
De la feria y fiestas de San Julián se pueden contar una y mil historias sucedidas a lo largo del tiempo. En esta ocasión festiva el repaso del tiempo pasado nos lleva a recordar a personajes que, en su momento, fueron protagonistas en aquellos años en los que el país vivía sus primeros meses de democracia y parecía que el ambiente festivo era más propicio para romper barreras y censuras o para tener más de cerca a protagonistas que conocíamos a través de la televisión. Las notas de estas intrahistorias feriales nos llevan desde la popular “Manolita Chen” a “Curro Jiménez”, además del domador Ángel Cristo, el torero oriundo conquense, Niño de la Capea, y el inolvidable “Pepe el de la Playa” con su “kermesse”.
MANOLITA CHEN Y EL PICAZO
¿Quién no ha oído hablar del Teatro Chino de Manolita Chen? Parece que el altavoz de la feria, con el anuncio de “Manolita Chen” aún resuena en nuestros oídos juveniles junto al de la tómbola de los Cachichis o el Circo Kron. Manuela Fernández Pérez “Manolita Chen”, nació en el Puente de Vallecas en abril de 1927, una zona en la que emigraron muchos conquenses. Manolita era la tercera hija del agricultor de El Picazo, Pedro Fernández, que se empleó en una fábrica de gaseosas.
Durante la guerra civil la niña Manolita vivió en la localidad conquense con sus abuelos y ya con doce años volvió a Vallecas, según cuentan sus biógrafos, para iniciarse en el mundo del espectáculo, a través del circo Price, tras pasar por el Conservatorio. Manolita conoció al chino Chen-Tse-Ping con el que se casó en 1943, lo que obligó a que el chino pasase a llamarse Jesús, en esa época, aunque luego sería Manolita quien adoptase el Chen para su trabajo artístico, iniciando su actividad en el Teatro Chino en 1950.
La presencia del Teatro Chino en Cuenca, en aquella década de los setenta, era una de las atracciones de la feria de San Julián, sobre todo para los mayores. En la explanada de Sánchez Vera, que conocemos como Parque de los Moralejos, las atracciones ponían música y color. A los chavales nos gustaba subir a los caballitos y hacernos la foto en un caballo de cartón, junto a un decorado. Y entre sonidos y músicas, el altavoz resonante de “Manolita Chen”, el teatro ambulante, casi escondido en lugar apartado. En las taquillas sólo se veían filas de hombres con boinas y gorras para pasar desapercibidos. Dos policías de la Armada en las puertas. “¡Niños, por aquí no se pasa!”. Lo decía muy bien José Luis Lucas Aledón en su segundo pregón ferial en 2015:
“El tren de la bruja corre entres espantos y escobazos. En el laberinto de espejos, los desorientados piden auxilio para poder volver a la entrada, el azogue refleja los cuerpos distorsionados y burlones. Gira loca la noria gigante, chocan los coches con alevosía y griterío, y ya hay gente delante de las taquillas del Teatro Chino de la Manolita Chen, que deja caer palabras picarescas y dichos con doble sentido, incitantes y excitantes burlando censuras. La insinuante semidesnudez de atractivas vedettes, de piernas largas y ebúrneas, encandilan a los paletos en este vodevil ambulante”.
En 1984, uno de los últimos años del Teatro Chino en Cuenca, escribía Ángel Luis Mota en Gaceta Conquense: “Entre telones de colores chillones, chistes verdes, canciones picantes, pasodobles y fandangos, el teatro chino desgrana un año más su programa ante un público fiel al que se le da exactamente lo que quiere. Unos veinte años de presencia continuada son la mejor prueba de esa fidelidad”.
El gerente del Teatro dice que con la crisis económica (siempre presente) y el destape, el Teatro Chino ha perdido el gancho de la picaresca y para atraer al público lleva a figuras del cante, y ese año de 1984 la atracción es Rafael Farina, el ídolo de El Fary, quien le cuenta a Ángel Luis Mota que a Cuenca ha venido muchas veces y que cada vez que lo hace se aprovisiona de botellas de resoli, unas para regalo y otras para uso propio, “pues es muy bueno para aclararse la voz”, decía Farina.
Rafael Farina, por cierto, había actuado en la feria de Cuenca de 1975, el 27 de agosto en la plaza de toros, con el espectáculo “Desafío de coplas”, junto a Antonio Molina y Perlita de Huelva, “las tres máximas figuras del momento”, con los guitarristas Araceli Vargas, Luis Franco y Antonio de la Vega.
SANCHO GRACIA “CURRO JIMÉNEZ” EN LA LINOTIPIA
Sancho Gracia, que en realidad se llamaba Félix Ángel Sancho Gracia, aunque la mayoría de la gente le conocía como “Curro Jiménez”, --protagonista de la serie de televisión que hizo furor en los años setenta--, visitó Cuenca en varias ocasiones por motivos de trabajo, lo que aprovechó para conocerla y disfrutarla. Sancho Gracia había rodado en la Serranía algunos capítulos de la serie “Los camioneros”, pero esta vez estaba en Cuenca anunciado como “Espectáculo de Curro Jiménez”, incluido en la cartelera de la empresa taurina.
Recuerdo mi entrevista con este personaje el 19 de agosto de 1978, pues ese día se celebró un espectáculo nocturno en la plaza de toros, con motivo del inicio de las fiestas de San Julián, en el que actuaban “Curro Jiménez”, “El Algarrobo” y “El Estudiante”, es decir, Sancho Gracia, Álvaro de Luna y José Sancho, además de otro personaje apodado “El Gitano”. Se trataba de un espectáculo con caballos, carrozas, tiros y el rejoneo de un novillo, además de otras actuaciones propias de la serie de “Curro Jiménez”, que estaba en todo su apogeo y se aprovechó para hacer unas galas de verano.
Tanto Sancho Gracia, como Álvaro de Luna, se acercaron hasta las instalaciones del periódico, inauguradas un año y medio antes en la calle Astrana Marín, en el edificio que hasta hace unos meses ha servido de Comisaría, con el fin de conseguir la oportuna publicidad y repartir algunas entradas para los lectores, como se suele hacer con los espectáculos.
“Curro Jiménez” y “El Algarrobo” visitaron las instalaciones de “Diario de Cuenca”, pues la presencia de los actores era noticia para el diario. El ferial estaba al lado, en la Explanada de Sánchez Vera, y por allí andaba Ángel Cristo con su circo de tigres y leones. Desde los ventanales de entrada, Sancho Gracia y Álvaro de Luna vieron los talleres y quisieron conocerlos, pues el periódico se editaba en tipografía. Les llamó mucho la atención las linotipias, la rotoplana y las máquinas planas que aún existían, así como una “Minerva” y las cajas con los cajetines de letras de plomo de todos los tipos y tamaños.
Sancho Gracia se sentó en una linotipia y con nuestra ayuda pudo escribir su nombre y llevárselo como recuerdo en una línea de plomo caliente salida del crisol. Aquello le entusiasmó y Álvaro de Luna pidió otra línea de plomo, pero con el nombre de “El Algarrobo”. Les dije que si cogíamos el ascensor para subir a la Redacción y dijeron que “allí mismo”, junto a las linotipias, que no dejaban de mirar y tocar las líneas de plomo y las matrices de las letras, mientras José Luis Pinós hacía las fotos.
Hicimos la entrevista que se publicó en el periódico al día siguiente y Sancho me decía mirando al enorme magnetófono, con un cigarrillo entre los dedos: “Yo le tengo mucho cariño a Cuenca porque aquí rodé dos capítulos de “Los camioneros”, al lado de Tragacete y en el Río Cuervo, y conozco mucho esa zona. Me gusta y pienso que Cuenca tiene muchas cosas no totalmente aprovechadas, como por ejemplo la Ciudad Encantada, que es un escenario natural sensacional”.
Nos dijo que la actuación en el coso taurino sería muy al estilo “Curro Jiménez” y que la venta de entradas iba bien porque “la acogida del público ha sido buena; parece ser que les caemos simpáticos y tanto a los niños como a la gente de edad media les gusta y van a vernos y se divierten mucho con el espectáculo. Además creo que vamos a tener la suerte de inaugurar la iluminación de la plaza de toros, lo cual es un atractivo para los conquenses”.
Efectivamente el público respondió a la cita en la plaza de toros y como bien decía el actor, esa noche se inauguró la iluminación del coso taurino. A mediodía, Sancho Gracia, junto a Álvaro de Luna, paseó por la Plaza Mayor, abordado por no pocos vecinos y visitantes. El actor volvería a Cuenca para rodar uno de los capítulos de la serie de TVE “La máscara negra”, que tuvo como escenario el atrio de las Angustias y toda la zona de la Hoz del Júcar, junto a otros actores como Paul Naschy, Ramiro Oliveros o Gabriel Llopart.
ANGEL CRISTO Y SU TIGRE “CONQUENSE”
Coincidía que en aquella Feria también andaba por Cuenca Ángel Cristo con su Circo y sus fieras, pero con la circunstancia de que el Circo Ruso fue instalado en los terrenos del patio del entonces Colegio “Alonso de Ojeda”, que daba a la pared del edificio del periódico, y el ferial estaba al lado, junto al naciente parque de los Moralejos. El domador se presentó en el hall del periódico para hacer publicidad del circo, acompañado de un tigre de pocos meses que llevaba atado, con el consiguiente revuelo...
Decía que el animal no hacía nada, pero nadie se acercaba. Pude observar la autoridad y dominio que ejercía Ángel Cristo sobre la fiera, a la que le decía frases ininteligibles, que él decía que era en griego. Durante algunos años el conocido domador vino a la feria, y ya entonces se hablaba de que tenía relación con la provincia de Cuenca, pues en un periódico nacional se decía que había nacido en Vara de Rey en lugar de Huelva.
Se trataba de una información que publicaba el periodista de San Clemente, José Cebrián Delgado, que hizo una impagable labor en pro de la villa sanclementina como corresponsal a nivel provincial y nacional en la que relataba que Bárbara Rey y Ángel Cristo habían celebrado el cumpleaños de su hija Sofía en Cuenca, aprovechando que el Circo había estaba instalado durante tres días.
En ella recogía Cebrián que además del cumpleaños de la hija se celebró también el “bautizo” de un precioso ejemplar de tigre, de dos meses, que lleva el nombre de “Conquense”, pues el cronista de San Clemente resaltaba que “el conocido domador se siente hijo de la tierra porque él nació en la pequeña población de Vara de Rey”, e incluso hizo un comunicado de apoyo a los conquenses para que la autovía de Madrid-Valencia pasase lo más próxima a Cuenca.
Según se reseñaba, en el último día de actuación Ángel Cristo sufrió algunos trastornos, por el calor reinante, y aunque ya estaba separado de Bárbara Rey pudo asistir a la comida en el emblemático Mesón de las Casas Colgadas, junto a sus hijos y familiares, pero que tras la comida tuvo que guardar cama de nuevo para reponerse y seguir su gira. Incluso apuntaba Cebrián que la fiesta se alargó durante unas horas, regresando Bárbara Rey con sus hijos a Madrid a las cinco de la madrugada. Ángel Cristo se quedó en Cuenca, solo, aunque con su tigrecito “Conquense”, esperando carretera… y lona circense.
LA TÍA DE “EL NIÑO DE LA CAPEA”
El torero y ganadero Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”, es uno de los famosos oriundos de Cuenca, pues su madre era natural de Zarzuela. El diestro salmantino fue líder del escalafón entre las temporadas 1973 a la de 1981, hasta su retirada. Curiosamente adoptó en primer lugar el apellido de su madre conquense para anunciarse en los carteles como Pedro Moya “El Niño de la Capea”. Se presentó en Cuenca en la feria de 1973 y desde entonces fue el torero que más veces había actuado en el coso conquense, solo superado años después por Enrique Ponce y El Juli.
Cuando Pedro Moya venía a Cuenca, y lo hizo en quince ocasiones, solía bajar al Paseo de San Antonio, junto a su primo Antonio “Colás”, para visitar a su tía, hermana de su madre; allí alternaban con la familia y los vecinos, entre ellos el fotógrafo y peluquero Bernardino Saiz, más conocido por “Bersa”. Veinte años pasaron entre 1973 y 1993, que fue la última tarde El Niño de la Capea en su querida Cuenca, ciudad que conoció en 1967 cuando se iniciaba de novillero y se presentó durante las fiestas para conocer la plaza de toros y todo ese trajín de una tarde de toros por San Julián.
En su despedida de Cuenca, en 1994, lidió toros de su propia ganadería, que debutaba en nuestra plaza, a nombre de sus hijos. Pude hablar con Pedro Moya en el patio de caballos, aquella tarde de San Julián, y El Capea me decía que “para mí es una satisfacción saber que soy el torero que más veces ha venido a Cuenca, porque no en vano es la tierra de mi madre y la mía propia, además de que aquí tengo bastante familia. Debutar en esta plaza como ganadero era para mí algo especial, pues Cuenca me trae muchos recuerdos y pensé con la familia que era un buen sitio para lidiar mis primeros toros, que están a nombre de mis hijos, Verónica y Pedro Gutiérrez Lorenzo”. El Niño de la Capea le cortó aquella tarde una oreja a uno de sus toros, que brindó nada menos que al empresario de la plaza de México, la más grande del mundo.
El Niño de la Capea, vestido de nazareno y oro, posó para la prensa con su hijo Pedrito, que entonces tenía trece años y estaba allí como ganadero, acompañado en todo momento por el mayoral. En el sorteo matinal, Pedrito comentaba: “He venido yo a estar presente en el sorteo con el mayoral porque mi padre, como tiene que torear, está descansando y debe dormir”. Pedrito Gutiérrez, que sería matador de toros con el nombre de “El Capea”, me decía:
“Mi padre siempre intenta estar bien no sólo en Cuenca, sino en todas las plazas. Lo que pasa es que le satisface mucho venir aquí porque dice que la gente le quiere y se encuentra como en su casa”. ¿Y cuál será el futuro de Pedrito?, le preguntamos entonces, cuando el chaval, con 13 años, había hecho octavo de la EGB: “Aún no sé lo que haré. Hombre, este mundillo es muy bonito, aunque es muy duro y sacrificado”. Pues bien, Pedro Gutiérrez “El Capea” tomó la alternativa en Málaga en el año 2004, de manos de Javier Conde y El Juli como testigo.
El mayor éxito de El Niño de la Capea en Cuenca, tras dar dos besos a su tía al llegar a la plaza, fue en 1976, cortando tres orejas y entre sus catorce actuaciones seis se saldaron con puerta grande. Toreó diez años seguidos en la feria de Cuenca desde su presentación en 1973 y en una de las ocasiones coincidió en el hotel de Cuenca con el futbolista conquense Jesús Martínez Abarca, que es de Zarzuela, y que vino a jugar con el Cacereño el partido de ferias frente al Conquense. Me comentaba Abarca que El Niño de la Capea le invitó a los toros, y esa tarde salió a hombros, y “le recordé –decía Jesús-- que su abuelo era el organista y sacristán de Zarzuela, aunque luego la familia emigró a Salamanca y allí nació Pedro”.
LA KERMESSE DE JOSÉ LÓPEZ
En aquellas ferias de la naciente democracia, con el año 1978 como baluarte de la Constitución que iba a unir destinos de libertad en el último mes del año, las fiestas de San Julián iban a protagonizar su primera “kermesse” en el Parque de San Julián, una especie de revival del “agua, azucarillos y aguardiente” al estilo de la Verbena de la Paloma, pero con los compases de la música ye-ye. Su impulsor, José López, que tenía a su cargo la Playa Artificial, solicitó al Ayuntamiento que le diese permiso para montar la “kermesse” en el Parque, pues “ya es hora de que los matrimonios tengan un sitio donde bailar”.
La palabra francesa de la “kermesse” se traduce en fiesta popular en la que se baila, se bebe y se disfruta de la tarde-noche en mesitas con veladores. Pepe me explicaba su idea en “Diario de Cuenca”: “Al ver que Cuenca no había en fiestas un lugar para que los matrimonios bailen y se diviertan, porque yo comprendo que las discotecas son más bien para los jóvenes, pensé que era una buena idea y la expuse al Ayuntamiento y se me aceptó. Ya es hora que los matrimonios tengan un sitio para bailar.
Pepe preparó dos grandes orquestas y cerca de medio millar de sillas y cien mesas, además de colocar una barra. Incluso tenía pensado instalar una churrería ambulante. No parece que en las siguientes ferias se organizase alguna “kermesse” especial porque los bailes seguían teniendo como escenario el Parque o Vivero de Santa Ana. Lo que sí quería dejar claro en la Prensa era lo siguiente:
“Creo que se cometió un error al adelantar la Feria al mes de agosto. Con ello se le quita a Cuenca casi un mes de animación, porque siendo en septiembre como antes, agosto seguiría su curso veraniego y tras las fiestas de San Julián venían enseguida las de San Mateo y no rompían la cadena”.
Intrahistorias de la Feria y fiestas de San Julián que seguirá girando con su rumbo alegre y divertido, eso sí, con otros personajes, como el pregonero-2024, Faemino, nunca “cansado” de su buen humor…

La presencia del Teatro Chino en Cuenca, en aquella década de los setenta, era una de las atracciones de la feria de San Julián, sobre todo para los mayores. En la explanada de Sánchez Vera, que conocemos como Parque de los Moralejos, las atracciones ponían música y color. A los chavales nos gustaba subir a los caballitos y hacernos la foto en un caballo de cartón, junto a un decorado. Y entre sonidos y músicas, el altavoz resonante de “Manolita Chen”, el teatro ambulante, casi escondido en lugar apartado. En las taquillas sólo se veían filas de hombres con boinas y gorras para pasar desapercibidos. Dos policías de la Armada en las puertas. “¡Niños, por aquí no se pasa!”. Lo decía muy bien José Luis Lucas Aledón en su segundo pregón ferial en 2015:
“El tren de la bruja corre entres espantos y escobazos. En el laberinto de espejos, los desorientados piden auxilio para poder volver a la entrada, el azogue refleja los cuerpos distorsionados y burlones. Gira loca la noria gigante, chocan los coches con alevosía y griterío, y ya hay gente delante de las taquillas del Teatro Chino de la Manolita Chen, que deja caer palabras picarescas y dichos con doble sentido, incitantes y excitantes burlando censuras. La insinuante semidesnudez de atractivas vedettes, de piernas largas y ebúrneas, encandilan a los paletos en este vodevil ambulante”.
En 1984, uno de los últimos años del Teatro Chino en Cuenca, escribía Ángel Luis Mota en Gaceta Conquense: “Entre telones de colores chillones, chistes verdes, canciones picantes, pasodobles y fandangos, el teatro chino desgrana un año más su programa ante un público fiel al que se le da exactamente lo que quiere. Unos veinte años de presencia continuada son la mejor prueba de esa fidelidad”.
El gerente del Teatro dice que con la crisis económica (siempre presente) y el destape, el Teatro Chino ha perdido el gancho de la picaresca y para atraer al público lleva a figuras del cante, y ese año de 1984 la atracción es Rafael Farina, el ídolo de El Fary, quien le cuenta a Ángel Luis Mota que a Cuenca ha venido muchas veces y que cada vez que lo hace se aprovisiona de botellas de resoli, unas para regalo y otras para uso propio, “pues es muy bueno para aclararse la voz”, decía Farina.
Rafael Farina, por cierto, había actuado en la feria de Cuenca de 1975, el 27 de agosto en la plaza de toros, con el espectáculo “Desafío de coplas”, junto a Antonio Molina y Perlita de Huelva, “las tres máximas figuras del momento”, con los guitarristas Araceli Vargas, Luis Franco y Antonio de la Vega.
SANCHO GRACIA “CURRO JIMÉNEZ” EN LA LINOTIPIA
Sancho Gracia, que en realidad se llamaba Félix Ángel Sancho Gracia, aunque la mayoría de la gente le conocía como “Curro Jiménez”, --protagonista de la serie de televisión que hizo furor en los años setenta--, visitó Cuenca en varias ocasiones por motivos de trabajo, lo que aprovechó para conocerla y disfrutarla. Sancho Gracia había rodado en la Serranía algunos capítulos de la serie “Los camioneros”, pero esta vez estaba en Cuenca anunciado como “Espectáculo de Curro Jiménez”, incluido en la cartelera de la empresa taurina.
Recuerdo mi entrevista con este personaje el 19 de agosto de 1978, pues ese día se celebró un espectáculo nocturno en la plaza de toros, con motivo del inicio de las fiestas de San Julián, en el que actuaban “Curro Jiménez”, “El Algarrobo” y “El Estudiante”, es decir, Sancho Gracia, Álvaro de Luna y José Sancho, además de otro personaje apodado “El Gitano”. Se trataba de un espectáculo con caballos, carrozas, tiros y el rejoneo de un novillo, además de otras actuaciones propias de la serie de “Curro Jiménez”, que estaba en todo su apogeo y se aprovechó para hacer unas galas de verano.

Tanto Sancho Gracia, como Álvaro de Luna, se acercaron hasta las instalaciones del periódico, inauguradas un año y medio antes en la calle Astrana Marín, en el edificio que hasta hace unos meses ha servido de Comisaría, con el fin de conseguir la oportuna publicidad y repartir algunas entradas para los lectores, como se suele hacer con los espectáculos.
“Curro Jiménez” y “El Algarrobo” visitaron las instalaciones de “Diario de Cuenca”, pues la presencia de los actores era noticia para el diario. El ferial estaba al lado, en la Explanada de Sánchez Vera, y por allí andaba Ángel Cristo con su circo de tigres y leones. Desde los ventanales de entrada, Sancho Gracia y Álvaro de Luna vieron los talleres y quisieron conocerlos, pues el periódico se editaba en tipografía. Les llamó mucho la atención las linotipias, la rotoplana y las máquinas planas que aún existían, así como una “Minerva” y las cajas con los cajetines de letras de plomo de todos los tipos y tamaños.
Sancho Gracia se sentó en una linotipia y con nuestra ayuda pudo escribir su nombre y llevárselo como recuerdo en una línea de plomo caliente salida del crisol. Aquello le entusiasmó y Álvaro de Luna pidió otra línea de plomo, pero con el nombre de “El Algarrobo”. Les dije que si cogíamos el ascensor para subir a la Redacción y dijeron que “allí mismo”, junto a las linotipias, que no dejaban de mirar y tocar las líneas de plomo y las matrices de las letras, mientras José Luis Pinós hacía las fotos.
Hicimos la entrevista que se publicó en el periódico al día siguiente y Sancho me decía mirando al enorme magnetófono, con un cigarrillo entre los dedos: “Yo le tengo mucho cariño a Cuenca porque aquí rodé dos capítulos de “Los camioneros”, al lado de Tragacete y en el Río Cuervo, y conozco mucho esa zona. Me gusta y pienso que Cuenca tiene muchas cosas no totalmente aprovechadas, como por ejemplo la Ciudad Encantada, que es un escenario natural sensacional”.
Nos dijo que la actuación en el coso taurino sería muy al estilo “Curro Jiménez” y que la venta de entradas iba bien porque “la acogida del público ha sido buena; parece ser que les caemos simpáticos y tanto a los niños como a la gente de edad media les gusta y van a vernos y se divierten mucho con el espectáculo. Además creo que vamos a tener la suerte de inaugurar la iluminación de la plaza de toros, lo cual es un atractivo para los conquenses”.
Efectivamente el público respondió a la cita en la plaza de toros y como bien decía el actor, esa noche se inauguró la iluminación del coso taurino. A mediodía, Sancho Gracia, junto a Álvaro de Luna, paseó por la Plaza Mayor, abordado por no pocos vecinos y visitantes. El actor volvería a Cuenca para rodar uno de los capítulos de la serie de TVE “La máscara negra”, que tuvo como escenario el atrio de las Angustias y toda la zona de la Hoz del Júcar, junto a otros actores como Paul Naschy, Ramiro Oliveros o Gabriel Llopart.
ANGEL CRISTO Y SU TIGRE “CONQUENSE”
Coincidía que en aquella Feria también andaba por Cuenca Ángel Cristo con su Circo y sus fieras, pero con la circunstancia de que el Circo Ruso fue instalado en los terrenos del patio del entonces Colegio “Alonso de Ojeda”, que daba a la pared del edificio del periódico, y el ferial estaba al lado, junto al naciente parque de los Moralejos. El domador se presentó en el hall del periódico para hacer publicidad del circo, acompañado de un tigre de pocos meses que llevaba atado, con el consiguiente revuelo...

Decía que el animal no hacía nada, pero nadie se acercaba. Pude observar la autoridad y dominio que ejercía Ángel Cristo sobre la fiera, a la que le decía frases ininteligibles, que él decía que era en griego. Durante algunos años el conocido domador vino a la feria, y ya entonces se hablaba de que tenía relación con la provincia de Cuenca, pues en un periódico nacional se decía que había nacido en Vara de Rey en lugar de Huelva.
Se trataba de una información que publicaba el periodista de San Clemente, José Cebrián Delgado, que hizo una impagable labor en pro de la villa sanclementina como corresponsal a nivel provincial y nacional en la que relataba que Bárbara Rey y Ángel Cristo habían celebrado el cumpleaños de su hija Sofía en Cuenca, aprovechando que el Circo había estaba instalado durante tres días.
En ella recogía Cebrián que además del cumpleaños de la hija se celebró también el “bautizo” de un precioso ejemplar de tigre, de dos meses, que lleva el nombre de “Conquense”, pues el cronista de San Clemente resaltaba que “el conocido domador se siente hijo de la tierra porque él nació en la pequeña población de Vara de Rey”, e incluso hizo un comunicado de apoyo a los conquenses para que la autovía de Madrid-Valencia pasase lo más próxima a Cuenca.
Según se reseñaba, en el último día de actuación Ángel Cristo sufrió algunos trastornos, por el calor reinante, y aunque ya estaba separado de Bárbara Rey pudo asistir a la comida en el emblemático Mesón de las Casas Colgadas, junto a sus hijos y familiares, pero que tras la comida tuvo que guardar cama de nuevo para reponerse y seguir su gira. Incluso apuntaba Cebrián que la fiesta se alargó durante unas horas, regresando Bárbara Rey con sus hijos a Madrid a las cinco de la madrugada. Ángel Cristo se quedó en Cuenca, solo, aunque con su tigrecito “Conquense”, esperando carretera… y lona circense.
LA TÍA DE “EL NIÑO DE LA CAPEA”
El torero y ganadero Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”, es uno de los famosos oriundos de Cuenca, pues su madre era natural de Zarzuela. El diestro salmantino fue líder del escalafón entre las temporadas 1973 a la de 1981, hasta su retirada. Curiosamente adoptó en primer lugar el apellido de su madre conquense para anunciarse en los carteles como Pedro Moya “El Niño de la Capea”. Se presentó en Cuenca en la feria de 1973 y desde entonces fue el torero que más veces había actuado en el coso conquense, solo superado años después por Enrique Ponce y El Juli.

Cuando Pedro Moya venía a Cuenca, y lo hizo en quince ocasiones, solía bajar al Paseo de San Antonio, junto a su primo Antonio “Colás”, para visitar a su tía, hermana de su madre; allí alternaban con la familia y los vecinos, entre ellos el fotógrafo y peluquero Bernardino Saiz, más conocido por “Bersa”. Veinte años pasaron entre 1973 y 1993, que fue la última tarde El Niño de la Capea en su querida Cuenca, ciudad que conoció en 1967 cuando se iniciaba de novillero y se presentó durante las fiestas para conocer la plaza de toros y todo ese trajín de una tarde de toros por San Julián.
En su despedida de Cuenca, en 1994, lidió toros de su propia ganadería, que debutaba en nuestra plaza, a nombre de sus hijos. Pude hablar con Pedro Moya en el patio de caballos, aquella tarde de San Julián, y El Capea me decía que “para mí es una satisfacción saber que soy el torero que más veces ha venido a Cuenca, porque no en vano es la tierra de mi madre y la mía propia, además de que aquí tengo bastante familia. Debutar en esta plaza como ganadero era para mí algo especial, pues Cuenca me trae muchos recuerdos y pensé con la familia que era un buen sitio para lidiar mis primeros toros, que están a nombre de mis hijos, Verónica y Pedro Gutiérrez Lorenzo”. El Niño de la Capea le cortó aquella tarde una oreja a uno de sus toros, que brindó nada menos que al empresario de la plaza de México, la más grande del mundo.
El Niño de la Capea, vestido de nazareno y oro, posó para la prensa con su hijo Pedrito, que entonces tenía trece años y estaba allí como ganadero, acompañado en todo momento por el mayoral. En el sorteo matinal, Pedrito comentaba: “He venido yo a estar presente en el sorteo con el mayoral porque mi padre, como tiene que torear, está descansando y debe dormir”. Pedrito Gutiérrez, que sería matador de toros con el nombre de “El Capea”, me decía:
“Mi padre siempre intenta estar bien no sólo en Cuenca, sino en todas las plazas. Lo que pasa es que le satisface mucho venir aquí porque dice que la gente le quiere y se encuentra como en su casa”. ¿Y cuál será el futuro de Pedrito?, le preguntamos entonces, cuando el chaval, con 13 años, había hecho octavo de la EGB: “Aún no sé lo que haré. Hombre, este mundillo es muy bonito, aunque es muy duro y sacrificado”. Pues bien, Pedro Gutiérrez “El Capea” tomó la alternativa en Málaga en el año 2004, de manos de Javier Conde y El Juli como testigo.

El mayor éxito de El Niño de la Capea en Cuenca, tras dar dos besos a su tía al llegar a la plaza, fue en 1976, cortando tres orejas y entre sus catorce actuaciones seis se saldaron con puerta grande. Toreó diez años seguidos en la feria de Cuenca desde su presentación en 1973 y en una de las ocasiones coincidió en el hotel de Cuenca con el futbolista conquense Jesús Martínez Abarca, que es de Zarzuela, y que vino a jugar con el Cacereño el partido de ferias frente al Conquense. Me comentaba Abarca que El Niño de la Capea le invitó a los toros, y esa tarde salió a hombros, y “le recordé –decía Jesús-- que su abuelo era el organista y sacristán de Zarzuela, aunque luego la familia emigró a Salamanca y allí nació Pedro”.
LA KERMESSE DE JOSÉ LÓPEZ
En aquellas ferias de la naciente democracia, con el año 1978 como baluarte de la Constitución que iba a unir destinos de libertad en el último mes del año, las fiestas de San Julián iban a protagonizar su primera “kermesse” en el Parque de San Julián, una especie de revival del “agua, azucarillos y aguardiente” al estilo de la Verbena de la Paloma, pero con los compases de la música ye-ye. Su impulsor, José López, que tenía a su cargo la Playa Artificial, solicitó al Ayuntamiento que le diese permiso para montar la “kermesse” en el Parque, pues “ya es hora de que los matrimonios tengan un sitio donde bailar”.
La palabra francesa de la “kermesse” se traduce en fiesta popular en la que se baila, se bebe y se disfruta de la tarde-noche en mesitas con veladores. Pepe me explicaba su idea en “Diario de Cuenca”: “Al ver que Cuenca no había en fiestas un lugar para que los matrimonios bailen y se diviertan, porque yo comprendo que las discotecas son más bien para los jóvenes, pensé que era una buena idea y la expuse al Ayuntamiento y se me aceptó. Ya es hora que los matrimonios tengan un sitio para bailar.

Pepe preparó dos grandes orquestas y cerca de medio millar de sillas y cien mesas, además de colocar una barra. Incluso tenía pensado instalar una churrería ambulante. No parece que en las siguientes ferias se organizase alguna “kermesse” especial porque los bailes seguían teniendo como escenario el Parque o Vivero de Santa Ana. Lo que sí quería dejar claro en la Prensa era lo siguiente:
“Creo que se cometió un error al adelantar la Feria al mes de agosto. Con ello se le quita a Cuenca casi un mes de animación, porque siendo en septiembre como antes, agosto seguiría su curso veraniego y tras las fiestas de San Julián venían enseguida las de San Mateo y no rompían la cadena”.
Intrahistorias de la Feria y fiestas de San Julián que seguirá girando con su rumbo alegre y divertido, eso sí, con otros personajes, como el pregonero-2024, Faemino, nunca “cansado” de su buen humor…