“Hemos vivido la buena época del pequeño comercio y los clientes eran nuestros amigos"

Tras más de cuatro décadas detrás del mostrador, Pepe y Eduardo Bodoque han bajado la persiana de su carnicería en Hermanos Becerril “para siempre”. Con 67 y 65 años respectivamente, los hermanos Bodoque se jubilan dejando atrás no sólo una empresa familiar a la que se han dedicado en cuerpo y alma, sino una forma de entender la vida y el negocio de barrio.
“Hemos vivido la buena época del pequeño comercio. Los clientes eran nuestros amigos, era algo familiar donde se estrechaban lazos. Nos divertíamos mucho con la gente porque la carnicería era punto de encuentro y de amistad” recuerda Pepe Bodoque, con el que recorremos el interior de la mítica carnicería Hermanos Bodoque, hoy vacía y desangelada, pero en la que aún habitan dos enormes plantas que han cuidado con mimo durante años “y que pronto cambiarán de destino”.
Pepe y Eduardo se jubilan con la sensación de haber trabajado mucho y bien, “y con el orgullo de haber formado parte de varias generaciones de carniceros, tanto en Chillarón como en varios barrios de Cuenca capital”.
El de Pepe y Eduardo no ha sido un trabajo sencillo, ni mucho menos. Los domingos viajaban a los pueblos a comprar el cordero y el ganado que mantenían en un cebadero de Chillarón, más tarde “seleccionaban las piezas más adecuadas” y se encargaban de que la carne llegara a la tienda con la máxima calidad. “Siempre hemos procurado cuidar mucho el producto. Hasta el aceite que usábamos para hacer los pinchos morunos era el mejor que encontrábamos. No utilizábamos cualquier cosa”, nos cuenta Pepe, quien considera que sus “recetas únicas” hacían que los chorizos, morcillas y embutidos artesanos fueran los productos más demandados por los clientes y clientas de Cuenca.
Pero más allá de la carne, había otra cosa “muy especial y única” que se cocía en la tienda de los Bodoque: la vida de barrio. Los hermanos Bodoque han llegado a asistir a bodas de hijos de clientes, con quienes a lo largo de los años han compartido preocupaciones y celebrado alegrías.
“El contacto directo no tiene precio”, asegura Pepe. Y claro, no es de extrañar que cuando anunciaron el cierre de la carnicería más de un cliente rompiera a llorar.
Pero el mundo ha cambiado y el sector ha tenido que adaptarse a los cambios. Si en los años 80 había en Cuenca más de 50 carnicerías, hoy apenas sobreviven una decena. “La burocracia nos ha ahogado. Está todo pensado para que las grandes superficies se queden con el mercado”, lamenta Pepe Bodoque, para quien la venta por internet tampoco era una salida: “salía más caro el porte que el producto”.
El balance de más de 40 años al frente del negocio es, sin duda, altamente positivo: una empresa sólida, clientes fieles y el respeto de todo un gremio que antaño estuvo muy unido. “Ha sido muy gratificante. La gente nos mira con mucho cariño y con eso nos quedamos”, nos dice Pepe, que añade entre risas: “Mantener durante 43 años un negocio compartido entre dos hermanos y sus respectivas esposas, trabajando codo con codo, sacándolo adelante, y discutiendo lo justo ha sido todo un mérito”.
Con el cierre de la Carnicería Hermanos Bodoque se cierra una página de la historia del negocio tradicional en Cuenca. Pepe y Eduardo se han propuesto ahora “disfrutar de la jubilación” sin mostrador y sin horarios de por medio, pero con la satisfacción de haber dejado una huella indeleble en el corazón de Cuenca y en el de muchos conquenses.