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Real Madrid-Barça

Como soy del Celta de Vigo, que jueguen el Barça y el Real Madrid no me quita el sueño. Si veo los partidos es por no dejar solos a mis colegas en el bar. Se ponen tan histéricos que conviene que haya un espectador neutral para evitar conflictos entre las dos Españas. Más de un escupitajo me he llevado. Cosas del fútbol. Mientras no lleguen a meterme el dedo en el ojo, no pasa nada. Aunque el amor a los colores está ahí, yo creo que si tanto engancha el fútbol es porque es una buena excusa para tomarse unas cervezas. El problema está en que, al meter Benzema el gol tan rápido, los madridistas se apresuraron a descorchar el cava y a la media hora ya estaban haciendo el trenecillo. Menos mal que Alexis empató y volvieron a las birras. El camarero se las puso sin alcohol y ni se enteraron. En el descanso, unos cuantos salieron a fumar y hubo quien perdió su silla. Aunque también la dentadura: Pucho se la dejó en el suelo para darle tranquilamente al porro y un mendigo sin dientes que pasaba por ahí se la llevó. Si es que la economía está muy mal. Luego llegó la impotencia madridista y el jolgorio de los culés, que tras el tercer gol se ventilaron las botellas de cava que los blancos habían dejado a medias. No voló ninguna silla, aunque sí que recuerdo ver a Tino, un culé de pro, dando unos saltitos extraños que, según nos dijo, eran una versión libre del aurresku. Yo dediqué el resto de la noche a consolar a una bella madridista ante la que me presenté como amigo de Casillas y Ramos. La trola funcionó. Insisto en que no me quitan el sueño, pero me lo paso genial en los clásicos.