"Un exótico turista"

Se llama Doce y ha pasado al menos dos días, los pasados lunes y martes, –tomo la noticia y los datos de uno de los principales diarios de alcance nacional– en el parque natural de nuestra Serranía, en concreto en la pared de un cortado rocoso entre Priego y Cañamares, un punto de nuestra geografía que en principio nos parecería bastante fuera de lugar y uso si se tratara, desde luego, de cualquiera de nosotros, los humanos, pero nada extraño si, cual es el caso, lo que es Doce es un alimoche –ya saben, un ave a medio camino entre las rapaces estrictamente carroñeras y las cazadoras, de tamaño entre mediano y grande y de aspecto inconfundible para quien haya visto alguno alguna vez–. Un alimoche que a sus treinta años, que serían más que envidiables para bastantes, sin duda, de nosotros, pero no desde luego para los de su especie, resulta que es, según dicen los investigadores que le andan rastreando, pues el que pudiéramos llamar el abuelo, por más longevo, de todos los alimoches en libertad que conocen, aunque eso no le haya impedido, vital él, que también este mismo año, haya sido padre. Unos investigadores que llevan ya siguiéndole a Doce las andanzas desde que hace algo más de un año, en 2020 por tanto, que fue cuando se le recapturó –digo se le recapturó porque al hacerlo se constató que ya había sido anillado mucho antes, casi tres décadas atrás, cuando aún no era sino un ejemplar juvenil, en el parque natural navarro de las Bardenas Reales– le implantaron, tal cual que a cualquiera de nuestros coches o nuestro móvil, un GPS, lo que les ha permitido saber que ya anduvo también ese año por nuestros provinciales andurriales, pernoctando entonces en una encina cercana a Cañaveras, en el curso de su anual viaje desde su natal Pirineo oscense, donde vivebuena parte del año, hasta los cálidos parajes africanos del Sahel, entre Mauritania y Mali, para pasar a pleno confort térmico el invierno, cual tantos de nuestros foráneos turistas norteños, en compañía de sus congéneres; un viajecillo de, así como el que no quiere la cosa, unos cuatro mil kilómetros que se van así a sumar a los cerca de ciento setenta mil  –el equivalente a darle, ahí es nada, cuatro veces y pico de vueltas a la Tierra– que sus estudiosos calculan que habrá cubierto a lo largo de su existir en sus anteriores migratorios desplazamientos; un viaje que allá por el venidero marzo volverá a emprender, siguiendo una ruta similar, un  itinerario por el que se mueve, iba a decir como pez en el agua pero será mejor que escriba como ave en el aire, ya que, a estas alturas, sabe más que bien por donde tiene que transitar y dónde puede parar y donde no, ventajas de ser viajero experimentado, que anda que no ha transitado ya veces el trayecto. Son, han sido estos días, una visita y una estancia que a este articulista, por cambiar un algo la habitual temática de sus temas, le ha parecido –me ha parecido, vaya– digno de protagonizar esta semana su comentario.  Buen vuelo, Doce, y buenas vacaciones; por aquí quedamos, a la espera de tu nueva visita en tu viaje de vuelta.