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Trashumancia

La sequía complica la trashumancia en su viaje a las dehesas de invierno

Los hermanos Cardo atraviesan estos días las cañadas reales camino del Valle de Alcudia. La incertidumbre de no saber si las 1.600 ovejas que conducen podrán beber al menos una vez al día es la mayor preocupación.
Fotos: Saúl García
14/11/2017 - C.I.P.

Con la llegada del mes de noviembre cordeles, cañadas y veredas se llenan de vida con el paso del ganado trashumante que en busca de pastos de invierno recorren cientos de kilómetros. Una práctica casi en extinción que en Cuenca tiene continuidad en familias ganaderas como la de los hermanos Cardo, unos de los pocos de la provincia que siguen recorriendo a pie los antiguos caminos del medievo desde la Sierra a las dehesas de invierno.

“En camiones son muchos los que hacen la migración, pero trashumantes somos pocos, apenas tres ganados en la provincia”, señala Manuel Cardo.

Junto a Antonio y Manuel Cardo, hacen la vereda los hijos de este último: Aitor y Claudia, de 21 y 20 años respectivamente. Salieron el 1 de noviembre de Vega del Codorno camino del Valle de Alcudia, en la provincia de Ciudad Real, donde desde hace años arriendan una finca en Mestanza con pastos e infraestructura para que el ganado pase el invierno. En el Pinar de Jábaga se unía a la expedición Cristian, un fotógrafo de Puertollano interesado en vivir de primera mano la experiencia de la trashumancia. Por delante tienen más de 400 kilómetros de camino y no pocas dificultades hasta llegar a su destino. Lo peor, la falta de agua.

La sequía ya supuso una gran dificultad en la subida del mes de mayo. Lo que hizo que los hermanos Cardo, decidieran volver a Vega del Codorno con el ganado en camiones. Ahora, Antonio dice que han dudado en hacer a pie el camino. “Estos días de atrás llovió y nos hemos decidido a salir pero es una aventura”. Y lo es tanto por la vereda, con escasez de abrevaderos, como por los pastos que les aguardan a su llegada a la finca.

“Ya llevamos varios años de sequía que hemos tenido que echar mano de piensos. Este año las cosas pintan mal, nos encontraremos con el pasto que dejamos, pero seco, y para de contar”, sentencia Antonio mientras arrea a las ovejas en su paso por la carretera para que sigan su camino.

En el paso por la rotonda de Chillarón, al igual por el resto de vía pecuaria interrumpida por una carretera, van custodiados por la Guardia Civil, que regula el tráfico para que la expedición trashumante pueda seguir su camino. Las carreteras son solo uno de los muchos inconvenientes que los trashumantes encuentran en las vías pecuarias, invadidas en muchos tramos por cultivos o construcciones que dificultan el paso del ganado y, sobre todo ponen en peligro su conservación.

La sequía complica la trashumancia en su viaje a las dehesas de invierno

“La vereda, si no es por la trashumancia desaparecería y no tiene que desaparecer porque es de todos. Y ni un ingeniero ni nadie que las dirija puede dárselas a un agricultor o a alguien que quiera hacerse un chalé o una nave. Es un patrimonio que hay que cuidar pero falta mucha concienciación”, se queja Manuel Cardo, que destaca la mala situación de la Cañada Real en la provincia de Cuenca.

“En Ciudad Real es otra cosa, porque se han puesto las botas y han arrancado la viña y no dejan que se siembre el cereal de mojón a mojón, se respetan a la fuerza los 75 metros que tiene que tener las cañadas pero en Cuenca es una vergüenza. Quintando Mota de Altarejos que tiene la anchura legal, en otros como Belmontejo no llega ni a los 20 metros. La diferencia es abismal. Nosotros no hacemos más que reivindicar pero el que tiene que oír no oye”.

Con mayor o menor dificultad, el ganado pasa por los estrechos caminos que han quedado en las vías pecuarias; otra cosa, dice Manuel son las discusiones que vienen después con los agricultores si las ovejas se meten en sus tierras. “Pero tienen que aguantarse si se hace algo más de daño. No hay sitio para el paso y si un día las cosas se hicieron mal lo que hay que hacer es deshacerlas y devolver lo que se quitó”. Ahora, en la bajada, el camino en este sentido es más relajado que en la subida al no tener que estar pendientes de guardar la viña o el cereal, pero no por ello dejará de ser dura.

La mayor preocupación es que las ovejas puedan beber al menos una vez al día, y la escasa pluviometría y la escasez de abrevaderos lo está poniendo difícil.

Desde Vega del Codorno hasta la finca ‘El Cañaveral’, en Mestanza, el paso del ganado de los Cardo atraviesa la Cañada Real de Rodrigo Ardaz, la de los Chorros o Cañada Conquense y la Soriana Oriental “que es la que nos lleva a Tomelloso”. A partir de ahí el abastecimiento de agua supone un problema importante. “En la provincia de Cuenca es más fácil, tenemos abrevaderos en la Hinojosa, en Rada de Haro, Las Pedroñeras y en Las Mesas, que es por donde pasamos a la provincia de Ciudad Real. En Socuéllamos, también hay pero a partir de ahí las cosas se ponen mal. Algunas explotaciones ganaderas que tocan la vereda nos dan agua, pero desde Tomelloso hacia abajo está peor. Yo creo que los ayuntamientos tendrían que estar obligados a abastecer a los ganados trashumantes que pasan por sus términos, pero solo el de Manzanares nos ha llevado alguna vez una cuba con un tractor”.

La sequía complica la trashumancia en su viaje a las dehesas de invierno

El reto es poder cubrir ese tramo hasta Mestanza sin demasiadas dificultades. “Las ovejas se matan cuando ven algo verde pero si tiene sed no comen”, añade Manuel Cardo. “La situación se pone difícil este año lo mires por donde lo mires, pero no nos queda más remedio que seguir adelante como podamos”.

Los Cardo llevan toda la vida con el ganado. Manuel a los 10 años empezó como pastor y a los 15 hizo su primer viaje en busca de pastos para pasar el invierno. Eso sí, pastores y ganado utilizaban el ferrocarril, y cuando dejó de funcionar, en la primavera del 94, las ovejas se trasladaban en camiones. Un sistema que sigue siendo el más habitual, aunque en los últimos años la práctica de la trashumancia a la antigua usanza ha empezado a recuperarse poco a poco. La mayoría de pastores trashumantes que se han lanzado a la vereda lo han hecho por razones económicas, los costes del traslado son altos y la ganadería extensiva es uno de los sectores que más ha acusado la crisis.

Según cuenta Antonio Cardo, trasladar un ganado de 1.600 cabezas como el que conducen necesita cinco camiones, lo que se traduce en un coste superior 4.500 euros. Es decir “bajar a los pastos de invierno y subir después en primavera son más de 9.000 euros, y según como están las cosas y los gastos que conlleva el ganado, al final no te queda nada”. Pero esta no es la única razón de hacer el camino a pie. Otra razón de fuerza es la lucha por la sostenibilidad del territorio con el mantenimiento de estos corredores verdes que son las vías pecuarias, y para ello la trashumancia juega un papel fundamental.

Proyectos como el de la Asociación Trashumancia y Naturaleza, a la que pertenecen los hermanos Cardo, han contribuido a la recuperación de esta práctica de siglos. Según la asociación desde que comenzó el proyecto unas 60 familias ganaderas del país han colaborado recorriendo 90.000 kilómetros de vías pecuarias de toda España con una 350.000 ovejas, cabras, vacas y caballerías de razas autóctonas, que según sus datos han dispersado por cañadas, cordeles y veredas unos 100.000 millones de semillas y 60.000 toneladas de abono, contribuyendo así a la conservación de la diversidad biológica y la protección del medio ambiente.

La sequía complica la trashumancia en su viaje a las dehesas de invierno

Hace ocho años que los hermanos Cardo decidieron apostar por la trashumancia y desde entonces algunos ganaderos más de la provincia se han sumado a esta práctica cuya puesta en valor se acrecienta con el reconocimiento como Manifestación Representativa del Patrimonio Inmaterial que, como fórmula de salvaguardia, le otorgaba en abril de este año el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Con todo, y a pesar del fomento que ecologistas y asociaciones hacen de la trashumancia con la organización de cursos y jornadas, son pocos los que se deciden a hacer efectivo ese impulso. La parte económica es una razón de peso para darle continuidad pero conducir al ganado también necesita inversión en la contratación de pastores, la diferencia sumada a “las penurias·” que se pasan a lo largo del mes de media que se emplea en llegar a las dehesas, “ al final no compensa”. Por ello, Antonio Cardo señala que una solución es que la Asociación de Trashumancia y Naturaleza ayude a los ganados trashumantes proporcionándoles pastores.

La sequía complica la trashumancia en su viaje a las dehesas de invierno

Los Cardo hacen el camino en familia y eso siempre ayuda. Esta es la primera vez que la hija de Manuel, Claudia, ayuda a conducir el ganado. Hace dos años que finalizó un módulo de Comercio y al no tener trabajo ha querido ayudar a la familia. Su intención no es seguir la tradición familiar, pero asegura que llegado el caso “si no hay más remedio” no le importaría tener animales y dedicarse al pastoreo. Una profesión que aunque “muy sacrificada y no tan bonita como dicen” pone en valor por su importancia en el desarrollo sostenible del medio rural. Claudia hace el camino junto a su hermano Aitor, que la instruye en el manejo del ganado trashumante. Para él este es su cuarto año de vereda. Una práctica “muy beneficiosa” que considera que se ha olvidado porque parece de otra época. Falta conciencia para conservar nuestras tradiciones y nuestras veredas”, apostilla.