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Dinero para el campo

En estas páginas a menudo invocamos a la sabiduría popular para explicar algunas cosas que sería arduo contar de otra manera.  Por eso vamos a emplear aquello de “quien no llora, no mama” para describir de manera rápida las primeras consecuencias de las semanas de movilizaciones que protagonizan las gentes del campo español, en consonancia con sus colegas europeos.  Salta a la vista que las protestas están calando hondo en muchos sectores, sobre todo en el político, cuyos representantes ya están moviendo ficha hacia izquierdas o derechas según sus respetivas filiaciones. Los de la izquierda, desde su posición en el poder, intentan dar pábulo y cumplir las reivindicaciones de los agricultores, o eso sostienen. Entre tanto, los de la derecha añaden leña al fuego y afean a sus adversarios que no hubieran reaccionado antes de que los tractores ocuparan carreteras y calles, y lo hacen olvidando que la PAC no es cosa de Ferraz o Moncloa y que la Comisión Europea está presidida por una señora que es del Partido Popular Europeo.  En definitiva, el “llanto” en este caso comienza ablandar conciencias y a torcer determinadas directrices políticas que son, precisamente, las que han provocado las lágrimas.

Desde diferentes instancias políticas y económicas, nacionales y comunitarias, ya se habla de suavizar la burocracia y muchas de las medidas agroambientales que están quitando el sueño a los agricultores. El dichoso cuaderno digital parece que, de momento, no se va a implementar y son muchas y variadas las voces que se elevan acerca de controlar las importaciones procedentes de terceros países e impedir la entrada de productos agrícolas cuyos métodos de cultivo tengan directrices sanitarias y ecológicas más laxas que las nuestras. (En este sentido, resulta triste comprobar cómo los términos “ecológico y ecologista” están siendo criminalizados en todo este proceso de movilizaciones). También los diferentes agentes políticos y sociales que intervienen se están conjurando para que se cumpla la Ley de la Cadena Alimentaria, ley, por cierto, contra la que votaron PP y Vox, que tienen muchas ‘velas en este entierro´.  

La sociedad también se está pronunciando a favor de los agricultores porque estamos viendo continuos apoyos por parte de muchos ciudadanos, que soportan estoicamente el tiempo perdido en cortes de carreteras y calles y muestran su comprensión hacia un campo atribulado. Incluso los bancos y las comunidades autónomas están dispuestos a rascarse los bolsillos con ayudas y créditos para el campo. Hasta la fecha, la Consejería de Agricultura de Castilla-La Mancha se compromete a aflojar en primera instancia 20 millones de euros en ayudas agroambientales al girasol, a los que se sumarán otros 25 en la nueva convocatoria para mejoras en las explotaciones dirigidas a jóvenes. Asimismo, un convenio entre la Junta de Comunidades  y varias entidades bancarias de la región va a permitir que cerca de 120 millones se pongan en circulación a través de créditos a bajo interés.  

En definitiva, está quedando claro que las movilizaciones escuecen a los de arriba y están revelando que las posiciones rácanas y excesivamente burocráticas de la Administración comunitaria no tenían mucho sentido si, tan pronto, se muestra dispuesta a relajarlas ante la presión comprometida y coordinada de los agricultores.  Más bien ha dado la impresión de que Bruselas elevaba con escaso tino un globo sonda que estallaba a pocos metros del ascenso y lo hacía en la cara de los promotores de una PAC que puede quedar en agua de borrajas.   El ejemplo de los agricultores, aunque les pese a algunos, debería cundir en otros sectores que quieren mamar, pero no han empezado a llorar.