El tablajero vuelve al Casco Antiguo
Cuando en un pueblo de la España vaciada, léase por ejemplo la provincia de Cuenca, se abre de nuevo un horno de pan, un bar, una farmacia, una tienda de ultramarinos/minimercado o una peluquería, y no se cierra un cajero, la noticia se recibe con repique de campanas, aunque en las torres de las iglesias anidan más las cigüeñas o sobrevuelen las palomas, mientras el cura atiende tres o cuatro pueblos. Los pocos medios escritos y los más numerosos digitales, se hacen eco, lógicamente, como cuando llega una familia al pueblo, en ese proyecto de “Arraigo” que está dando los primeros buenos resultados, o el de “Invierte en Cuenca” de CEOE-CEPYME.
Algo parecido ha sucedido en el Casco Antiguo de Cuenca, donde abundan bares y restaurantes, pero se cuentan con los dedos de una mano, y no llegan a cinco, los establecimientos de servicio (antiguos ultramarinos), carnicería o la pescadería de antaño que nunca volvió. En la Cuenca Alta –y curiosamente en el primer tramo de la calle Alfonso VIII, antigua Correduría--, sólo quedan dos tiendecitas de barrio; Solla a cargo de Esther, y el Minimercado de Tomás, y una carnicería que cerró sus puertas hace poco más de un mes por jubilación del nieto José Eugenio, del primer carnicero que se instaló en 1933, de la familia Caracena, incluyendo la novedosa presencia en este tramo de calle de fachadas multicolores de la pastelería vegana de Andrea (“My Cat's Cake”) y sin olvidarnos de “el quiosko multicosas” de la peculiar Maribel enfrente del lateral de la Catedral.
Hubo otras tiendas que fueron cerrando con el paso inexorable del tiempo y la llegada de los “super”: Ultramarinos Antonio en San Pedro; Gabriel y Miguel también en Alfonso VIII, una carnicería en Andrés de Cabrera y Casa Manolo en el chaflán de la calle del Peso. Y poco más de un año que cerró por jubilación, la tienda de Mariaje Solla de vinos, quesos y embutidos en la esquina de Alfonso VIII/Zapaterías.
Con datos de la Guía de Cuenca de 1958, en el Casco Antiguo había siete tiendas de comestibles: Cecilio Albenda Page (Alfonso VIII, 18); Genaro Arteaga Morilla (Alfonso VIII, 57); César Caracena López (Alfonso VIII, 4); Rufino Cantero Muñoz (San Vicente, 2); Felisa Fuero Colmena (Alonso de Ojeda, 1); Daniel García Encinas (Alonso de Ojeda, 30), además de otras dos en la Puerta de Valencia (Ángel Jiménez Aniño) y Tintes, 19, de Ernesto Marín Mateo, que lucía triciclo y babero gris.
Hasta seis bollerías se contabilizaban en el Casco en la Guía de 1948, con Gregorio Muñoz y Joaquín Oliveros en Alfonso VIII 37 y 49, respectivamente; Consuelo Ruiz en Matadero Viejo, Benito Rojo en Santo Domingo, Gregorio Martínez en Plaza del Salvador y Felipe Velasco en San Juan, 1. Y cómo no, hasta finales de los 80, el horno de pan de Morante, entre la Plaza y Obispo Valero.
Después de poco más de un mes cerrada, la “Carnecería” (así reza el rótulo verde oscuro desde 1933) de “los” Caracena ha vuelto a abrir sus puertas el lunes 10 de noviembre, para alivio de los vecinos y ocasión para los turistas, prestos para llevarse morteruelo, zarajos, queso, chorizos y hasta huevos de Rujamar o los “tremendos huevos” de Cañete. El tablajero ha vuelto al Casco Antiguo, a la calle de Alfonso VIII, local que abrió Eugenio Caracena en los años de la República. Al bisabuelo Eugenio le suplió con su mandil rallado verdinegro su hijo Asterio; cuando le llegó la jubilación se puso al mando de la “carnecería” su hijo José Eugenio y cuando éste se hizo acreedor de cobrar la merecida pensión, tras años en el expositor carnicero, ha sido su hijo Rubén el que ha cogido los cuchillos que bien maneja sobre la tabla, para seguir la estela carnicera familiar que cumple ya 92 años, e incluso ha colocado la fotografía del quinteto familiar en la pared, con su bisabuelo, abuelo, padre, la suya y la de su hijo, para dar fe del árbol genealógico tablajero. Pasado, presente y futuro.
¿Por qué decimos tablajero? Pues porque así se conocía y se conoce, a los carniceros y profesionales que utilizan las tablas para cortar las carnes, embutidos, quesos, etc. No es casual el nombre de calle de las Tablas en Cuenca, que convive con el nombre que le sustituyó en 1901, del ilustre magistral de la Catedral de Córdoba, Manuel González Francés, nacido en la antigua iglesia de San Miguel, de la que su padre era sacristán. El nombre de Tablas venía porque en aquellos años de los siglos XVIII y XX había varias carnicerías en la zona, como panaderías e incluso imprenta. En la Guía de 1948 se citan estos carniceros en la zona: José Rubio García en Retiro, 22; Anastasio Montoya Domínguez en González Francés, 8; Juan de la Torre Morato, Santo Domingo, 4; Félix Montoya Domínguez, Cardenal Payá, 11 y Félix García Encinas, Alonso de Ojeda, 12.
En la citada Guía de 1958, nada menos que 36 carnicerías había en aquella Cuenca de blanco y negro que terminaba entre la Ventilla y el Paseo de San Fernando y por Reyes Católicos hasta la plaza de toros, pues aún no se había construido el Poblado “Obispo Laplana” (Las Quinientas/Katanga). De las 36 carnicerías, 31 tenían puesto (con nombres y apellidos) en el Mercado Municipal y en los aledaños, amén de las de Asterio Caracena López y Pedro Ruiz Vega, en la calle Alfonso VIII.
La saga familiar de los Caracena mantiene vivo el rescoldo carnicero, no sólo para asar chuletas, sino para atender a los vecinos del Casco Antiguo, donde precisamente aprendió a conocer el oficio el ya consumado joven carnicero Rubén, tablajero con experiencia de matarife y atento expendedor de carnes, embutidos y quesos. El tablajero ha vuelto al Casco y eso es noticia. Que cunda el arraigo…