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Regeneración democrática

Ya estamos acostumbrados a que, periódicamente, el Gobierno nos trate de sorprender con el título de un nuevo programa que nos atraiga y nos tenga pendientes del plasma de Rajoy, como si de una misteriosa serie de televisión se tratara. Ahora, de vuelta de las vacaciones, toca uno que denomina “Regeneración democrática”, utilizando un eufemismo molón que trata de encubrir su verdadera naturaleza de guión televisivo cuya finalidad es la de tener a los espectadores en un ¡ay, qué pasará en el próximo capítulo!


Digo lo que digo, porque si el propósito del ejecutivo no fuera el apuntado, lo suyo no sería hablar de regeneración democrática, sino de regeneración política, ya que si por regeneración se entiende el restablecimiento o mejora de algo que ha degenerado, no sé, si al aludir a dicho vocablo, un número determinado de personas pensarían en la democracia, pero si estoy seguro de que una amplia mayoría lo relacionarían de inmediato con la política.


Y siendo así ¿por qué no utilizan el término correcto?, se preguntarán ustedes con toda la razón. Elemental, queridos lectores, porque democracia somos todos y políticos (en ejercicio del poder, me refiero) sólo ellos, y siendo malo la proliferación de casos de cargos públicos que están saliendo (perdón, he querido escribir “sacando”, porque salir voluntariamente no sale ni el Tato) del armario de la corrupción en sus más variadas facetas, lo peor es el contagio a otros agentes que operan en la sociedad bajo distintas siglas en una, hasta ahora, absoluta creencia de inmunidad bacteriológica.


Como todo guión que se preste, la “Regeneración democrática” tendrá una introducción, un nudo y un desenlace, es decir, en principio se presentarán una batería de propuestas que suene tan bien que sea difícil negarse a la totalidad e, incluso, a alguna de ellas. Después vendrá el tira y afloja, el tú más, el yo no juego y el no es posible si no sucede tal o cual cosa, incluidas las metafísicas por supuesto, para terminar haciendo lo que el guionista (Gobierno) tenga ideado desde antes de ponerse a escribir el texto, porque para eso está legitimado por (las urnas) el productor de turno que pone los euros.