Justicia y coherencia
Antes todo esto era campo. Y, en el caso de Cuenca, ahora también. Porque el campo, la agricultura, es fundamental para nuestro territorio. Los agricultores tienen fama de llorones y acaudalados. Yo no lo tengo tan claro. Una vez más, se movilizan para pedir un precio justo para el cereal. Obviamente, este objetivo pasa de forma ineludible por ser europeísta y pasar de largo de los populismos trumpistas. No se puede pedir un precio justo y votar lo contrario, aunque sea detrás de una bandera. En 1980, la cebada valía entre 5 y 8 ptas/kg (unos 4 céntimos de euro), y el girasol entre 10 y 15 (unos 8 céntimos). En 1980, una hectárea de cebada producía hasta 2.500 kilos en un año de los buenos, mientras que eso ahora sería un año malote. Pasa algo parecido con el girasol. El precio actual: 19 céntimos para la cebada. Pero claro, recuerdo haber comprado la barra de pan en los primeros años de los 80 a trece pesetas (unos 8 céntimos de ahora), y creo que por esos años un café en un bar difícilmente superaba las 20 pesetas (unos 12 céntimos de ahora). Es cuestión de echar cuentas. Esto consiste en acumular y no trabajar; en seguir expulsando gente del campo. Porque, cuando se riega con el sudor del vecino, el campo tampoco es tan duro; porque «los pies y las manos presos, sol a sol y luna a luna, pesan sobre los huesos».