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“El humor es exagerar algo para reducirlo al absurdo”

El mexicano Pablo Helguera expone hasta el 8 de mayo en el Museo de Arte Abstracto ochenta caricaturas que ironizan sobre el mundo del arte
“El humor es exagerar algo para reducirlo al absurdo”
Foto: Rebeca Pascual
06/03/2022 - Dolo Cambronero

Su obra ‘dispara’ contra el ecosistema del arte contemporáneo, ironizando con un fino humor sobre sus actores, espacios e interacciones sociales como inauguraciones y fiestas. Ochenta de las caricaturas del artista Pablo Helguera (Ciudad de México, 1971), antiguo director de Educación del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, conviven hasta el 8 de mayo con la colección permanente del Museo de Arte Abstracto de Cuenca en una irreverente muestra-intervención con la que este especie de antropólogo invita a la reflexión.          

 

Las caricaturas de la exposición parecen exageradas. ¿O la realidad supera la ficción?

El humor es eso, exagerar algo para reducir al absurdo una situación. Por ejemplo, este artoon, en el que aparecen un marciano y un hombre ante un cuadro, con un pie que dice que la proveniencia de la obra le parece un poco sospechosa, trata un tema central en el mundo del arte: si la obra que uno está adquiriendo tiene una procedencia nítida o clara. Hay dudas acerca de dónde provienen ciertos cuadros.

Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis robaron un montón de obras de coleccionistas judíos. Y un tema importante hoy en los museos es si cierta obra de Cézanne o de Picasso proviene de un coleccionista o marchante que estaba conectado con los nazis. Es un enorme problema que se exagera en la representación de este artoon. También es un problema filosófico de dónde viene el dinero que apoya a los artistas, si fue conseguido de manera ética. Cada uno de estos dibujos tiene un contexto de esta naturaleza.

Esta otra pieza [en la viñeta aparecen dos hombres frente a un pedestal vacío, con un texto que dice: ‘El artista es conceptual; la obra, inmaterial; el acuerdo es verbal y solo aceptamos pago en efectivo’] hace referencia a la obra del artista conceptual Tino Sehgal, que es muy interesante. Sus performances no pueden ser ni grabadas ni fotografiadas. No hay manera de que un museo pueda conseguir registro alguno de la obra incluso si la adquiere. La única manera es si se cuenta porque ya tienes el conocimiento para representar esa performance.

Es tradición oral totalmente. Es fascinante esa idea. Yo jugué con esa idea de cuáles son los extremos a los que llega el arte conceptual. Hay muchos ejemplos de artistas que han hecho obras invisibles. La obra no está ahí, es inmaterial, la compra es verbal y lo único que es real es el dinero [risas]. Eso no puede ser invisible. Tú no te puedes imaginar que te estoy dando el dinero. Te lo tengo que dar [más risas]. Apunto a una pequeña ironía o hipocresía acerca del extremo al que uno se atreve a llegar con la producción de lo inmaterial.

 

Como educador, ¿cree que el humor está desaprovechado con fines didácticos para ayudar a reflexionar sobre temas complejos?

Creo que no se utiliza. Lo que se da muchísimo y es muy útil es el juego. Es algo que a veces se desacredita a los educadores: ‘Ustedes solo juegan con los niños’. Pero el juego es un aspecto central del ser humano. Todos estamos jugando constantemente, entreteniéndonos con los teléfonos... Jugar y hacer arte son cosas muy vinculadas. De hecho, cuando un educador invita a un público a trabajar con él, lo invita a romper esos patrones de comportamiento que uno suele tener dentro de un museo para hacer algo diferente: un dibujo o jugar con movimiento o con algo con lo que no has jugado en tu vida. Esto es increíblemente liberador. El juego nos ayuda a reflexionar acerca de cosas sobre las que no habíamos pensado antes. En ese sentido, no se usa exactamente el humor pero abrirse a nuevas experiencias puede ser muy revelador y muy positivo.

 

 

 

“Jugar y hacer arte están vinculados. Cuando un educador invita a un público a trabajar con él, lo invita a romper el comportamiento típico en un museo”

Quería ser pintor pero dice que cuando empezó a estudiar se dio cuenta de que el arte iba ya por otros derroteros. ¿Cómo definiría ahora su práctica artística?

Cuando uno comienza tiene unas ideas un poco maniqueas de lo que es el arte. Lo ve como algo muy específico. Piensa: ‘Soy pintor, escultor, artista de vídeo o de performance...’. Yo tenía esa tendencia. Estaba convencido de que haría pintura y punto. Pero al estudiar en el Instituto de Arte de Chicago y específicamente al trabajar en un museo de arte contemporáneo me empecé a dar cuenta de que las prácticas artísticas del posconceptualismo trascienden los medios. Es decir, uno como artista hace un vídeo, una instalación o una serie de fotografías o dibujos pero realmente el medio no es tan determinante como la práctica misma del artista. Si bien yo he gravitado en torno al dibujo y a la perfomance, soy consciente de que una idea sobre la que estoy investigando  puede requerir otras maneras de resolverla. Puede ser crear un diorama, una composición musical, vitrinas o grabaciones fonográficas… En fin, para mí, la investigación de un problema conlleva encontrar el medio en el que este se puede resolver. Respeto mucho a los artistas que sí se declinan por su medio pero a mí me interesa mucho más el sustrato conceptual y la manera en que esto se puede representar de manera más apropiada.

 

Remontándonos a sus orígenes, ¿cuándo empezó a dibujar?

Yo nunca dejé de dibujar. Comencé desde niño y continué haciéndolo. Esa tendencia a comunicarse con el dibujo siempre estuvo ahí. Después, hacía caricaturas para mi familia, mis amigos… pero no las mostraba al público. Y no fue hasta que comencé con este proyecto que presenté estos dibujos de forma pública.

 

¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Estoy tratando de hacer una performance en la que estos artoons cobren vida. Es uno de los proyectos que quiero hacer para este otoño. No sé cómo irá [risas]. Ya veremos.