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"Por mucho que te obliguen, si no te gusta no puedes ser alfarero"

Este conquense de 91 años fue, durante 40, ayudante de Pedro Mercedes en el alfar
"Por mucho que te obliguen, si no te gusta no puedes ser alfarero"
Foto: Saúl García
06/10/2018 - Gorka Díez

Durante cuarenta años, José Martínez (Cuenca, 1927) ejerció de ayudante de Pedro Mercedes (Cuenca, 1921-2008), en el alfar, en estos momentos a la espera de su rehabilitación y apertura al público, del barrio de San Antón.

Sobre todo, ayudaba al genio alfarero en la confección de los jarrones y otros objetos en el torno para que Mercedes pudiera dedicarse a dibujarlos. “Yo hago el cuerpo, y tú le pones el alma, le decía, y le solían gustar mucho estas palabras”, recuerda.

La de José, como la de Pedro, era, cuenta el hijo de este, Tomás Mercedes, una labor muy sacrificada, porque antes de iniciar el trabajo en el alfar había que ir a buscar la tierra a ocho kilómetros de Cuenca, hacer pozos para sacarla, traerla en burros, “en los antiguos carros de volquete”, envolverla, mezclarla con agua, utilizar el torno de pie de toda la vida, el horno de leña… Y todo ello tras levantarse cada día a eso de las siete de la mañana y no abandonar el alfar hasta pasadas las diez de la noche.

En el caso de José, el gusanillo por la alfarería le vino de su hermano, que era alfarero pero tuvo la mala suerte de fallecer en un bombardeo durante la Guerra Civil. “Yo solía bajar a la alfarería y veía a mi hermano haciendo botijos, cántaros, y de ahí me vino la afición: deseaba hacerme mayor para poder ir a la alfarería, como él”.

Considera que la vocación es indispensable para dedicarse a un oficio con garantías de hacerlo bien. “Por mucho que te obliguen, si no te gusta no puedes ser alfarero, como si a uno el padre le dice que tiene que ser médico cuando al hijo lo que le gusta es ser pintor. Si es médico a la fuerza, será un mal médico”.

Ahora que la Casa Zavala dedica hasta el 16 de diciembre una exposición, de nombre ‘Moldeados en tierra’, al que fuera su jefe en la alfarería de San Antón, con piezas que recorren toda su trayectoria varias de las cuales fueron moldeadas por sus manos, José, que ya tiene 91 años pero, pese a algunas limitaciones propias de la edad todavía es capaz de subir al Casco Antiguo andando desde San Antón, no duda en valorar el trabajo de Mercedes. “Al ver su foto he sentido pena, pero cuando veo todas estas obras, lo que siento es vida”.

Porque él no duda en idolatrar a Pedro Mercedes como artista. “Era alguien genial que no se repetía en nada. En sus obras se nota una misma mano pero todo (el cazador, el gallo) es a su vez distinto y tiene vida propia”.

Recuerda que siempre le preguntaba cómo era capaz de sacar tantas cosas de su cabeza. Y que Mercedes, modesto, le respondía con un “si es que no lo sé”. Incluso, pese a que a veces recurría a José para pedirle alguna idea sobre lo que pintar “aunque yo le dijera ‘haz esto’, él hacía otra cosa”. Porque la imaginación, insiste, no le faltaba a quien llegó a ser admirado por el mismísimo Pablo Picasso.