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Vinos de Cuenca

 

Hablar del vino en la provincia de Cuenca es hablar de historia, de paisaje, de economía, de innovación, de desarrollo y futuro, y también de cultura y de resistencia. De cooperativas que son mucho más que una industria agroalimentaria, son centros de empleo y, por ende, de vida para muchos pueblos. Es hablar de miles de familias que han sabido transformar una tradición centenaria en una industria moderna, competitiva y con vocación de permanencia. El vino, aquí, no es una moda ni una etiqueta. Es territorio.

 Sus más de 190 millones de litros exportados la sitúan en los primeros puestos del ránking nacional. Pero más allá de la cifra, está la gente que hace posible esa cifra. Viticultores que cuidan cada cepa; técnicos, enólogos, comerciales, transportistas… que han hecho del vino conquense un producto de calidad creciente, competitivo y con proyección internacional.

Todo ello sin perder sus raíces, la apuesta cooperativa, la estructura familiar, el arraigo en el entorno rural. En muchos pueblos, la bodega es la única industria, la única alternativa real al abandono. 

El vino conquense se ha ganado, por derecho propio, un lugar destacado en el mapa vitivinícola nacional. Amparado por cuatro denominaciones de origen, con una superficie de viñedo amplia y diversa, y con una estructura productiva basada en el esfuerzo colectivo, ofrece una gama de vinos cada vez más reconocidos por su calidad, autenticidad y capacidad de adaptación a los mercados.

Pero esa apuesta por la excelencia no está exenta de desafíos. El contexto internacional impone incertidumbres que no pueden ignorarse. Los aranceles al vino europeo en Estados Unidos y el riesgo de una reforma agraria lesiva para el campo —con el mayor recorte planteado en la historia de la PAC— suponen amenazas reales para la rentabilidad y la estabilidad del sector. A ello se suman los efectos de la inflación, la competencia global y los retos logísticos para llegar a los mercados en condiciones equitativas. 

En este escenario, apoyar al vino de Cuenca no es solo una cuestión de preferencia gastronómica, es una forma de compromiso con la tierra. Es contribuir al sostenimiento de un tejido económico esencial para el medio rural.

Queda camino por recorrer. En valor añadido, en diferenciación, en marketing, en conexión con el turismo y la gastronomía. Pero la base está ahí: calidad, constancia y credibilidad. Cuenca produce buen vino. Solo necesita que lo sepamos, que lo elijamos y que lo digamos. Porque cada botella que nace en esta tierra lleva dentro mucho más que vino,  lleva una forma de vivir, de trabajar y de resistir.

Consumir productos de proximidad, elegir vinos de nuestras cooperativas y bodegas, recomendarlos, celebrarlos, es también hacer posible que la vida continúe en nuestros pueblos.