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El Estado son los padres (y debería dejar ed serlo)

Lo reconozco. El título del artículo cumple un único objetivo: provocar. Y sí, ya sé que está feo pero, también te digo, las redes sociales están llenas de provocaciones que no se quedan simplemente en el titular, sino que desarrollan la provocación a base de mentiras, exageraciones y propaganda anti-política distribuida en reels e impactos capaces de viralizarse con una rapidez que, a veces, asusta.

Por suerte, el Estado es algo más que nuestros padres y a lo largo de estas décadas ha conseguido proveernos de una serie de servicios y derechos con los que nuestros abuelos y abuelas jamás soñaron. España es uno de los países con la esperanza de vida más alta del mundo y, recientemente, la provincia de Cuenca ha sido declarada como uno de los territorios con mayor calidad de vida del país (y el mayor de Castilla-La Mancha).

Sin embargo, nuestro Estado del Bienestar, a pesar de haber avanzado mucho también tiene mucho que corregir en lo que respecta a las oportunidades de los jóvenes. El sociólogo Gosta Eping-Andersen califica a España como un Estado del Bienestar Mediterráneo, caracterizado por la importancia de la renta de tu familia en la distribución de los recursos y en las oportunidades que puedas tener. Esto se manifiesta de forma evidente en el acceso a la vivienda, que ya se ha convertido en la principal fuente de desigualdad en nuestro país (según Intermon Oxfam).

Algo así parece contarnos la periodista Analía Plaza en su libro “La Vida Cañón” en el que retrata el problema que, a su juicio, tiene la izquierda actual; incapaz de reconocer que igual que existen diferencias entre ricos y pobres (esto no es nuevo) también existe, desde hace mucho tiempo, una importante brecha generacional. Hay una generación que pudo acceder a una vivienda en propiedad y otra que, después de haber invertido los mejores años de su vida en una formación que se les presentaba como el motor del ascensor social, parece haberse quedado encerrada dentro de él. Probablemente compartiendo espacio con Emilio, el portero de la famosa serie “Aquí no hay quien viva” que sufre a lo largo de sus capítulos diversas situaciones de precariedad que hoy no son caricatura, sino retrato social.

Diversos discursos políticos, autores, instituciones y actores han señalado, con acierto, que el problema de la vivienda es material, y que condiciona otros muchos derechos. Estabilidad, seguridad, familia o calidad de vida son términos indisociables de un techo en el que cimentarlos. La vivienda se ha convertido en el principal problema del país (según el CIS) pero, en mi opinión, no es únicamente un drama social, sino también una disfunción de la propia democracia.

Porque todas y todos tenemos claro que es el Gobierno estatal quien determina las subidas del Salario Mínimo Interprofesional (y, por tanto, sabemos a quién dirigir nuestras reivindicaciones en uno u otro sentido) pero no está tan claro quién es el principal responsable de que hoy sea una utopía marcharse de casa antes de los 30. (datos de Eurostat). Y es que, sin rendición de cuentas, no hay democracia.

El gobierno estatal tiene la capacidad de producir normas, sí, pero las responsables de gestionar las políticas públicas de vivienda (con sus planes regionales) son las comunidades autónomas y, quienes disponen de la mayor parte del suelo, son habitualmente las administraciones locales. Hay Ayuntamientos que llevan décadas sin promover la construcción de una sola vivienda pública o de protección oficial mientras que hay otros, como el de Tragacete en la serranía de Cuenca, que han articulado la construcción de vivienda pública como una seña de identidad y de lucha contra la despoblación.

Hoy, en nuestra conversación pública el debate de la vivienda está monopolizado por la cuestión competencial. Es decir, se discute más de quién es el responsable del problema que de sus posibles soluciones. Es evidente que las administraciones están dirigiendo más recursos que antes a esta cuestión, como la reciente ayuda al bono alquiler joven del Gobierno de Castilla-La Mancha, pero también es evidente que falta mucho por hacer.

El próximo 17 de diciembre, en el Centro Joven de Cuenca, a las 17:00, un grupo de jóvenes hemos organizado una asamblea abierta para escuchar a quien quiera aportar su opinión sobre un asunto clave para nuestro futuro como país. Si te animas a participar, te esperamos allí, vengas de donde vengas y tengas la edad que tengas. A falta de vivienda para jóvenes (pública, a ser posible) intentaremos construir un poquito de democracia.