“Si los niños vienen felices, todo lo demás llega solo”
Cuando el teléfono sonó para comunicarle que recibiría uno de los premios del Día de la Enseñanza de Castilla-La Mancha, Asun Flores Vicente (Cuenca, 1976) pensó primero en su familia. Luego, en sus “chiquis”. Después, en cada pueblo por el que ha pasado en veinte años de docencia. “Este reconocimiento es por ellos”, explica mientras recuerda a todos los claustros, ayuntamientos y AMPAS que la han acompañado. “Si no es por ellos, Asun no existe”, resume entre risas.
Su trayectoria se ha construido desde una premisa que repite como un mantra: la felicidad del alumnado es la base de todo aprendizaje. “Lo primero es que estén bien emocionalmente. Cada uno trae su mochila. Si el niño viene contento, lo demás va saliendo”, detalla la docente. Esa ha sido siempre su guía, desde las primeras aulas hasta su destino actual, Horcajo de Santiago, donde tiene su plaza definitiva y donde dice, planea jubilarse. “Estoy tan a gusto que los doscientos kilómetros diarios de carretera merecen la pena”.
En su aula, la jornada no empieza con libros, sino con miradas. “Cuando pasan por la puerta ya sé si vienen contentos o no”, relata. Por eso no duda en parar una actividad si hace falta hablar, escuchar o incluso bailar. “A veces lo que tú crees que va a funcionar ese día no sirve, porque el grupo no está preparado”, señala. La escucha, insiste, es tan importante como la lectura o la escritura.
Esa forma de estar presente provoca situaciones que la emocionan. “Seño, no me quiero ir del colegio”, le dicen a veces. Y ella confiesa que esas palabras la “desarman”. También la desarman los mensajes de antiguos alumnos, incluso aquellos que hoy rondan los treinta y con los que trabajó en FP Básica. “Me escriben todavía. Uno de ellos es profesor. Me encantaría coincidir algún día como compañeros”, comenta con los ojos brillantes.
A Asun le apasionan las matemáticas. Pero no las de la ficha y el lápiz, sino las que están “por todas partes”. “Yo veo matemáticas en todo”, asegura. Y su alumnado acaba viéndolas también: en pasos de peatones, en formas geométricas de una alcantarilla o en una ventana que sirve para explicar simetrías. Este verano propuso un juego: buscar “alcantamates”, como bautizó una madre al reto. Las familias enviaron decenas de fotos y ella montó un vídeo con todas. “Me enorgullece muchísimo”, reconoce.
Su metodología se apoya también en lo sensorial. “Las matemáticas se comen”, explica mientras recuerda talleres en los que sus alumnos analizaban formas geométricas a través de galletas. “Primero tienes que tocar, oler, experimentar. Lo manipulativo es primordial”.
Esta forma de trabajar convive con su participación en proyectos como Mensajes Vitales, una iniciativa internacional que conecta a alumnado y familias mediante pequeñas notas de afecto. “A veces me pongo a llorar al leer lo que me escriben. Les digo: se puede llorar de tristeza… pero también de felicidad”, cuenta.
La vocación, dice, la acompaña desde que jugaba en el barrio de La Fuente del Oro con su hermana (que también es docente) colocando muñecos como alumnos y escribiendo en una pequeña pizarra. “Lo he tenido claro siempre”, subraya. Y aunque llegara tarde a las oposiciones, nunca se planteó otro camino.
Ha pasado por más de una decena de centros: Villa Mayor de Santiago, Cervera del Llano, el antiguo San Julián, Ciudad Encantada, Casablanca, Huete… “De todos tengo buen recuerdo”, afirma. Solo lamenta “la burocracia que a veces nos come un poco”, pero incluso eso queda empequeñecido cuando piensa en el cariño que recibe. Y es que, “al final pones la balanza y sale positivo, pero positivo total”.
Asun repite que una maestra sola puede hacer mucho, pero un equipo puede hacerlo todo. “El claustro es fundamental. Hoy por hoy tengo que dar gracias por la gente que tengo alrededor”, afirma. Lo mismo dice de las familias, a las que integra en talleres, dinámicas y proyectos. “Vamos todos a una: docentes, alumnos y familias. Somos equipo desde el principio”.
Si tuviera que dar un consejo a alguien que se plantea ser docente, lo tiene claro: vocación y creatividad. “No te quedes en lo básico. Mira, lee, investiga, adapta ideas”, recomienda. Y sobre todo, que le apasione. “Porque para hacer de todo, te tiene que apasionar lo que haces”, insiste.
Ella lo tiene tan claro que, si volviera atrás, repetiría el camino sin dudar. “Volvería a estudiar magisterio, pero vamos, de cabeza”, afirma sonriendo.