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Cuando la vida golpea... y el pueblo resiste

‘Azote’ es la primera novela del poeta manchego Antonio Maldonado, un tributo al mundo rural y a sus valores para el que el autor recurre al realismo mágico
Cuando la vida golpea... y el pueblo resiste
30/11/2025 - Eduardo M. Crespo

La vida golpea, el pueblo resiste. Quizá esta frase es la que mejor resume la esencia de Azote, la primera novela del poeta Antonio Maldonado (Villamanrique, 1989) en la que el paisaje rural, la memoria y los vínculos invisibles tienen una fuerte presencia. Y es que es el pueblo -la tierra- el que sostiene la naturaleza de este libro, una tierra de la que Maldonado no se desprende jamás a pesar de la distancia física y de su trabajo como profesor en un instituto de Madrid. 

Villamanrique, nos cuenta, aparecía muy pocas veces en los titulares de la prensa, y cuando lo hacía era por un motivo tan frío como el PIB. ¿Fue aquello el origen de Azote?, le preguntamos. “Mi pueblo ha salido varias veces en la lista de los diez pueblos con menor Producto Interior Bruto y eso me dolía. No quería que se le conociera por una cifra, quería mostrar lo que no se contabiliza: la solidaridad, el cuidado, la identidad de seguir perteneciendo a un lugar... aunque estés lejos. Eso es riqueza y es cultura”, explica. 

Así que, sí, ese fue el impulso, el de intentar contar la verdad. Esa verdad compleja y no contable. La verdad de lo que permanece, aunque no aparezca en las estadísticas. Maldonado rechaza además esa idea de la España vaciada. “No considero que esté vacía. Hay menos gente y menos oportunidades que en la ciudad, pero mucho amor por la cultura. He querido rendirle un homenaje al mundo rural y a sus valores”.

 

EL PESO DE LA VIDA

En Azote, el pueblo se llama Belmontejo de la Sierra, el nombre antiguo de Villamanrique, un escenario que reproduce el ritmo de lo rural a lo largo de décadas: “El escenario tiene sus aspectos más idílicos, sobre todo del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Se ve la evolución de las personas y de los diferentes grupos sociales”.

La novela es coral y en cada capítulo un personaje secundario coge el micrófono y cuenta su historia. “El protagonista principal es el pueblo”, afirma Maldonado. Los personajes rotan, entran y salen. “La gente va y viene, demostrando que no somos nada, que el espacio es más importante que nosotros”. 

Algunos personajes de la novela nacen de la memoria familiar. Entre ellos, figuras tan diversas como un antiguo maestro, inspirado en el docente que formó al padre de Maldonado: “Me llevé una sorpresa porque ese maestro existe y tiene 87 años”, cuenta. Otros personajes que están presentes en la novela son el joven que regresa, una terrateniente marcada por generaciones, una mujer lesbiana que vive su libertad en un entorno pequeño y algunas familias llegadas de la ciudad durante la pandemia.

Aunque la novela está anclada en la realidad, Maldonado introduce elementos de realismo mágico. “La vida a veces es demasiado dura. Y la realidad, si la cuentas tal cual, puede hacerse insoportable. El realismo mágico me sirve para suavizar, para embellecer el golpe sin negarlo”. Entre sus influencias, menciona Cien años de soledad, Canto yo y la montaña baila, y Poeta en Nueva York. “Más que libros, para mí son atmósferas”.

En la portada del libro aparece una imagen poderosa: una vista del propio pueblo y un puño que lo golpea. “La fotografía es mía”, comenta. “Quería mostrar la fuerza del lugar, el peso de la vida allí”.

Tras su presentación en la Biblioteca Aguirre de Cuenca y en otras ciudades de la región, Azote ha agotado ya su segunda edición, un éxito editorial que ha emocionado a su autor: “Estoy muy agradecido. Que un libro llegue así a la gente es algo que no puedes planear”. Y añade: “Ya estoy escribiendo la siguiente novela, no sé cómo será aún, pero estoy dentro de ella y eso es lo importante”.

Si algo queda claro es que, para Antonio Maldonado, escribir va mucho más allá del hecho de crear historias. Escribir es también comprometerse, preservar la memoria y tender un puente de reconocimiento y cariño con aquello que de verdad nos sostiene.