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"Echo en falta una voz un poco más convulsa, más crítica, en la poesía de mi abuelo"

Nieto del poeta conquense por excelencia, Federico Muelas, este actor madrileño recuerda la poesía y la casa de su abuelo en el hocino del Huécar, ahora en un estado ruinoso
"Echo en falta una voz un poco más convulsa, más crítica, en la poesía de mi abuelo"
17/12/2018 - Gorka Díez

Poner los pies en Cuenca es, para Iván Ugalde Muelas, volver a la tierra de su abuelo. Y no hablamos de un abuelo cualquiera, sino de Federico Muelas (1910-1974). “Siento Cuenca como una parte mí que no siento en otros sitios donde también tengo familia. Aunque no haya nacido aquí, para mí es tan importante como Madrid: es mi pueblo”, cuenta.

La poesía de su abuelo y su casa del hocino, en la hoz del Huécar, marcaron su infancia. Porque, aunque no llegó a conocerle en vida (nació en 1975, un año después de la muerte de Federico) hasta los once años pasó los veranos en aquella casa tan plagada de libros y de recuerdos.

“Me acuerdo de extraños paseos, de una pequeña huerta… Para mí era un sitio inmenso, mágico y fantástico. Las vistas eran preciosas, con la parte más saliente que daba a las Casas Colgadas. Un lugar rodeado de los dos ríos, con la montaña, la piedra… Desde luego que tiene algo que invita a la poesía, así que entiendo muy bien que mi abuelo dedicara gran parte de su cuerpo poético a Cuenca”.

La casa, recuerda, fue vendida a la familia Saura cuando él tenía once años y lamenta que, en la actualidad, esté abandonada, con los cimientos derruidos. “En un momento se quiso que la Diputación la comprara para que formara parte de una ruta, reconstruyendo la biblioteca de mi abuelo, pero no pudo ser”.

Lo que resiste es la huella del autor de poemarios como “Vuelo y firmeza” o “Cuenca en volandas”. “Es una persona muy reconocida. Se le sigue editando y siguen saliendo nuevas compilaciones. Recientemente se publicó una de poesía modernista muy interesante, que difiere de su lado más costumbrista y local. Y también está su estatua, sus versos grabados por parte de la ciudad o un colegio a su nombre. Y su poesía se sigue cantando y enseñando en los colegios”.

No le pasa desapercibido que la obra más conocida de su abuelo es la dedicada a Cuenca y su naturaleza. “Los álamos, los chopos, la piedras.. Es una poesía muy bonita, culta, a veces algo más oscura y complicada de leer, sobre todo la de sus últimos años, también muy religiosa, pero muy bella”. Aunque, si tiene que elegir, Iván se decanta por su poesía de juventud, “quizá la más vital”, y por la de entreguerras, del 34 al 36. “Me parece muy potente y desgarradora. Él no tomó partido pero refleja un lamento por lo que está sucediendo en España, por la sangre derramada”.

Perteneciente a la Generación del 36, de la que también formaron parte poetas como Luis Rosales, Leopoldo Panero o José Hierro, puede que a su abuelo le faltara ser más conocido fuera de Cuenca, aunque “también lo fue entre los que conocen la poesía. Pero fueron tiempos difíciles. Hay un poema bastante bonito sobre Lorca, a su muerte, pero, entonces, como Lorca tenía muchos detractores por ser de izquierdas y homosexual, se le recriminó. No es que fuera reprimido pero su poesía, que siguió siendo preciosa, pasó a un plano menos personal: mi abuelo lleva entonces su personalidad al paisaje, algo muy loable, y sigue teniendo gran fuerza poética, pero habla más de la familia… Echo en falta una voz un poco más convulsa, más crítica, pero, insisto: fueron tiempo difíciles”.

Siguiendo la estela de su abuelo, Iván también ha escrito algunos versos. “Me gusta escribir y sobre todo escribí mucho entre los trece y los treinta años, pero mi poesía la tengo guardado en un cajón: soy muy pudoroso. Y más teniendo un ojo tan importante que me mira como el de mi abuelo. A amigos y gente concreta sí se la he enseñado y todavía le cambio cosas”.

Como se gana la vida es como actor. “Es un trabajo bonito, porque hacemos lo que nos gusta y eso da gusto y placer, pero es complicado, porque hay que estar siempre buscando, creando, haciendo… También dirijo (tiene su propia compañía, Teatro Hermético) y, al ser los medios tan precarios, acabas participando en escenografías y vestuarios, echándole imaginación y recurriendo a los amigos. Además doy clases. Esta es una carrera de fondo en la que hay que pensar siempre en el futuro”.