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"No me quieren mis compadres porque digo las verdades"

A sus 86 años, esta conquense de pura cepa se ha hecho muy famosa por sus apariciones televisivas y su desparpajo
"No me quieren mis compadres porque digo las verdades"
Foto: Saúl García
15/02/2018 - Nuria Lozano

Damiana Benítez, 'la Damiana', es conquense de las de toda la vida, nacida en la calle San Pedro hace 86 años.

En el Casco Antiguo, donde ha residido casi siete décadas en la histórica Casa del Corregidor, ya era más que conocida pero su fama ha traspasado fronteras desde su aparición televisiva en dos cadenas nacionales. Su desparpajo y sus frases para el recuerdo la convirtieron incluso en trending topic en las redes. “Me para toda la gente por la calle, no te lo puedes figurar, no me dejan andar por la Plaza de Mangana”, relata Damiana quien reconoce que le gusta la fama y que la saluden, pero que también guarda un recuerdo agridulce de su paso por los platós.

“En el programa para reconciliarme con mi amiga Loli me hicieron un poco de encerrona”, asegura. Al final esta amistad no ha llegado a buen puerto. “Ella en su sitio y yo en el mío, es mejor así”, puntualiza Damiana.

Tampoco le gustó el lápiz de ojos que le aplicaron en maquillaje. “Me querían poner la cara como una Mata-Hari, ya les dije que el buen terciopelo no necesita aderezo, que me pusieran de lo que soy, de Castilla-La Mancha”.

Así de clara es Damiana. No tiene pelos en la lengua, pero es todo corazón.

Supo verlo el propio Carlos Sobera. “Me cogió de las manos y me dijo que me felicitaba por la gran mujer que soy. Ese hombre es educadísimo, vale su peso en oro”. Sus expresiones no pasaron desapercibidas para el resto del equipo del programa. “Se meaban todos conmigo, es que soy así de burra”.

No osbtante, no quiere salir más en la tele. “Eso se acabó, pero estoy orgullosa de haber hecho tanta publicidad a Cuenca”. Y es que si algo ama Damiana, además de a su extensa familia, es su ciudad. “Primero Cuenca, luego Cuenca y quien venga detrás que arree”, destaca contundente. No duda en defenderla y reclamar lo que haga falta “directamente a la fuente, nada de terceros”. Por eso, cuando tiene alguna queja, como que el transporte público no funciona bien o el mal estado de la Bajada de las Angustias, no duda en plantarse en el Ayuntamiento y pedir audiencia al alcalde. “Unas veces me atiende y otras me dan un poco de largas, pero me tratan bien”.

Sobre todo, lamenta lo mal que está la capital en lo que a oportunidades laborales se refiere. “Los jóvenes no tienen donde colocarse, si no fuera por los padres y los abuelos muchos no tienen ni para pagar una hipoteca. Yo tengo claro que me quedo sin bragas antes de que les falte para comer a mis hijos o a mis nietos”.

Cree que el turismo nos beneficia, pero no quiere que pongan escaleras mecánicas ni ascensores “porque pueden estropear esas cuestas tan bonitas que hay”.

Sus lugares preferidos, el Castillo y la calle donde nació. Los que considera los mejores embajadores, Perales y Saura. “Chapó por ellos”, afirma.

Damiana se emociona cuando recuerda su infancia por esas calles empedradas y lo trasto que era. Junto a su amiga Amparo las liaba gordas. Les quitaba a las bonacheras la leña que traían y hacía hogueras, o se metía a los conventos de las monjas y les ponía en las latas de la leche excrementos. “Todavía recuerdo la paliza que me dio mi madre aquel día”, cuenta mientras se ríe a carcajadas.

Atesora montones de amigos pero es consciente de que su claridad y sus agallas a veces no gustan a todo el mundo. Ella, tranquila, suelta otra de sus perlas: “no me quieren mis compadres porque digo las verdades”.