Un año más, hay un punto de luz en el centro de Cuenca que llama la atención por su cuidado y su encanto: la fachada de Señorito Ortega, el atelier que ocupa el chaflán de la calle Cervantes y que cada Navidad se transforma con un estilo muy personal. No es una decoración cualquiera; lo que propone Eduardo Ortega nace dentro del propio taller y se abre hacia la calle, como una forma de compartir su manera de entender el trabajo artesanal con la ciudad.
Cuando cae la noche, el edificio empieza a brillar. Cuatro grandes estrellas doradas presiden la fachada y, desde ellas, descienden largas tiras de luz que recorren el edificio de arriba abajo, rozando las ventanas. La iluminación es cálida y envolvente, y resalta la forma del chaflán, haciendo que la fachada parezca más alta y esbelta. Resulta difícil pasar por delante sin levantar la vista.
En uno de los laterales aparece otro de los elementos protagonistas: un gran lazo rojo, con una textura que recuerda claramente a una tela, como si fuera parte de una prenda. Pequeños puntos de luz repartidos por su superficie le dan movimiento y vida. “Cada año intentamos cambiar algo, pero también aprovechar lo que ya tenemos. Reutilizamos materiales, retales y piezas que han formado parte de vestidos de novia y de nuestra propia historia”, nos cuenta Ortega.
Alrededor de la fachada se distribuyen coronas hechas con auténticos restos de costura, pequeños fragmentos cargados de recuerdos de vestidos, manos expertas y momentos especiales. No hay una idea complicada detrás del montaje, sino algo más cercano: gusto, intuición y el deseo de llamar la atención desde lo hecho a mano. El objetivo, reconoce Eduardo, es sencillo: brillar un poco más cada año sin dejar de ser fieles a su identidad.
Las luces se encienden sobre las cinco y media de la tarde y, hacia las siete menos cuarto, la fachada alcanza su momento más llamativo, justo cuando anochece y la calle se llena de reflejos. La iluminación de la ciudad y la del propio edificio se complementan, creando un ambiente festivo que une comercio, calle y Navidad.
Más allá del adorno, la fachada de Señorito Ortega invita a pasear con calma, a mirar hacia arriba y a detenerse unos instantes. Es una forma de recordar que la ciudad también se construye con pequeños gestos y que el comercio local puede aportar belleza y carácter al espacio urbano. Cuenca también sabe brillar desde sus ventanas, su talento y su trabajo artesanal.

Luz y alegría en Carretería
Por cuarto año consecutivo, Ana Gloria Osona despliega un belén hinchable y sostenible de dos plantas que se ha convertido en un reclamo para niños y adultos durante las fechas navideñas.
Carretería vuelve a contar esta Navidad con un atractivo que ya forma parte del imaginario navideño local: el balcón de Ana Gloria Osona. Conquense, nacida en 1969 y residente en esta céntrica calle desde hace ocho años, Osona ha convertido la fachada de su vivienda en un escenario festivo que capta la atención de vecinos y visitantes. Lo que comenzó como una afición personal se ha consolidado como una referencia visual reconocible en la temporada navideña.
El montaje, distribuido en dos alturas, destaca por un belén hinchable y varias figuras de gran tamaño, como un cascanueces, un muñeco de nieve y un muñeco de jengibre. Todos los elementos están iluminados y conforman un conjunto llamativo que se ha ganado un lugar propio en la estética urbana de la Navidad conquense, especialmente al caer la tarde.
“Siempre me ha gustado decorar y, si tengo espacio, lo aprovecho; las ideas van surgiendo de lo que veo por redes o en la calle”, nos cuenta Osona, que prepara el montaje con antelación y dedicación.
Una de las particularidades del conjunto es su carácter artesanal y sostenible. La propietaria utiliza garrafas de agua recicladas como sistema de anclaje para evitar que los elementos salgan volando con el viento, una solución tan rudimentaria como eficaz. “Si no se sujetan bien, con el aire se irían; las botellas de agua son nuestro truco y funcionan perfectamente”, subraya mientras ríe. La iluminación, distribuida de forma estratégica, refuerza el impacto visual al anochecer y convierte el balcón en un punto de referencia constante.
La reacción del público es una de las razones por las que este balcón navideño repite por cuarto año consecutivo. Durante las tardes y noches de diciembre, se multiplican las fotografías y las paradas espontáneas frente a su vivienda. “Ver la cara de ilusión de los niños y cómo se quedan mirando al balcón embelesados es lo que realmente nos empuja a seguir cada año”, afirma con emoción.
“Ver la cara de ilusión de los niños y cómo se quedan mirando al balcón embelesados es lo que realmente nos empuja a seguir cada año”