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Carretería y más...

A menudo nos preguntamos si resulta creíble una oposición política que sistemáticamente se pronuncie en contra o critique agriamente cualquiera de las iniciativas políticas que surjan de las filas de sus adversarios, aunque sean beneficiosas para la ciudadanía y mejoren su calidad de vida. Tal postura sólo puede indicar dos cosas: o una insana intención obstruccionista o la total sumisión a consignas formuladas desde su cúpula directiva, aunque tales mandatos vayan totalmente en contra de la lógica o de la razón e ignoren las peculiaridades locales de un territorio concreto. En el caso del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Cuenca todo parece indicar que se cumplen las dos opciones. Desde el primer día de la actual legislatura hemos asistido a todo un alarde de oposición torticera exclusivamente destinada a desprestigiar todo proyecto auspiciado por el Equipo de Gobierno, por la Junta de Comunidades, la Unión Europea o por las tres instituciones al alimón. Hemos podido leer y escuchar declaraciones de concejales y dirigentes populares que se contradecían incluso con su propia opinión personal. Todo ello ha coincidido con las tenaces campañas mantenidas desde Génova contra el Ejecutivo de coalición presidido por Pedro Sánchez, que se han reflejado en los ámbitos regionales y locales en toda España y que aún mantienen una pertinaz continuidad.

El último de los ejemplos lo tenemos tras la presentación del proyecto de reforma de la calle Carretería, en la capital, pero también los hemos visto en proyectos tan importantes como el Hospital Universitario, los remontes mecánicos al Casco Antiguo, el parque de turismo activo de Toro Verde, o las actuaciones en los terrenos de Renfe. En todas estas iniciativas, y en otras muchas, la posición del PP ha mantenido su máxima del : “no a todo”, o como mínimo ha marcado reticencias en el tono “sí pero…al final no”.  Tales tendencias nos hacen recordar aquella famosa fábula de la zorra y las uvas. Al ver que no pudo hacerse con un racimo de la parra tras muchos esfuerzos, el animalito masculló aquella legendaria frase: “¡bah, están verdes!”. Da la impresión de que los ediles populares conquenses adquieren en el rostro ese color cuando comprueban que las políticas de la coalición que gobierna desde la Plaza Mayor están funcionando a favor de los intereses de la ciudadanía a pesar de su empecinada negativa. Carretería no es una excepción. Ya en 2012, con Darío Dolz al frente de la Concejalía de Urbanismo, el PP auguró un final apocalíptico de los negocios de la zona y un caos en el tráfico rodado. Trece años después, comprobamos que no ha sido así y que la peatonalización de la céntrica vía ha mejorado la convivencia y la habitabilidad en la barriada y ha situado a Cuenca en la línea urbanística que siguen otras capitales españolas y europeas.

 Las críticas de los populares gravitan ahora en que las inversiones en Carretería se reducirán en relación con el proyecto original, pero olvidan mencionar que con el dinero que se va a emplear, más de 6 millones de euros, se va a dar un paso más en la optimización de la que ya es un área muy valorada no sólo por los vecinos sino también por gente de otros barrios y visitantes de fuera, que pueden pasear por el centro con tranquilidad y disfrutar de los establecimientos allí ubicados, con terrazas incluidas, algo que para los dirigentes populares madrileños confiere glamour a una capital (eso tendrían también que tenerlo en cuenta los munícipes conquenses del PP, que en tan buena sintonía están con Ayuso y Almeida). Está claro que cuanto más dinero, mejor para este tipo de proyectos, pero no está demás tener en cuenta que hay también otras necesidades que cubrir en el resto de la ciudad y que un ahorro en la inversión inicial podría permitir realizar actuaciones en otras zonas deficitarias. Nadie aquí duda de que toda oposición política en un ayuntamiento puede y debe mostrarse en contra de aquello que puede ser perjudicial para los vecinos, pero también es cierto que debe actuar con lógica y verdad y no plegarse a las consignas de quienes no construyen la intrahistoria de una ciudad.