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“Los niños no han cambiado, han cambiado los mayores”

Manuel Rodríguez se jubiló el año pasado con 78 años y se quitó el guante en el que se subía Chupagrifos cada mañana de las Ferias de Cuenca. Titiricuenca ha premiado su trayectoria
 “Los niños no han cambiado, han cambiado los mayores”
Fotos: Alex Basha
17/06/2019 - José An. Montero

Cada mañana las Ferias y Fiestas de San Julián desde 1961 hasta mediados de los ochenta comenzaba con la actuación de Chupagrifos en el parque de San Julián. La compañía de Maese Cosman desayunaba en la Churrería del Tío Santos y se ponía a montar su espectáculo en el parque. La función comenzaba a las once de la mañana, pero a las nueve y media los mejores sitios de la sombra ya estaban ocupados.

Después vinieron los tiempos de ‘Movida’ y Chupagrifos desapareció de la programación hasta que fue recuperado hace menos de una década. Alguien debió pensar que ya no interesaban a nadie. En su regreso a las Ferias, le esperaban tantos niños y niñas como al Flautista en Hamelín y hubo que buscar un lugar más grande para que Chupagrifos siguiera luchando contra las injusticias. Ahora duerme esperando que las niñas y los niños lo llamen una vez más.

Maese Cosman, conocido por los mayores como Manuel Rodríguez, se jubiló el año pasado con 78 años y se quitó el guante en el que se subía Chupagrifos cada mañana de las Ferias de Cuenca. Este pasado fin de semana Titiricuenca le entregó el primer premio internacional Ángeles Gasset de las Morenas a una trayectoria titiritera por sus sesenta y cinco años dedicados a la marioneta.

P.- ¿C'est fini, se finorum?

R.- Llega un momento que te dices que hay que descansar. Físicamente ya no puedes trabajar a gusto. Con lo que se paga ahora tienes que trabajar solo, y uno tiene una edad que ya no te permite hacerse el machote. Con cincuenta vale, con sesenta bueno, con setenta ummm, pero con setenta y nueve ya dices no. Y esa es la realidad, lo contrario sería mentir. Cuando lleguéis a esta edad, os daréis cuenta que tengo razón.

Cuando mejor lo pasas es cuando estás trabajando, es el rato que tu tienes de diversión, de desahogarse, de estar a gusto. Luego viene desmontar, luego viene cargar, luego viene el viaje, se sale de casa muy bien a las ocho de la mañana. Son muchos años de cargar y descargar, que es lo que peor sienta. Llega un momento de decir adiós a la profesión. El gusanillo siempre queda dentro, es como los toreros.

P.- Cuéntanos alguna historia de aquellas mañanas del Parque.

R.- Pues mira, hubo durante tres o cuatro años, en los que el primero que llegaba era un perro, que se sentaba a cuatro o cinco metros del teatro. Era un mestizo de perro lobo, no muy grande, que no se metía con nadie. Los niños se sentaban alrededor del perro y ahí se quedaba hasta que terminaba la función. Durante los siete días que estábamos en Cuenca, el primero en llegar era el perro. Era todo un personaje, salió en la prensa conquense de la época. Luego llegó un cuarto y un quinto y ya no vino más.

P.- ¿Han cambiado mucho los niños?

R.- Algo sí, pero en el fondo un niño de tres años, que es cuando empiezan a entender lo que está viendo, sigue siendo igual. Lo que han cambiado son los mayores. Tengo fotografías de Santander, por ejemplo, donde se le ve la campanilla a un viejo que se ríe. Entre las tres o cuatro mil personas que abarrotaban el Sardinero o el parque de San Julián veías un cincuenta por ciento de personas mayores. Hoy ves menos y sobre todo se ríen menos. La infancia olvidada de los mayores, eso se ha perdido.

P.- ¿Y nos reímos de lo mismo?

R.- Los niños se siguen riendo de lo mismo. En el año cincuenta y seis empecé a trabajar un cuento que se titula ‘La Cueva del Terror’. Hoy se actúa con él igual que hace más de sesenta años y se sigue armando la de San Quintín. Historias como las de Caperucita Roja son eternas. Por mucho que diga la tele, por mucho que diga la prensa, hoy los padres siguen comprando Caperucita Roja y los niños la siguen leyendo. ¿Y cuantos años tiene Caperucita Roja? ¿A quién le importa?

"Los títeres no tienen competencia. Hoy hay sitios clave donde puedes reunir tres o cuatro mil personas como son Santander, Valladolid, Soria, Cuenca"
 “Los niños no han cambiado, han cambiado los mayores”

P.- ¿Cómo eran aquellos primeros años de títeres?

R.- Nosotros girábamos por España, hacíamos ciento cincuenta galas al año. Actuábamos en Alemania, en Francia o en Portugal. En los sesenta y setenta había cinco o seis compañías de títeres muy importantes como Villarejo con Gorgorito, Natalio Rodríguez “Talio” o Meroño. Había compañías que trabajaban a un nivel muy grande.

P.- ¿Sigue interesando el títere?

R.- Los títeres no tienen competencia. Hoy hay sitios clave donde puedes reunir tres o cuatro mil personas como son Santander, Valladolid, Soria, Cuenca, porque los primeros años de esta segunda etapa, tuvieron que cambiarnos de sitio fuera del Parque de San Julián, porque no cogía toda la gente. Ésa es la prueba de que sigue gustando igual.

P.- ¿Han cambiado mucho las historias?

R.- Los tiempos han cambiado. Dicen que no está bonito, que este tipo de obras no es adecuada para los niños. Pero, ¿los cuentos de espadachines no se siguen haciendo y las películas de guerra? Me parece una tontería.

P.- ¿Cómo es vivir sin ver el mundo desde el escenario?

R.- Han sido sesenta y cinco años de profesión. El gusanillo siempre lo llevas a dentro. Si te enteras de que un compañero va a actuar en tal sitio, vas a verlo. No vas a trabajar, pero te conformas con ir a ver a otro. Te levantas por las mañanas, te pones en el taller a hacer muñecos. Tenemos un taller familiar y ayudo a hacer muñecos de ventriloquía y de hilo para otros profesionales.

P.- ¿Volveremos a ver a Chupagrifos?

R.- El año que viene no. Chupagrifos está en casa, perfectamente cuidado. Allí está. Aunque a lo mejor en el Titiricuenca de dentro de dos años hace una función de despedida. Por decir gracias y aquí se acabó todo.