las chocantes barbaridades del Rubio para solucionar la guerra de Ucrania: ustedes los europeos van y la mantienen contra mi admirado amigo Putin, eso sí, comprándome a mí las armas. Es verdad que el miedo que palpamos en los gobernantes que acompañaron a Zelensky, para que este nuevo gran dictador no le avergonzara, es muy semejante al de entonces, cuando otros prefirieron no desafiar a Hitler para que no se enfadara. Es sabido que, en la conferencia de Múnich, Hitler aseguró al primer ministro británico Neville Chamberlain y al francés Édouard Daladier que, tras anexionarse los Sudetes, no tendría más reclamaciones territoriales.
El Rubio insiste en que merece el Premio Nobel de la Paz, señalando su negativa a iniciar nuevos conflictos y destacando su diálogo con Corea del Norte, lo que no impide recordar las palabras de Hitler: "Solo quiero la paz y corregir las injusticias de Versalles". Palabras que quizá podría decir el hijo de Putín “Solo quiero el Dombas y que no volverás” (por la OTAN), pero que ni siquiera dice porque se ve muy cómodo negociando con el Rubio su tenaza petroeconómica para el resto del planeta (¿o será que tiene algún vídeo del Rubio? ¿Le vieron sonreír socarronamente en las fotos de Alaska y salir por la puerta grande?).
Los pacifistas de entre guerras, Bertrand Russell, Albert Einstein, Simone Weil, Aldous Huxley, se vieron en grave conflicto ético cuando vieron que al lobo no le paraban las letras. Weil intentó unirse a la Resistencia y reflexionó profundamente sobre la necesidad de usar la fuerza contra una tiranía opresiva. Einstein ya sabemos qué le propuso a Roosevelt en 1939: hace un par de semanas conmemoramos el 80 aniversario del bombardeo nuclear sobre Hiroshima. Incluso el teólogo luterano pacifista Dietrich Bonhoeffer participó activamente en conspiraciones para asesinar a Hitler. ¿Habrá algún teólogo o rabino tratando hoy de asesinar a Netanyahu, por ejemplo?
La pregunta que a todo pacifista atormenta es esta: ¿Cómo se puede mantener un principio de no violencia frente a un régimen que no tiene ningún principio excepto la mentira, la violencia y la dominación? En cierto sentido estamos en una encrucijada que, como diría mi amigo Ángel, rima con aquella. Pero, como en los juegos de parecidos, aquí hay notables diferencias que se pueden señalar y hay algo más relevante aún, que nosotros sabemos lo que pasó y podemos emplear medios, que entonces no existían, para que no vuelva a pasar.
Bastaría con aplicar los principios éticos y democráticos que hizo de Europa lo que fue después de la II Guerra Mundial. Nuestros gobernantes europeos deberían ayudar a Zelensky (deberían haberlo hecho al principio) a negociar una paz; esa paz que, ahora ya se ve, le va a salir más cara de lo que nadie imaginó; y podrían hacerlo acudiendo en comandita a hablar con Putin, que es quien tiene que dar el sí. Deberían recordar los Juicios de Nuremberg y apoyar como una piña a la Corte Penal Internacional (amenazada ahora por el Departamento de Estado del Rubio que ha anunciado sanciones contra dos de los 18 jueces del tribunal, así como contra dos fiscales, por lo que denomina "transgresiones contra Estados Unidos e Israel"), esa Corte que ya ha condenado el genocidio de Gaza y que con apoyo europeo podría afear mundialmente la conducta insoportable de la derecha israelí y detener la masacre.
Y desde luego, los demócratas europeos, hijos de la paz, nietos de los que soñaron con la paz duradera presidida por el diálogo, deberían exigir de una vez por todas el necesario debate para acabar con el Veto en la ONU. Y esto, no solo pueden hacerlo Francia e Inglaterra, creo que es el momento de que China aproveche la ocasión para desmarcarse de la etiqueta de próximo-archienemigo-mundial y nos brinde la ocasión de afear su conducta infantil a los matones. No estamos en 1938. En un mundo globalizado la mentira fluye, el miedo cunde y prende el autoritarismo, el nacionalismo y el rearme. Sabemos cómo acabó aquello. Pero también, y esto tardaremos en darnos cuenta, en un mundo conectado, la verdad se demora, pero llega, la coherencia de la ley manifiesta el valor de la honradez, y el esfuerzo dialogado, sostenido y apoyado hasta conseguir acuerdos y justicia sin el uso de las armas, es decir, el pacifismo constructivo, hará posible que desactivemos la angustia de una pistola amartillada en el cielo del paladar.