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Miguel

Cinco años se cumplen, se van a cumplir este fin de semana, del impensable e inesperado adiós definitivo de Miguel, de Miguel, preciso, pronunciado pasando el acento fonético de la última sílaba a la primera –Míguel, vamos, que se me perdone la aberración ortográfica de esa colocación de tilde en aras de la claridad comunicativa– que es como quienes le conocíamos personalmente le nombrábamos dando también de lado tanto a su compuesto antropónimo de Miguel Ángel como a su apellido, Moset. Porque sin olvidar desde luego esa su condición de espléndido pintor –cómo obviarla si formaba parte tan intrínseca de su forma de vivir, sentir y ser desde esa su concepción del hacer plástico como senda y lenguaje de conocimiento pero también como modo de vida y su total entrega a su ejercicio– ni cómo por ello ese su óbito vino a dejar a la contemporaneidad plástica española en general y castellanomanchega y conquense en particular sin uno de sus principales referentes, quien hoy, al  cabo de un lustro ya de ese su fallecimiento, me viene a la memoria y al corazón es sobre todo el Miguel siempre cordial, afectuoso y cercano, el Miguel camarada más que esposo de su pareja y ejemplar padre de familia, el Miguel camarada entrañable permanentemente dispuesto al gesto amigo, el Miguel espléndido conversador siempre presto al toma y daca de la charla y por supuesto a emprender o participar en cualquier aventura creativa, social o simplemente humana con la que ayudar a alguien o que pudiera redundar en beneficio o mejora de esa Cuenca que tanto tantas veces le dolía al contrastar su mejorable realidad con las posibilidades que siempre pensó que tenía. El Miguel afable, honesto, sensible, comprensivo, indulgente no sólo con los cercanos sino con los contrarios, ese Miguel extraordinario ser humano cuya falta tanto sentimos cada día quienes le conocimos y tuvimos la suerte de tratarle y aún más, cual fuera mi caso, de disfrutar del regalo impagable de su amistad. Desde la permanentemente viva hermosa memoria que de él nos late y mientras sigamos vivos nos seguirá latiendo en las entretelas del existir, quede aquí públicamente expreso hoy, de nuevo, mi emocionado recuerdo del, a contra calendario, siempre en todo momento próximo y cercano amigo.