JCCM NUEVO HOSPITAL
Es noticia en Cuenca: Fiestas Patronales Balonmano Pádel Fútbol Rugby Autobuses urbanos Cuenca ASAJA Cuenca
Francisco Page
14/02/2014

De soledades y voluntarios

A veces me maravillo de lo profético de las letras de los tangos. Ahora oigo Yira, me cuesta entender porque está redactado en lunfardo, un argot de Buenos Aires. La letra habla de la soledad del fracasado distribuida en una sucesión de cuandos que concluye con un «verás que todo es mentira». El narrador, «otario» que es como gili, toca en todas las heridas de la desafección humana con una lezna que si te fijas en el mensaje se hunde muy adentro. Siempre he dicho que el tango es música de cornudos; hoy, ante la letra de Enrique Santos Discepolo reniego de mi supuesta sabiduría: el tango es letra de perdidos, de muertos de hambre, de mezquinos. Pero de mezquinos a los que un dios con mala hostia ha depositado en un entorno vil, gobernado por seres prepotentes sin un ápice de humanidad, un lugar donde se enseñorean necios carentes de perspicacia; hombres y mujeres al estilo del Rajoy y la Cospedal.


En el tango «todo es mentira», nada es amor», ni una pizca de solidaridad, nada, cada cual a lo suyo: «no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor»; es, sin duda el lugar de los hombres solos, metidos a la fuerza en un cubículo sin puerta ni ventanas. Al borde del precipicio donde se amontonan esos refugios, la yerba es transparente, los guijarros y la Casa real; cuando hay tanta transparencia es imposible ver nada. En ese lugar a ninguno le importa lo que pasa fuera ni estalla cuando oye a la Cospedal decir que «nadie trabaja por nada».


«Cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás, buscando un pecho fraterno para morir abrazao». No hagas caso, aunque aún no lo sabes es probable que un voluntario te acerque el último vaso de agua, te sonría para darte ánimos cuando lagrimees ante la presencia de la que no tiene compasión. Esa persona no cobrará siete mil euros al mes por no hacer nada, ni legislará según una moral elástica que mezcla lo del robar y lo del follar como si ambas cosas fueran iguales.


Cuando estén secas las pilas, ánimo, hay gentes que se dan a los pobres y sus perentorias necesidades sin preguntarles de dónde vienen o en qué creen. Gentes que saben que ser humano consiste en compartir un pedazo de pan, un abrazo o simplemente un infinito desprecio hacia la pandilla de apandadores que nos gobierna.