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Eduardo Soto
17/11/2024

Los orgunecios

La otra noche mi gato me despertó con ese ronroneo y esos ojazos suyos que le hacen tan magnéticamente adorable y me dijo: “Esto de Valencia es un ensayo general de lo que nos va a tocar vivir si no lo remediamos a tiempo. Mira, los que creen que el cambio climático no existe serán los que con más virulencia elevarán sus quejas por los desastres, los que acusen al Estado de no haber tomado medidas, los que iniciarán revueltas para desestabilizar las instituciones. Esto es así porque son como niños caprichosos, que no han aprobado la ESO, y que cuando vienen mal dadas lloran y patalean. Estos son los orgunecios, el pensamiento racional no es su fuerte”.

Si un niño en el colegio dice que la tierra es plana no se discute con él, se le suspende. En USA Trump acaba de nominar a Robert F. Kennedy, Jr. para dirigir la principal agencia de salud pública de su país. Robert es un abogado que asegura que no existe ninguna vacuna que sea segura y eficaz y difunde la idea de que las vacunas pueden causar autismo. Entregarle el control de la Administración de Alimentos y Medicamentos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y los Institutos Nacionales de Salud es una decisión muy imprudente que, casi con certeza, tendrá repercusiones muy rápidas en la salud de la sociedad norteamericana. Claro que, luego de muertes innecesarias, Robert podrá hacer como Mazón y “tirar para adelante”, es lo que hacen los orgunecios.

Niegan las evidencias de las amenazas, desoyen la voz que advierte de los peligros inminentes, no miden las consecuencias de sus palabras ni de sus actos. Cuando el desastre se materializa, cínicamente dice públicamente que él ya sabía lo que iba a ocurrir y busca la manera de culpar al que advirtió del peligro. Por su orgullo, ni reconoce el error, ni pide disculpas. Por su necedad no sabe lo que podía o debía saber.

La OMS estima que en los últimos 50 años los esfuerzos mundiales de vacunación han salvado al menos 154 millones de vidas. Yo tuve compañeros en clase con las secuelas de la polio. Antes de las vacunas la mayoría se moría. Quizá debería quedar alguno de aquellos malparados sentado en el pupitre para que los ignorantes tomaran contacto con lo que significa la ciencia. La virtualidad tóxica es lo que tiene, se maneja con la oscuridad de lo excepcional, con la sugerencia de lo improbable. Como no lo toco, puede que exista. Y a los que leen o saben poco, ese margen les satisface, es su nicho, también su tumba.

No hay ya que discutir con esos orgunecios, hay que suspenderlos. Y esto quiere decir algo muy sencillo: hay que retirarles la atención. Por lo mismo, dejo de participar en X, en realidad lo dejé desde que el plutópata (hipermillonario que invierte su obscena riqueza en favorecer la campaña electoral de un delincuente) mutó el pajarito por una incógnita. Fue un acierto de ese tipo usar el margen del misterio en esa forma tan común de márketing moderno: ¿Necesitas argumentos para insultar a la ciencia y a la razón? ¿No? Pues, X es tu sitio.

Dejo los prismáticos y adopto la visión geológica, por eso no me asusta la victoria de Trump ni ese crecimiento insospechado de las ideas fascistas. Resulta patente que recurren a ideas ya fracasadas, aunque sorprendente y momentáneamente eficaces para convencer a los orgunecios. Lo que no funcionó no va a funcionar. Netanyahu no puede pensar que un genocidio y un holocausto van a pasar desapercibidos al escrutinio del futuro. Y será divertido (y muy esclarecedor) contemplar la deriva política y económica de los USA en los próximos meses, su naufragio y sus excusas, sus boquiabiertos ante la esfericidad de la tierra.

A veces pienso que la ciencia sigue acomplejada por haber desalojado a la superstición del tejido neuronal. Hay algo de transgresión secular en sacudirle las bases al poder del espíritu, ese que tan firmemente ha fundamentado y sostenido sin discusión durante más de veinte siglos el poder de los pitucos. Se mantiene y perdura lo que funciona. Y la ciencia funciona porque no depende de una autoridad irreal e ilusoria. Dejad solo en el quirófano al paciente con peritonitis. Quitadle el GPS al terraplanista. Borrad el muro sobre el que lanzan las pelotas los orgunecios. La Ciencia no es la ventisca de los voceros, la ciencia es sólida por el modo en que está construida. Puede erosionarse, sí, un rato.

Por supuesto, la ciencia seguirá necesitando escultores que la asalten con sus cinceles, hasta los cimientos, si es preciso. Con argumentos, hipótesis y pruebas empíricas sus paradigmas se han derribado y vuelto a edificar varias veces a lo largo de su historia. Pero lo que no puede hacer la ciencia es acojonarse, despistarse o hacerse chiquita. No le mueve el deseo de creer ciegamente en algo que resuelva mi vida hoy, como hacen los orgunecios. La ciencia es intensa porque evoluciona con el interés por averiguar las soluciones que en el medio y en el largo plazo mejoran la vida de la mayoría.

Posdata: hace muchos años que mi gato está muerto.