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Orión
Orión
01/09/2020

Referentes

Una feliz casualidad me permitió leer un artículo firmado por Belén Bermejo en un diario gallego. La curiosidad inicial se fue transformando en interés porque su relato me pareció que entraba en sintonía con lo que contaba el conquense Carlos Lozano en una entrevista publicada en este periódico hace un par de semanas. Y fue la coincidencia temática la que me hizo leer, también con avidez, las opiniones que nos trasladaba en su artículo de hace siete días José Ángel García publicado igualmente en este medio.

Un tema universal analizado desde tres puntos de vista diferentes. La Cultura.

La Cultura, esa actividad que nos entretiene, nos divierte, nos anima a pensar, a pensarnos, que nos sorprende, que nos descubre mundos que no imaginábamos, que nos hace libres y que, por tanto, nos hace más humanos. Y que además puede producir riqueza y generar empleo.

Belén Bermejo, compostelana, profesora de Derecho Español contratada durante varios años por la universidad de Insbruck, ha simultaneado su actividad académica con la de gestora cultural en su tierra natal.

Durante doce años ha gestionado con éxito un programa (Espazos Sonoros) que proponía un ejercicio de síntesis del conocimiento del patrimonio artístico gallego menos conocido, con la música antigua.

Con su grupo dio aquí un magnífico concierto en la Iglesia de San Pedro en el verano de 2006, en una programación que fue el prefacio de lo que después fueron los veranos culturales de la ciudad.

La Semana de Música Religiosa hace cuatro años programó una “imitación” con pequeños conciertos matutinos que se celebraron en diferentes espacios barrocos de la ciudad y que estaban precedidos de explicaciones sobre los lugares elegidos. Parecía el principio de una fecunda simbiosis: música y patrimonio. Un espejismo.

El proyecto gallego tuvo más larga vida, pero hoy está cancelado definitivamente.

Pero el abandono institucional y los celos no han desanimado a la señora Bermejo que está embarcada en un nuevo proyecto (Lugares y Órganos) que busca en Santiago órganos en iglesias y conventos para que vuelvan a sonar, después de ser restaurados, en conciertos para un público que reconoce y aplaude su iniciativa y su tesón.

La Cultura como descubrimiento y como inversión.

¿Languidecen también los proyectos que Carlos Lozano ha gestionado durante los últimos diez años?

Levantó de la nada un coro, una escolanía y una orquesta eventual que le ha permitido abordar proyectos importantes con más de cien personas en el escenario.

La pandemia les sorprendió preparando un oratorio de Beethoven para ofrecer un concierto con una orquesta y un coro que sumaban ochenta músicos, la mayoría de Cuenca.

Con todo suspendido, hoy se afana por mantener el último eslabón de su cadena de iniciativas: una escuela de ópera. Y espera paciente que las instituciones den vía libre a un proyecto que convertiría la música en un elemento de formación para los empleos que necesita el montaje y producción de lo que Wagner llamó “el espectáculo total”. No hay nada así en nuestro país.

De nuevo esa concepción de la Cultura como actividad generadora de empleo y por tanto de riqueza y que podría contribuir a que nuestra ciudad fuese un referente en la exportación de producción musical. Y no debería nadie considerarlo una utopía. Sería ir contra nuestros intereses y contra nuestra historia.

Y de esa historia de elementos culturales habla José Ángel García en un ejercicio de nostalgia contenida, reivindicación y de esperanza en que el futuro se construya asumiendo la enseñanza de los tiempos pasados para superarlos. ¿Y por qué no?

De eso se trata. Cuenca puede, debe, necesita una política cultural que no se limite a mantenernos como un referente cultural en las artes plásticas, aspecto este en que sabemos que las Instituciones trabajan en la buena dirección. Incorporar la música, la museística, el cine, la literatura y la naturaleza, cuyo cuidado y preservación es también cultura, a la agenda de asuntos que merezcan especial atención y presupuesto es una actitud inteligente.

En fin, considerar la Cultura como inversión, usando los buenos mimbres que ya han demostrado su competencia y su compromiso.

Queda dicho.

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