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Francisco Page
20/02/2014

Contra la moral

Las religiones, que por su propia naturaleza tienen la convicción de ser verdaderas, se organizan según una determinada estructura de poder cuyo fin último consiste en controlar a toda la sociedad; por eso, la moral impuesta por esta gente margina a los descreídos y a los heterodoxos a los que a menudo convierte en delincuentes bien por no guardar el sabbat, comer carne en viernes de cuaresma o dudar de la existencia de un Dios vengador ante al que hay que humillarse.


Cualquier sociedad sometida al ejercicio de una moral específica es una sociedad pobre, sumisa, donde es imposible ejercer la libertad. Es una sociedad sin brillo, como la que recuerdo de mi infancia. Entonces la dictadura se apoyaba en el clero y el clero en la dictadura; no era raro en ciertos ambientes que la guardia civil multara a quienes trabajaban en domingo, por ejemplo, aplicando las leyes que habían impuesto aquellos ignaros.


El Partido Popular, hoy en el poder, ha decidido imitar a los intolerantes, ejerciendo una política que cercena la diferencia; como argumentario, utiliza expresiones propias de la más rancia moral cristiana que según parece comparten muchos de sus dirigentes (recuerda las razones que esgrimió contra el aborto el vicepresidente de la Diputación de Cuenca). A quienes no compartimos esos principios, se nos desprecia porque en su ignorancia creen detentar la verdad absoluta que les ha sido entregada por el Altísimo en su particular Sinaí. En consecuencia, cuando haya un cambio de mayoría en el gobierno, la normativa así impuesta será derogada cerrando un ciclo que volverá a empezar cuando los populares arriben otra vez al poder, los dioses no lo permitan. Así ha sido con las leyes de educación, aborto, seguridad ciudadana...


Por eso, es necesario que todas las fuerzas políticas, la derechona incluida, recuerden que viven en un Estado plural, que una sociedad democrática se fundamenta en la diversidad y que es su trabajo garantizar la pluralidad y el libre albedrío de quienes no interfieran en la libertad de los demás. Habría que recordarles que el único límite a su actuación tendrá que ser la Declaración Universal de los Derechos Humanos.