"Aquí empezó mi abuelo, siguió mi padre y sigo yo"

Tres momentos han marcado la historia de una de las carnicerías más queridas e icónicas de la parte antigua de Cuenca, tres momentos que se resumen en tres fechas clave, cuando menos, curiosas: 1933, 1953 y 1993. Y en cada uno de esos años “acabados en tres”, tres nombres con el apellido Caracena al frente de la tienda: el de Eugenio, Asterio y José Eugenio; el abuelo, el padre el hijo.
Hubo un tiempo en el que el Casco Antiguo de Cuenca “era otra cosa”, era un lugar bullicioso “lleno de vida de barrio”, donde los quehaceres cotidianos se desarrollaban “sin restricciones y con absoluta naturalidad”. Eran años en los que en la parte antigua de la ciudad vivían mayoritariamente ciudadanos conquenses y donde la convivencia entre ellos era algo más que un cruce de miradas o un cortés ‘buenos días’. Aquellas eran vidas entrelazadas.
En el día a día de esas calles del Casco Antiguo, uno de los comercios de referencia desde hace más de 80 años es Carnicería Caracena, cuyas puertas se abrieron a comienzos de los años 30 con una intención muy clara y noble: “ofrecer siempre calidad y mimar a nuestros clientes”.
“En septiembre voy a cumplir 65 años y ha sido toda una vida dedicada a la carnicería, aquí empezó mi abuelo y siguió mi padre, que se jubiló con problemas en las cervicales, y después continué yo que me vine desde el Mercado de Santa Ana, primero a ayudar a mi padre y después a hacerme cargo del establecimiento”, nos explica José Eugenio Caracena, quien dice haber sentido el cariño de los vecinos a lo largo de los años, vecinos de vidas sencillas y vecinos ilustres, como Gustavo Torner o Fernando Zóbel.
“La gente del barrio es espectacular y la hemos cuidado igual que a las personas con renombre. Es gente de toda la vida, que te valora y te mima. Y no solo hablamos de gente de Cuenca, sino de muchos otros sitios de España que nos conocen, conocen nuestra calidad y son clientes de muchos años”, explica Caracena.
“Por aquí han pasado clientes ilustres como Gustavo Torner o Fernando Zóbel y han recibido el mismo cariño que los vecinos del barrio de toda la vida”
El carnicero de toda la vida sabe lo que busca el cliente, sobre todo el ama de casa, cuya compra es un termómetro perfecto para entender cómo está la economía de un barrio, de un pueblo y hasta de un país. Los conquenses consumimos bastante pollo, cerdo, conejo y cordero, y los clientes de fuera se decantan más por los productos típicos de la gastronomía conquense, como el morteruelo, los zarajos o el ajoarriero, que Caracena elabora sin conservantes de ningún tipo.
El tiempo pasa, pero hay cosas que permanecen inalterables, como la fachada de la carnicería Caracena en la calle Alfonso VIII de Cuenca, un negocio que ha sido testigo de la Guerra Civil, la posguerra, la transición a la democracia o la apertura de nuestro país a Europa y al mundo. En el Casco Antiguo de Cuenca, también hubo un antes y un después.
“La Plaza Mayor latía y ahora hay gente que tiene una casa a la que viene solo en Semana Santa o en San Mateo y el resto del año está cerrada”, nos cuenta José Eugenio, para quien los apartamentos turísticos están consiguiendo que “al menos haya más movimiento los fines de semana”.
José Eugenio se muestra partidario del transporte público “que por poco dinero te sube al Casco y puedes disfrutar de buenos bares, negocios y restaurantes” sin necesidad de mover el coche para que los conquenses volvamos a disfrutar de “un barrio maravilloso y auténtico”.