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Una celebración y un debate

El futuro de los museos en comunidades en constante cambio”… La verdad es que no puede ser más acertado el lema –el eslogan si les apetece más el vocablo– que encabeza este año la serie de actividades que desde el pasado miércoles y hasta el 22 de este mes están celebrando y van a celebrar –en concreto en estos nuestros conquenses lares con un total de dieciséis propuestas– el Día de los Museos cuya fecha concreta marcada por el calendario es la de este inmediato domingo. Lo es porque ya desde hace algún tiempo, digamos las últimas décadas, como más que bien ha señalado por ejemplo, entre tantas otras más que autorizadas voces, la profesora de la Universidad Complutense Isabel María García Fernández, la cuestión de cómo las instituciones museísticas –unas instituciones con precisamente tanta y tan decisiva presencia en la oferta cultural no sólo de Cuenca capital sino de otros puntos de la provincia– deben afrontar los cambios necesarios para que “sigan siendo significativas en la sociedad, es decir, para los ciudadanos a quienes representan y sirven”. De ahí el convencimiento de que la idea de que hoy en día la labor de un museo no puede limitarse a la de ser mero escaparate pasivo de su contenido sino que a ello debe unir la de ser motor de actividades con él relacionadas es convicción que ha llegado a ser unánimemente aceptada abriendo un debate sobre, eso sí, una cuestión más que compleja ya que  –y vuelvo a citar textualmente a la profesora García Fernández– “está compuesta de múltiples capas que, en muchas ocasiones, son difícilmente acoplables”. Un debate que ha abierto planteamientos en los que conceptos como museo inclusivo y museo participativo andan sobre el tapete a la hora de hacer cara a cómo, ante los cambios tan significativos que nuestra actual realidad social experimenta en relación con las poblaciones, la tecnología, los métodos educativos, o las propias políticas socioeconómicas, cómo, repito, conseguir que “los museos se conviertan en los catalizadores de nuevas ideas y conversaciones y sirvan como moderadores, más que como simples presentadores de contenidos”. Y es que es evidente que los museos son depositarios de nuestro pasado pero también de nuestro presente –y por tanto de nuestro potencial futuro– pero el tema, o el problema, si ustedes quieren, a arrostrar, es cómo contarlo, cómo ponerlo a disposición de sus destinatarios –y así al servicio de la sociedad–  de una manera fluida y funcional en una tarea por supuesto que no sencilla, en la que estas instituciones, es decir sus rectores y profesionales, habrán de extremar sus conocimientos y experiencia para pasar de ser simples transmisores a activos participantes de cómo esos sus contenidos van a  ser percibidos y comprendidos participando, en interactividad también –y ahí vaya si no es peliagudo el asunto– con quienes han de ser sus receptores, como coparticipantes en la creación de las mejores formas de transmisión de la riqueza y significado de la riqueza de sus colecciones. Labor nada fácil desde luego pero imprescindible que muchas de estas entidades andan ya abordando y para cuyo trabajo de plasmación vayan hoy nuestra gratitud y nuestros mejores deseos de éxito.