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Samir Delgado
02/08/2013

Las esculturas de Buenache

La localidad de Buenache de la Sierra atesora un patrimonio singular reconocido por los visitantes que llegan a este enclave de la serranía conquense. Desde la riqueza natural a las leyendas pastoriles de su historia particular, este pequeño municipio de canterías y maderas simboliza un paseo por excelencia al interior profundo de la provincia.


Ya es famoso su museo de zoolitos y las panorámicas excepcionales que ofrece este hábitat rural es garantía de atracción para turistas y amantes de la naturaleza. Sin embargo, a pesar de las bondades paisajísticas y la tranquilidad emblemática del entorno, también Buenache de la Sierra ha sido escenario de los olvidos oficiales hacia las huellas más representativas del acontecer artístico y cultural de Cuenca. Tal como sucede en la ciudad alta de las casas colgadas, el cierre de espacios museísticos y el recorte a la cultura ha ido restando el potencial turístico logrado durante décadas y aumenta el desencantamiento del ambiente creativo que se presupone a una ciudad universitaria integrada a la red de la UNESCO.


En el Mirador de La Torre de Buenache, existen varias esculturas en completo abandono institucional que forman parte de la historia artística conquense. Sus autores, Javier Florén y Marco Viola -ya desaparecidos- ubicaron su lugar de creación en este pueblo a finales de los años ochenta, significándose en el panorama artístico de la época por su originalidad estética y la proyección internacional de sus obras.


Lamentablemente, el área escultórica se encuentra desde hace tiempo en estado de ruina, carente de señalizaciones y atención municipal, además de haber sido objeto de actos vandálicos que han perjudicado gravemente la conservación de estas importantes obras de arte contemporáneo.

Marco Viola

Próximamente la figura del artista italiano Marco Ippolito Viola cumple veinte años tras su desaparición súbita en la ciudad de Cuenca en 1994. La estela de su obra representa al paradigma del creador europeo nómada y transversal de la modernidad tardía, comprometido con el trabajo directo sobre los materiales y una filosofía de vida dedicada a la creación. Tras sus años de formación en Florencia y el paso por ciudades como Nueva York y Berlín, afincó su residencia en Buenache, quedando para la posteridad su obra ‘Surco’ en el Mirador de La Torre, junto al monumento en piedra de Javier Florén, ambas pendientes de rehabilitación y el acondicionamiento de este lugar de interés cultural para la memoria histórica.