Despropósitos
No sabe el columnista si, como solían decir sus mayores, el infierno estará o no empedrado de buenas intenciones pero de lo que desde luego sí que está convencido es de que, especialmente de un tiempo a esta parte, la actualidad de este nuestro país de lo que está pavimentada, vaya si no, es de un goteo continuo de despropósitos –unos mayores, otros menores, pero despropósitos al fin y al cabo– que como el diccionario de la docta Real Academia de la Lengua afirma son cualquier “dicho o hecho fuera de razón, de sentido o de conveniencia”. Porque a ver si no están, pero que de todas, todas, fuera de razón, de sentido o de conveniencia hechos tan peregrinos como el disparatado baremo aplicado por nuestro bendito gobierno para el reparto a las distintas autonomías de esos diecisiete millones que, bueno sea, decidía destinar a paliar la pobreza que anda afectando a parte de nuestra población infantil y que conduce al peculiar resultado de que en unas a un chiquillo le corresponderían estadísticamente más de ciento cincuenta euros y en otra no llegaría a los dos. O, ya que de la población infantil hablamos, cómo si no de despropósito calificar la peregrina razón alegada por alguna comunidad para no abrir este verano los comedores escolares para los menores de las familias más desfavorecidas de que tal medida podría estigmatizar a los pequeños al cargarles con el sambenito de pobres, que a lo que parece debe ser mejor mantener la fachenda intacta que llenar el estómago. O qué les parece el que tras su reforma nuestras ínclitas normas reguladoras del mercado hipotecario sigan dejando al deudor en situación desfavorable ante los tribunales respecto a las entidades bancarias –como si no lo estuviera ya de por sí en general– al no poder recurrir cuando la decisión le es desfavorable lo que en cambio, mire usted por dónde, sí pueden hacer aquéllas, despropósito palmario cual venía a señalar la pasada semana el mismísimo Tribunal europeo de Luxemburgo, que a ver si nuestras autoridades acatan su fallo y lo remedian pronto. O, por dejar lo general y venirnos a lo particular, qué opinión les merece el que el jerarquizado el mando es el mando y usted a callar de nuestro código militar haya enchironado por dos meses al teniente-escritor novelista Luis Gonzalo Segura por sus declaraciones en la promoción de una novela en la que, según se dice (que quien esto firma no la ha leído) se habla de corruptelas y prácticas no muy limpias en el ámbito de la milicia, y eso de momento que como consecuencia de todo el asunto, comentarios o novela, o novela y comentarios o lo que sea, hasta parece que podría acabar expulsado del ejército. Y así, así podríamos seguir pero baste por hoy que el calor aprieta y también el columnista tiene derecho, cree él, a tomarse un respiro y algún fresco bebedizo que le reconforte. Hasta la semana que viene.