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Antonio Santos
23/10/2023

Encalar

El tiempo pasa y los años se quedan; aunque todo consiste en seguir andando.   Y así, con el paso de los años, es como Cuenca ha conseguido un parecido innegable con la Acrópolis ateniense.  Quizás no te hayas dado cuenta, porque Cuenca es como ese hijo al que ves todos los días sin percibir su cambio, pero del que caes en la cuenta cuando contrastas una vieja foto con el presente. 

Imagino que cuando un turista visita Cuenca y pasa por el futuro supuesto aparcamiento de Adif, por el antiguo edificio de los sindicatos, por la mole del mercado, por la ruina que todavía aguanta apuntalada en Los Tintes o por casi cualquiera de las zonas infantiles de nuestros parques; se va con misma la sensación con la que abandonan la Acrópolis griega los turistas: «Es preciosa pero tenemos que volver cuando la acaben.  Ahora están las cubiertas sin poner, las columnas tiradas y el material regado por el suelo».  No sé qué hacemos, quizás colectores, porque parece que está todo por hacer.  Hay tajo y pocas «marras».  Pero claro, cuando uno ve algunas cosas nuevas como el edificio con pinta de pelotazo playero que están levantando junto al Ars Natura —imagino que por dentro será maravilloso—, se da cuenta de que lo ruinoso y decadente tiene su encanto.