Estatuto de Autonomía
La región celebra el Día de Castilla-La Mancha con la novedad de la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía, que ha sido refrendado con los votos del PP y del PSOE. Acostumbrados como estamos a que los dos partidos mayoritarios estén constantemente enfrentados en la arena política, esta demostración de consenso no hace sino enriquecer la celebración y acrecentar la sensación de que hablando y negociando se entiende la gente. El voto en contra de Vox y las ácidas críticas posteriores hacia la posición de sus adversarios acentúa una vez más las certezas de que a la ultraderecha le viene grande el juego democrático y de que es incapaz de asumir que España es un país plurinacional y prácticamente descentralizado. Un partido que no cree en las comunidades autónomas poco puede aportar a la hora de intentar mejorar la convivencia en esos territorios.
Más de 40 años después de la constitución de las Cortes Regionales nadie puede dudar que nuestra región ha consolidado un marco competencial que en nada tiene que envidiar a los que se desarrollan en la mayoría de las regiones de nuestro país. Las sucesivas reformas del Estatuto han ido adaptando Castilla-La Mancha a las necesidades de cada época y modernizando la legislación conforme a las exigencias normativas que se han ido presentando. Hoy podemos decir que con el nuevo marco aprobado el pasado jueves se refuerzan las garantías en materia de servicios públicos, Sanidad, fiscalidad y prestaciones sociales. También consolida el derecho al uso del agua con carácter preferente y, entre otros avances, fomenta el equilibrio territorial y limita los aforamientos. El nuevo modelo de financiación autonómica pendiente de negociación con el Gobierno central podría mejorar aún más las expectativas de bienestar y futuro de los castellanomanchegos.
Pero el nuevo Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha debe ser enviado ahora al Congreso de los Diputados para que sea aprobado y pueda tener vigencia legal. Es posible que el clima de entendimiento alcanzado en Toledo no tenga su reflejo en el hemiciclo madrileño. En un escenario en el que confluyen varias tendencias políticas y se ponen sobre la mesa intereses espurios a los de nuestra región, sobre todo en materia de agua, no hay certeza de un consenso positivo y nadie puede garantizar que no haya bloqueos ni enmiendas significativas. Será un buen momento para comprobar la buena o mala sintonía que los líderes nacionales de los dos grandes partidos tienen con sus respectivos responsables autonómicos y en qué medida el enfrentamiento Sánchez/Feijóo, con el sempiterno “no a todo” de los populares, puede influir en la aprobación o el rechazo de un nuevo marco legal y competencial que determinaría el futuro inmediato de las cinco provincias castellanomanchegas. Será también una buena oportunidad para determinar si el bien común se impone a la mera confrontación ideológica y a la lucha de egos entre los dos grandes antagonistas en la Carrera de San Jerónimo.