A mi hermano, Carlos Andrés Zafra Salcedo
“Hola a quien me quiera oír”.
De esta manera solía comenzar mi hermano los escritos a modo de diario en los que volcaba sus vivencias, preocupaciones y propósitos. Porque sí, se repetía y proponía una y mil veces que sería fuerte y que nada ni nadie le cortaría las alas, pero le fue harto difícil.
Como muchas casas, la nuestra tiene una historia y puede que eso marque el carácter de las personas: a algunos les hace más fuertes, para otros es una rémora … pero para todos, es pasado.
Es sin embargo tu presente, cada momento que vives el que determina cómo continúa la vida. En ésta nos movemos en distintos ámbitos y de ellos quizá somos cada cual quienes elegimos el tiempo y la importancia que le queremos dedicar. Mi hermano era soltero, no tenía pareja ni hijos, de modo que se reduce el ámbito al que dedicaba sus pensamientos,…y no solo por la importancia que tiene el ganarse la vida dignamente.
Vaya por delante que yo no soy psicóloga pero quizá mi hermano era una persona hipersensible o al menos muy sensible y no supo comprender (¿quién puede hacerlo?) ni desenvolverse entre quienes necesitan alimentar su ego volcando su propia podredumbre sobre aquel emocionalmente más vulnerable, y que desconocen, entre otros miles de millones de cosas, el principio del RESPETO. Dicho principio no entiende de cargos, escalafones profesionales ni preparación académica. ¡Lo gordo es que de esto también carecen!
La causa técnica del fallecimiento de mi hermanos fue la de parada cardiaca .Con esta moda de la cocina que nos ha invadido hay quienes gustan de aderezar el acontecimiento con otros ingredientes: 35 gramos de “llevaba mala vida”, una cucharada sopera de “no se cuidaba” y un pellizquito de "tomaba de todo” entre otros. Pienso yo,” Madre mía, ¿de dónde han salido tantos facultativos capaces de diagnosticar todas esas causas?”
Mi hermano no era un santo varón ni un ignorante, y llevaba SU vida, como cada quien: ¿perfecta?... ¿qué es una vida perfecta?....Pero si hizo daño a alguien fue a sí mismo ya que tomó la opción de sufrir; sufrir por aguantar y callarse tantas cosas que no entran en el sueldo de nadie.
El mundo está lleno de alfileres y todos tenemos piel, más o menos dura, y en un momento u otro a todos se nos clavan. Aunque suene apocalíptico, esto no es una amenaza, ni siquiera un aviso; es lo que nos acabará pasando, eso sí, a quienes tienen conciencia…., ¡y a los que no también!
El cazador y el lebrel se verán en el mismo plano.