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“La novela negra es un género generoso porque te permite escribir sobre lo que deseas”

Las Casas Ahorcadas, referente nacional del ‘noir’, contará con el creador de Mario Conde y premio Princesa de Asturias de las Letras el 4 de noviembre en la IUMP de Cuenca
02/11/2025 - Eduardo M. Crespo

En Cuenca, la novela negra tiene un nombre propio: Las Casas Ahorcadas. Este club de lectura, nacido en 2010 como una aventura entre amigos, cumple 15 años como referente del género negro en nuestro país. En 2016 fue reconocido como Mejor Club de Lectura de Castilla-La Mancha, 70 socios lectores que se reúnen cada quince días, presencial o virtualmente, para abordar la evolución del género en distintos países y tener encuentros con autores nacionales e internacionales. 

A lo largo de estos tres lustros, Las Casas Ahorcadas, con Sergio Vera al frente, ha consolidado una programación ambiciosa que incluye el Festival Internacional de Novela Criminal de Cuenca, que este año celebrará su decimotercera edición del 4 al 7 de febrero.

Este otoño, la cita más esperada llega el 4 de noviembre, en la sede de la UIMP de Cuenca, con la visita de uno de los grandes maestros de la literatura latinoamericana contemporánea: Leonardo Padura, creador del mítico detective Mario Conde, que cumple también 35 años de vida literaria. “Llevo dos años detrás de él y posiblemente sea el escritor de más prestigio que hemos recibido en estos 15 años; es el broche de oro”.

Con motivo de su visita a Cuenca, conversamos con el escritor cubano sobre el género negro y la evolución de uno de sus personajes más emblemáticos.  

 

¿Qué significa para usted venir a Cuenca en un momento en el que Mario Conde cumple 35 años y poder celebrarlo con un club ya consolidado de amantes del género negro?

Mi visita a Cuenca ha sido un proceso largo, algo que hemos estado madurando desde hace tiempo y que, por distintas razones, no había podido concretarse. Finalmente, está a punto de hacerse realidad, aunque todo depende de que no caiga víctima de alguno de los virus que circulan ahora mismo por Cuba, una verdadera epidemia transmitida por mosquitos. En mi casa, por ejemplo, tengo a tres personas infectadas: mi hermano, mi suegra y mi esposa.

Así que todo dependerá de que ningún mosquito decida inocularme el virus (ríe). Pero, si todo va bien, será una gran satisfacción poder estar con los lectores de Cuenca, con este círculo tan activo de amantes de la novela negra, para hablar de mis libros en general, de La Habana en particular, de Morir en la arena, mi novela más reciente, y, por supuesto, del personaje de Mario Conde.

 

¿Ha cambiado con el tiempo la percepción de que la novela negra es un género menor? ¿Qué le ha aportado a usted como escritor?

Creo que hace ya mucho tiempo que no se puede separar el género negro de la literatura general. La novela policial forma parte del cuerpo central de la literatura contemporánea: se escribe, se lee y sirve para contextualizar temas sociales que van mucho más allá del crimen. Tiene la capacidad de reflejar realidades, sociedades, contextos muy amplios.

Es un género abierto y generoso, porque permite escribir sobre lo que uno desee. En mi caso, he intentado, a través del personaje de Mario Conde, hacer una crónica de la vida contemporánea cubana desde la mirada de mi generación —la misma que la de Conde—, sin dejar de mirar al pasado, pero siempre con Cuba y mi generación en el centro de la reflexión.

 

¿Cuál es la situación actual del género policíaco? ¿Vivimos un buen momento o estamos algo sobrepasados?

El panorama actual es muy complejo, diverso y rico. Hay de todo. Desde una literatura muy comercial y vacía, centrada solo en el entretenimiento, hasta intentos muy serios de hacer gran literatura dentro del género, que es tan generoso en sus posibilidades.

En los últimos años hemos visto un crecimiento exponencial de la novela negra del norte de Europa: Suecia, Noruega, Islandia, Finlandia... escritores como Mankell o Arnaldur Indridason han ampliado mucho el horizonte.

En el ámbito hispano pasa algo parecido: conviven autores de gran éxito comercial —con una literatura a veces de dudosa calidad— con otros que se esfuerzan por mantener un alto nivel literario. Estoy de acuerdo con Eugenio Fuentes cuando dice que a la novela negra se le ha asignado la responsabilidad de ser una especie de crónica social. Y sí, lo es, pero cuando lo hace bien, suele ir acompañada también de una intención artística más profunda.

“Con un tipo como el exdetective Mario Conde es difícil hacer planes; aparece cuando le da la gana”

Mario Conde cumple 35 años. ¿Qué lo impulsó a crearlo y cómo ha evolucionado con el tiempo?

Mario Conde ha ido envejeciendo conmigo. En las primeras novelas tenía 35 años; en la más reciente, Personas decentes, publicada hace cuatro años, ya tiene 62. Ha envejecido no solo física y mentalmente, sino también en su percepción del país.

El mundo de Conde empieza en 1989, en una Cuba que aún parecía estable, pero que pronto se vio sacudida por la caída del Muro, la desaparición de la URSS y el inicio del llamado “período especial”. A lo largo de los años, él ha desarrollado una mirada más profunda: empezó siendo un policía con una visión más investigativa, pero siempre con una sensibilidad social y existencial muy marcada. Hoy, sus novelas son menos policíacas y más existenciales, más sociales.

En Personas decentes, por ejemplo, traté de volver a algunos rasgos clásicos del género, con dos investigaciones policiales dentro de una misma historia, pero el verdadero hilo conductor sigue siendo la historia y la evolución social cubana del último siglo.

 

Sus novelas se traducen y se leen en todo el mundo. ¿A qué atribuye ese interés del lector extranjero? ¿Cree que existe una conexión afectiva con el personaje fuera de Cuba?

Siempre me cuesta imaginar cómo un lector japonés, croata o danés se acerca a mis novelas. Lo entiendo mejor en los lectores latinoamericanos o españoles, que tienen una percepción más cercana de la realidad cubana. Porque mis libros son, esencialmente, cubanos.

Morir en la arena, por ejemplo, es la historia del fin de una generación cubana. Pero creo que mis novelas van más allá del contexto social: tratan de tocar lo universal, la condición humana, y ahí radica quizá la clave para que lectores de culturas tan distintas puedan conectarse con ellas.

Hoy mis libros están traducidos a 32 idiomas, y eso sigue pareciéndome algo extraordinario. Tal vez la razón esté en lo que decía Unamuno hace más de un siglo: que en el arte hay que encontrar lo universal en las entrañas de lo local, y en lo circunscrito, lo eterno. Si he conseguido aplicar esa idea, aunque sea parcialmente, quizá ahí resida el secreto.

 

¿Cuándo volverá el lector a encontrarse con Mario Conde?

Con un tipo como Mario Conde es difícil hacer planes. Aparece cuando quiere, y a veces se esconde. No sé cuándo volverá a hacerlo, pero estoy seguro de que regresará, probablemente en mi próxima novela.

En los últimos años he ido alternando novelas con y sin Conde: La transparencia del tiempo, Como polvo en el viento, Personas decentes, Morir en la arena… Algunas con él, otras no. Pero presiento que en la próxima volverá. Eso sí, será un Conde más viejo, más escéptico, más irónico, más desencantado; fiel a su carácter y a su proceso de envejecimiento, que lo hace ver la realidad desde esa perspectiva implacable que dan los años.