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“Fernando Zóbel hizo de Cuenca una marca artística”

El poeta, ensayista y traductor Amador Palacios inaugura su faceta de novelista con ‘El abrazo de la soledad’, una meditación filosófica sobre la vida, la muerte y la soledad
“Fernando Zóbel hizo de Cuenca una marca artística”
Foto cedida
03/08/2025 - Eduardo M. Crespo

Como diría el escritor y filólogo Antonio Lázaro, Amador Palacios (Albacete, 1954) es un poeta de guardia, un poeta de esos que lo son veinticuatro horas al día durante todos los días del año. “Un poeta por encima de todo” que también ha cultivado de manera muy extensa el ensayo y la traducción poética a lo largo de los años. 

Biógrafo de Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo y Dionisio Cañas, Amador Palacios se adentra por primera vez en la novela con ‘El abrazo de la soledad’, algo que deseaba hacer en su carrera literaria “porque en una novela cabe todo”. ‘El abrazo de la soledad’ gira en torno a la existencia de un personaje, de nombre Aldo, que reflexiona sobre la vida y sobre distintos fenómenos de nuestro tiempo.

“La novela recorre diferentes fases de su vida y el lector va a encontrar entre sus páginas las consecuencias de su existencia” nos cuenta Amador Palacios, quien diferencia dos partes en la novela, una primera parte “muy reflexiva donde el personaje habla del progreso, la civilización y de esa época del franquismo que le tocó vivir siendo niño” y una segunda parte “más activa” en la que aparecen otros personajes y hasta que el personaje central muere, “como debe ocurrir en toda novela que se precie”.   

Aldo, viudo de tres mujeres con el mismo nombre, ha llegado a la edad de 70 años y decide vivir el tramo final de su existencia en un monasterio “como el hermano lego” en lugar de hacerlo “en el horror” de una residencia de mayores: “Acostumbrado a alojarse en hospederías de monasterios a lo largo de su vida, Aldo ingresa en un monasterio con un medio hábito y hace lo mismo que hacen sus compañeros, orar, aunque él no sea creyente, y trabajar. El ora et labora”. 

Una meditación sobre la vida “con distancia” es la clave de una novela y de un personaje donde el tiempo, la muerte, la soledad, la civilización, la idea de Dios y la idea de escribir están muy presentes.

‘El abrazo de la soledad’ es una novela que está dominada por la reflexión y la meditación y que hace honor a los autores preferidos de Amador Palacios, como son el filósofo Emil Cioran y el escritor Thomas Merton, un monje trapense que estuvo casi toda su vida en una abadía de Estados Unidos. “Era un escritor con una libertad enorme a la hora de escribir, a pesar de ser clérigo”, afirma Amador Palacios, uno de los mayores especialistas sobre el movimiento vanguardista llamado el postismo.

“Me ha interesado mucho la poesía española durante el franquismo y en mis ensayos me he preocupado mucho de analizar el mundo de la poesía y sobre todo de la poesía española de ese periodo”, detalla Palacios.

En el terreno de las traducciones, Amador Palacios se ha centrado principalmente en traducir poesía de la lengua portuguesa, tanto de los autores portugueses como brasileños: “He traducido a Cesário Verde, Camilo Pessanha, António Nobre, y a poetas contemporáneos amigos míos como Casimiro Brito y Eduardo Pita. Si hablamos de autores brasileños fui el primero que sacó un libro de Lêdo Ivo y he traducido a Vinicius de Moraes. Poesía, ensayo y traducción, tres cosas que son un buen complemento de la labor del escritor”, nos cuenta Palacios, quien cita al poeta Ángel Crespo al afirmar que “un poema traducido se incorpora a la lengua de llegada como si fuese ya un poema de la lengua de llegada”.

LA CUENCA DE ZÓBEL

Académico de la Real Academia Conquense de Artes y Letras y muy amigo del poeta José Ángel García, Amador Palacios ha vivido casi toda su vida en Toledo, aunque desde su juventud se siente muy vinculado culturalmente a Cuenca. 

“Fue en los años 80 cuando el poeta conquense Enrique Trogal organizó unas jornadas de poesía en Cuenca, fueron unas jornadas asombrosas y vinieron poetas italianos, portugueses, franceses y españoles muy relevantes. Nos alojábamos en la Posada San José, el hotel más bonito del mundo, y ahí adquirí conocimientos frecuentes de gente de Cuenca”, recuerda.

Amador Palacios era muy joven cuando conoció a Fernando Zóbel, el artista que logró que Cuenca pasara de ser “una ciudad de sotanas y burguesía rancia” a ser “una marca artística”. “Era una época en la que trataba con muchos pintores y poetas y desde Toledo cogíamos un autobús para estar en Cuenca con Fernando Zóbel en lo que se conocía como el casinillo del museo”, recuerda Amador Palacios, quien nos confirma que está trabajando con enorme ilusión en la que pronto va a ser su segunda novela.