¿Mazón?
Aquí tampoco estuvo Mazón. Esta semana murió Vargas Llosa. Vargas Llosa es uno de esos escritores que han logrado volarme la cabeza dos veces. La primera, cuando leí ‘La ciudad y los perros’; la segunda, cuando leí una entrevista suya. La muerte del escritor coincide con el anuncio de los mandatarios madrileños de ponerle a una calle el nombre de Mario Vaquerizo por ser un referente de la Movida; aunque en esa época no fuese todavía ni adolescente. Eso me ha hecho pensar que —con todo mi respeto a Mario Vaquerizo—, posiblemente, con Vargas Llosa no haya muerto solo el último gran nombre del Boom latinoamericano, sino el último gran intelectual de la derecha en nuestro país. Y con su marcha no solo pierde la derecha, sino que pierde España por la imposibilidad de poder confrontar ideas con profundidad y honestidad, más allá de un titular, una frase ocurrente o ciento cuarenta caracteres. «Me gusta la fruta» puede ser un hexasílabo con mucho gancho entre acólitos y veganos, pero no es el argumento más brillante de la historia. No hace tanto, en este país, la derecha contaba con intelectuales de talla y prestigio.
Y cuidado, que la izquierda puede tener intelectuales, pero si se les silencia para que hablen los campechanos, o ganar dos votos en corto, es que los que dirigen la izquierda tampoco andan sobrados de sesera. Y poca risa, porque simplificando —que no haciendo sencillos— los discursos, es como El capital se convierte en un cuento de hadas; la Constitución, en un almanaque de bolsillo; y la democracia, en memocracia.
¡Viva Honrudas! ¡Viva Leticia Sabater! ¡Y viva la fruta!