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El Orgullo, resistencia democrática

El Orgullo, resistencia democrática

Cada mes de junio alzamos la bandera arcoíris y nos reconocemos en ella. No como un gesto decorativo, sino como un acto político y de memoria. Porque el Orgullo LGTBI no es solo una fecha para celebrar, es una respuesta firme frente a quienes siguen en el empeño de borrarnos, silenciarnos o reducirnos a una caricatura. Es una declaración de intenciones: no nos vamos a rendir.


Este 2025 se cumplen 20 años desde que España aprobó el matrimonio igualitario, una conquista impulsada por un Gobierno socialista que convirtió en derechos lo que antes solo eran anhelos. Un hito que nos colocó a la vanguardia de los derechos civiles, que cambió vidas, familias y el propio sentido de ciudadanía.

 

Puede que una parte de la juventud nacida después de aquel momento no perciba su magnitud, al haber crecido en una sociedad que ya reconocía esos derechos. Pero quienes lo vivimos sabemos que nada fue fácil. Muchas personas se quedaron perplejas cuando el Partido Popular lo votó en contra en el Congreso, lo vetaron en el Senado, y para rematar tras su aprobación, lo llevaron al Tribunal Constitucional y, aún hoy, evita reconocer su error histórico. No olvidamos quiénes dijeron que aquello destruiría la familia o la infancia. Ya que, aunque hayan cambiado los rostros, los argumentos se repiten.


Decían proteger a los menores y en realidad nos señalaban. Hoy vuelve a ocurrir. El patrón es claro: donde gobierna la ultraderecha o donde la derecha se deja arrastrar por ella, utilizan a la infancia como escudo para censurar contenidos, para prohibir charlas, para cancelar actividades culturales. Desaparece la visibilidad LGTBI, lo hacen quitando banderas, eliminando o maquillando presupuestos, vetando palabras y en múltiples lugares si realizan actos, son <<comedidos>>. Dicen defender la libertad, pero se dedican a esconderla. No es un retroceso simbólico. Es una ofensiva calculada.


Por eso este Orgullo también es una trinchera. Una forma de decir basta. Basta de discursos de odio disfrazados de libertad. Basta de utilizar a la infancia para justificar la censura. Basta de borrar a las personas LGTBI. Y lo decimos alto y claro desde Castilla-La Mancha, una tierra que ha legislado en favor de la diversidad, que ha creado servicios especializados, que ha apostado por la visibilidad de la diversidad de orientación e identidad sexual y que poco a poco, pero con paso firme avanza en derechos, a diferencia de los gobiernos autonómicos que están en contra de la diversidad.


Este mes abrazamos a quienes lucharon cuando era más difícil. A quienes aún no pueden estar visibles. A quienes resisten en pueblos pequeños, donde ser LGTBI sigue siendo sinónimo de silencio. Y agradecemos al activismo, a las asociaciones, a quienes tejen redes de apoyo cada día sin pedir nada a cambio. Siempre vigilantes y exigentes. Pues sabemos que sin ellas no habría conquistas ni leyes que valgan. Aquí estamos para escucharlas, dado que escuchar, rectificar y avanzar también es Orgullo.


Por eso, el Orgullo no es solo celebración. Es resistencia democrática. Es memoria viva de quienes caminaron antes que nosotros y es también abrazo a quienes hoy no pueden estar visibles. Porque no todo está conquistado. Ya que aún hay jóvenes que se marchan de sus pueblos por miedo al rechazo. Todavía hay personas mayores que vivieron en el silencio y no han sido resarcidas. Y, en definitiva, aún se nos niega espacio, palabra y respeto en demasiados rincones.


La bandera que colocamos este Orgullo no es una bandera de colores: es una promesa. De igualdad, de justicia, de futuro. Castilla-La Mancha no retrocede. Castilla-La Mancha avanza. Y nosotros, como siempre, con ella.