Más entrevistas: Olivia del Saz Ortega Jairo Cárcaba José María Albareda Jorge Sánchez Albendea Andoni Sierra Ron Darío Dolz Julián Recuenco Araceli Cuerda Alejandro Moya Mabel Lozano

"Es el cuadro el que me habla y me dice cómo quiere que lo haga”

Aficionada a la pintura desde niña, tener una familia le obligó a aparcarla hasta que, en compañía de su hijo, se apuntó a las clases de pintura de Emilio Morales. Y de ello hace ya diecisiete años
"Es el cuadro el que me habla y me dice cómo quiere que lo haga”
Foto: Saúl García
29/11/2018 - Gorka Díez

Son en torno a un centenar los alumnos que cada año acuden a la Escuela de Pintura de Emilio Morales para iniciarse en el arte pictórico o desarrollar su técnica. Y una de las más asiduas, fiel a la escuela desde hace ya diecisiete años, es Mari Carmen Ayllón Zafra (Cuenca, 1962), a quien la pintura y el dibujo atrajeron desde niña pero que no fue hasta alcanzados los cuarenta cuando se decidió a acudir a clases y dedicar a ellas su tiempo libre.

“La primera vez que toqué los pinceles y el óleo, en Las Benitas, ya me entró el gusanillo, y pinté durante unos años. Siempre que me preguntaban qué quería ser de mayor respondía que pintora, escritora o diseñadora de moda. No tenía otras palabras”.

Eran no obstante tiempos en los que todavía no existía la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, y si uno quería estudiar para ser pintor “tenías que tener muchísimo dinero para irte a otro sitio”. Cuenta que incluso su abuelo, que en los años treinta del pasado siglo estudió con Marco Pérez en la desde hace años desaparecida Escuela de Artes y Oficios, donde por las noches aprendió a dibujar con carboncillo, lo tuvo que dejar porque “la vida te hacía tener que trabajar y no podías perder el tiempo estudiando”.

En su caso, fueron “los críos, los padres, la casa”, los que la obligaron a aparcar el lienzo hasta que, cumplidos los cuarenta, apuntó a su hijo Pablo, que entonces tenía ocho años, a la escuela de Emilio Morales y, tras un año llevándolo y recogiéndolo, se dijo: “¡Qué tontería, voy a pintar yo también!” Y ahí sigue.

“Para mí es un hobbie que me gusta y me relaja mucho. A veces hago dibujo, otras pinto, otras hago acuarela, otras me encargo de los niños... Y aunque hoy ya puedo pintar sola prefiero seguir viniendo a la escuela que quedarme en casa”.

abierta a la variedad de técnicas pictóricas

Como pintora, se considera abierta a las distintas técnicas. “No tengo un estilo o un patrón determinado, sino que siempre digo que es el cuadro el que me habla y me dice cómo quiere que lo haga: según la foto que tenga pienso en que tengo que hacer una pintura realista, usar la espátula, la brocha grande...”

No tiene tampoco ninguna influencia clara. “Todos los pintores te influyen un poco y de cada uno coges algo. Puede que el que más me haya influido sea Emilio, porque quieras o no siempre nos encauza un poco hacia su técnica (la pintura por etapas, consistente en pintar por medio de capas transparentes de color hasta configurar el color total), pero nunca nos impone un modo concreto de pintar: él te dirige y te dice que esto es así o de otro modo, pero yo siempre he dibujado a mi manera”.

De lo que reniega es del abstracto, tan presente en la ciudad. “Como no lo entiendo, no me llama y no me dice nada. Me puede gustar el color, pero nada más”.

Al llevar diecisiete años en la escuela, ha producido tanto que ya no le queda espacio en casa para colgar los cuadros. “Tendré fácilmente unos cien, así que ya no hago muchos más porque no tengo sitio. Algunos los he tenido que desarmar para guardarlos enrollados. Lo que sí hago son dibujos y acuarelas, más fáciles de conservar”.

Venderlos, reconoce, estaría bien, pero, salvo que uno tenga nombre, no lo ve factible. “Lo que he hecho mucho ha sido regalar. O hacer cuadros que me han encargado en plan familiar y que, entonces, no puedes cobrar”.

La esperanza está en que su hijo, que tras once años en la escuela de Emilio Morales se matriculó y graduó en Bellas Artes y en la actualidad cursa un módulo de cómic, sí pueda dedicarse al arte, en concreto a la ilustración. Supondría conseguir aquello que no lograron ni su madre ni su abuelo. Y, por el momento, en el camino está, colaborando con publicaciones como Psicoesfera, donde firma con el seudónimo de Sabedile, y con el respaldo de quien, además de ser su madre, conoce muy bien el mundo de la pintura. Y lo que esta engancha. “Ojalá tenga suerte”, concluye.