PAÍS DE RICOS
España sigue siendo barroca y el mundo un conjunto de falsas apariencias. En nuestra realidad cotidiana, el efectismo, el dramatismo, la teatralidad y el giro de tuerca sobre lo imposible son consustanciales a la rutina. Así, a muchos españolitos de a pie les bajarán el sueldo cuando se lo suban un 2%, pues el IPC subió un 4%. Nadie se queja. La luz, en desafío a la gravedad y con gran gravedad, solo conoce una dirección mientras que las calles de las grandes multinacionales y partidos son de doble sentido. A Carmona solo le critican los suyos y sus socios. Y en estas llegará un nuevo presupuesto y la Ley de Vivienda que regulará los alquileres. Manos arriba, a la cabeza; todos a la ruina. Entonces miro a mi alrededor y me doy cuenta de que soy el único que no tiene más de diez pisos en alquiler. Siempre he sido un desgraciado, no por desaventurado sino por no tener gracia, ahora también por desdicha. Ahora también, ahora bien, de qué sirve un estado que no puede intervenir en nada, sea alquiler o precio de la luz; de qué sirve una ley si no es de obligado cumplimiento. Quizás ya vivimos la disolución del estado, el traspaso de poder del pueblo al dinero. Y es que, hay quien piensa que solo se puede votar bien si es en libertad; y quien afirma —qué miedo me da— que lo importante no es votar en libertad, sino votar bien. Y es que, no es lo mismo ser un país rico, que un país de ricos.