Diez años sin Laura y Marina

Cuenca, 6 de agosto de 2015. Cinco de la tarde de un caluroso día, en el que la mayor parte de los conquenses está en las piscinas. Pero en un domicilio del número cinco de la calle Río Gritos, se encuentra Sergio Morate esperando a que su ex novia vaya a casa. Le ha pedido que recoja sus pertenencias personales, ya que meses atrás dejaron la relación, pero la intención que tiene es acabar con la vida de Marina.
Marina, presa de miedo por lo que le pudiera hacer, le pide a su amiga Laura que la acompañe a casa de su ex novio a recoger sus últimas cosas. Sobre las 17:25 horas, las dos chicas aparcan el coche en las inmediaciones de la casa de Morate. Él se percata de que Marina ha ido acompañada de su amiga, pero aún así abre la puerta de su domicilio para que entren las dos al interior.
Sergio Morate cierra la puerta con llave para asegurarse que no pueden escapar, y de manera sorpresiva, comienza a ejecutar el plan que durante las últimas semanas ha estado preparando: acabar con la vida de Marina. La golpea rápidamente en la cabeza, dejándola inconsciente en el acto y sin que pudiera defenderse, cogió una brida y se la ató al cuello todo lo fuerte que pudo. Marina fallece asfixiada.
Laura, que ha visto todo, está aterrorizada, intenta escapar abriendo las ventanas, pero no puede. Comienza con forcejeo con Morate, pero Laura recibe otro golpe en la cabeza y un puñetazo en uno de los pómulos. A ella la estrangula directamente con sus manos. Laura también pierde la vida.
Sergio Morate ya ha ejecutado su plan, y lo siguiente es deshacerse de los cuerpos. Tiene todo preparado para uno solo, así que le toca improvisar. Primero los mete en bolsas grandes de comunidad y, como vive junto a los ascensores que bajan al garaje, no le ve nadie bajando los cuerpos. Los introduce en el maletero de un vehículo, y se va hasta su pueblo, Palomera.
Cuando ya es de madrugada, acude hasta el paraje de El Bodegón, justo donde nace el río Huécar, donde había cavado previamente una fosa. No caben los dos cuerpos sin vida de Marina y Laura, pero con una pala intenta agrandarlo. Hace mucho calor, bebe algo de agua, y deja la botella tirada en el paraje.
Como Morate tenía en su cabeza una víctima, fruto de la improvisación del momento no ha logrado enterrar bien los dos cuerpos, pero confía que al echarles cal viva, se descompongan lo más rápidamente posible. Por eso, comienza una huida apresurada. Se había estado informando previamente de los países que no tienen convenio de extradición con España, y por eso decide viajar hasta el este de Europa.
Su móvil lo deja apagado en España, pero se compró una tarjeta sim que en todo momento estaba sin conexión a la red hasta que cruza la frontera con Francia, cuando la enciende.
En ese momento todas las miradas sobre la desaparición de Laura y Marina ya estaban puestas sobre él, y la Policía consiguió rastrear su posición gracias a que encendió esta segunda tarjeta SIM. Durante cinco días cruzó países como Italia, Eslovenia, Hungría y Rumania. Paró unos días a descansar en casa de su amigo Itsvan en Lugoj.
Allí pudo ver a través de las noticias que un ciclista hallaba los cuerpos sin vida de Laura y Marina el miércoles 12 de agosto sobre las 20:30 horas, semienterradas y cubiertas por cal viva. A esa misma hora, más de 5.000 personas abarrotaban la Plaza de España y aledaños para insuflar ánimos a las familias, pero apenas comenzaba la concentración, las familias recibían las trágicas noticias.
Un día después, el jueves 13 de agosto por la mañana, al ver la Policía que Sergio Morate no se movía de su ubicación, un grupo de la Policía rumana entraba en casa del amigo del presunto asesino para detenerlo y ponerlo a disposición de la justicia española.

Así transcurrió hace hoy diez años el conocido Caso Morate, el capítulo más triste de la historia reciente de la capital, donde los vecinos de Cuenca se unieron como nunca pidiendo justicia y apoyando en todo momento a las familias tanto de Marina como de Laura.
Un crimen que, aunque se perpetró un 6 de agosto, hace diez años este día fue el inicio una búsqueda angustiosa para las familias de Laura y Marina que pronto se convirtió en una pesadilla para ambas.
Durante esos días de incertidumbre, fueron constantes las concentraciones mostrando el apoyo a las familias. De hecho, en frente de la casa de Laura se improvisó un altar en un pequeño parque que había.
Aunque el acto más multitudinario fue aque 12 de agosto en la Plaza de España, donde millares de conquneses se unieron pidiendo justicia. A ellos se sumaron numerosos carteles, búsquedas, vigilias… El clamor fue unánime en la capital, pidiendo que, de una vez, aparecieran.
Lamentablemente, todos conocen el triste desenlace, y desde el momento en que se dio a conocer la noticia del hallazgo de los cuerpos sin vida de Laura y Marina, Cuenca no ha olvidado. El Ayuntamiento de Cuenca se hizo cargo de los gastos fúnebres, y Mármoles Granero donó a la familia las dos lápidas. Un año después, la institución y la empresa se aliaron para eregir en el Paseo del Huécar, un memorial en honor a Laura y Marina.

PROCESO JUDICIAL
Dos años después del brutal asesinato de Laura y Marina, la Audiencia Provincial de Cuenca juzgó el caso. El 19 de octubre de 2017 se constituyó el jurado popular que debía juzgar el caso, y las sesiones comenzaron el 23 de octubre de ese mismo año, donde participaron 39 testigos y más de 50 policías nacionales.
Sergio Morate se acogió a su derecho a no declarar, y durante todas las sesiones mostró una actitud muy fría, sin hacer gestos, mostrándose impasible, como si todo eso no tuviera que ver nada con él.
La tarde del domingo 29 de octubre, el jurado popular leyó el veredicto, en el que por unanimidad se declaraba a Sergio Morate culpable de los asesinatos de Marina y Laura, con el aplauso del público que estaba presente en la sala viendo cómo después de dos años se había hecho justicia.
Fue condenado a 48 años de prisión, 25 por el asesinato a Marina, ya que concurría agravante de parentesco y violencia de género, y a 23 por el de Laura.
Diez años después, Morate sigue cumpliendo condena en la cárcel de Herrera de la Mancha, en la provincia de Ciudad Real. Mientras, Laura y Marina serán siempre recordadas por su generosidad, por su coraje y por la ternura que desprendían en sus respectivos trabajos, donde se hicieron con el cariño de un sinfín de personas.
Cuenca nunca ha parado de abrazarlas en la memoria colectiva. Siempre las ha tenido presente. Y lo hará siempre.