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Las Noticias de Cuenca
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12/06/2020

Coronavirus

El 13 de marzo, en un ejercicio de responsabilidad, Las Noticias de Cuenca dejó de editar el semanario en papel y se quedó en casa. Durante todo este tiempo no hemos dejado de trabajar para informarles desde nuestro periódico online. Hoy nos vemos de nuevo en los quioscos. La desescalada llega a su fin, pero no la prudencia ni la responsabilidad.

La ‘nueva normalidad’ está a la vuelta de la esquina, pero ya nada será igual. Llegados a este punto de la pandemia con más de cuatrocientos mil fallecidos en el mundo, a día de hoy, y algo más de 27.000 en nuestro país, quizá haya que pararse a reflexionar al margen de las consideraciones políticas. Se trata de algo muy difícil de conseguir porque el bombardeo de información de ese nivel es constante y muchas veces da la impresión de que es algo previamente concebido, planeado, para que, de alguna forma, incluso nuestras más personales consideraciones sobre la epidemia y sus consecuencias se nos revelen impregnadas de demagogia, mediatizadas incluso por mentiras repetidas para crear verdades y por teorías “a posteriori” destinadas a generar confusión y odio.

La muerte aún planea sobre los caminos, como dice la canción, pero no solo sobre los caminos, sino también por encima de los pueblos, las ciudades, los hospitales, las residencias de ancianos, los cementerios… en todo el mundo. Aún notamos su halo helado en el alma de muchos y en el corazón de todos. Y por eso, sería ahora mezquino buscar culpables de algo que escapa a la voluntad humana. A no ser que se demuestre que la Covid-19 es una conspiración siniestra, estamos ante un accidente que nos recuerda que la Naturaleza tiene estas cosas y que, más que esquilmar sus recursos, hay que cuidarla para prevenir nuevos accidentes (que los ha habido y los habrá).

En muchas partes de nuestro territorio estamos ya en la Fase 3. Hasta llegar aquí hemos vivido como en una película de miedo. Calles y parques vacíos, en un silencio de camposanto y escasas salidas a comprar o a trabajar con la ácida sensación de moverse por territorio hostil. Y en la mente la sensación de que en cualquier momento un fallo, un descuido, abriría nuestra puerta al virus y nos abocaría al aislamiento en casa, a las tragedias personales del hospital masificado, de la UCI repleta, de las angustias del respirador…. o del olvido en la morgue. Por eso también resulta mezquino afirmar, como multitud de malintencionados, que este desastre mundial es culpa de tal gobierno o de tal gobernante. Incluso algunos llegan a negar la pandemia, o la infravaloran, como estamos viendo en países gobernado por verdaderos inconscientes. Tal y como se están desarrollando los acontecimientos en todo el planeta, es evidente que nadie estaba preparado para contrarrestar la inusitada capacidad de contagio de este coronavirus ni conocía las particularidades de este cruel enemigo. En el lado positivo, si es que lo tuviera, este nefasto SARS-CoV2 nos está impartiendo una verdadera lección de lo que no hay que hacer y de lo que habrá que hacer. Y, a pesar de su altísimo coste, hay que saber aprovecharla. Se ha demostrado una vez más que la Sanidad pública es un bien irrenunciable escaso, que no solo hay que proteger sino también acrecentar de forma exponencial. Quien piense en recortarla debería firmar su suicidio político. El “bicho” también nos ha enseñado que quien no invierte en Investigación y Desarrollo y dilapida su potencial humano queda a su merced, bien cuando decida volver o bien cuando lleguen congéneres aún más letales y especializados (que los hubo y los hay). La pandemia muestra también que son posibles otras relaciones laborales y sociales y que los gobiernos pueden, y deben, proteger a quienes peor lo están pasando y apoyar a las empresas y a sus trabajadores. Quizá el coronavirus haya también despertado algunas capacidades que la Humanidad, sumida en una globalización consumista suicida, tenía latentes o incluso desconocía.

Ahora que llega la apertura no podemos afirmar que llega la seguridad. El coronavirus sigue ahí, como en el mal sueño de aquel señor del cuento corto que cuando despertó vio que el dinosaurio aun le acompañaba. Sigue siendo responsabilidad de cada cual evitar comportamientos como los que desgraciadamente hemos visto en muchos lugares del mundo. Hasta que no llegue el antídoto, el veneno todavía corre por las venas del mundo.

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