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Día Internacional de la Mujer

Tres generaciones de maestras

Teresa Marín (1933), Ana Rosa Bodoque (1963) y Lourdes López (1998) comparten pupitre y conversación sobre noventa años de educación en España
Tres generaciones de maestras
Fotos: Marta Feiner
06/03/2020 - José An. Montero

Teresa Marín regresa a la que fuera su facultad durante los últimos treinta años de su vida profesional. Nacida en 1933 en Cañete sigue siendo Catedrática de Pedagogía y Doctora en Historia de la Educación. Hace 18 cursos que se jubiló, casi la misma edad de los estudiantes que hoy habitan las aulas. El universo parece estático para los que viven el día a día, pero para ella todo parece nuevo. Ningún estudiante la reconoce, tampoco las conserjes: “Ya no queda ninguna de las de mi época”. Se para en cada detalle de un centro del que fue la primera mujer directora.

Cada rincón le evoca recuerdos y amigos. Risas y nostalgias en una vorágine de sentimientos que a sus 87 años ya no quiere disimular. Inició su vida profesional en Italia y a principios de los setenta regresó a España de la mano de los entonces jóvenes profesores Virgilio Zapatero o Gregorio Peces-Barba, iniciando una carrera investigadora centrada en recuperar la memoria de las mujeres intelectuales de la II República y los métodos pedagógicos que la Guerra Civil y el Franquismo eliminaron de las aulas. Una tarea que aún no ha completado manteniéndola activa intelectualmente porque sigue siendo la misma mujer enérgica que fue.

Maestra de los hoy profesores, los que la reconocen y retroceden también a su juventud de estudiantes cuando doña Teresa era una de los modelos a seguir. En el aula de Plástica, esperan la que fuera su alumna y hoy vicedecana y profesora titular, Ana Rosa Bodoque, y Lourdes López Marcilla, estudiante de tercer curso de Educación Infantil. Sesenta y cinco años separan a Teresa de Lourdes, treinta con Ana Rosa. Tres generaciones de maestras comparten pupitre y conversación.

“¿Qué te impulsó a dedicarte a la pedagogía y a investigar?”, le pregunta Lourdes. “Conocí a Virgilio Zapatero, Gregorio Peces Barba, José Laporta, que eran muy avanzados. Entonces iban a dar clase al Colegio Universitario de Cuenca. Acababa de sacar la Cátedra y me ofrecieron trabajar con ellos. Estaban trabajando en un estudio para sacar a la luz a las personas que habían sido sepultadas por el franquismo. Me pidieron que hiciera la parte de investigación sobre educación”, cuenta.

“Cuando llegó el franquismo eliminó los métodos pedagógicos más innovadores y a los maestros que los habían traído. Comencé a investigar en el CSIC a aquellos que habían estado por Europa buscando métodos modernos, como los de Pestalozzi y Montessori, o el de Froebel. Encontré más de 3.000 personas que habían ido a Europa a traer métodos nuevos de educación”, relata.

Continúa diciendo que empezó a estudiar y le salieron cinco tomos. “El Consejo Superior de Investigaciones Científicas me publicó parte de la tesis. Después me centré en las mujeres, que eran muchísimas. Maestras rurales que iban a París. Son cartas deliciosas. Todavía hay muchas cosas que investigar”, indica.

A la mujer se le ha asignado de forma tradicional el papel de maestra. Como es la que pare...

Lourdes explica que en su clase, de unos cincuenta alumnos, solo hay dos chicos. “Tradicionalmente a la mujer se le ha asignado el papel de maestra. Como es la que pare, se le ha asignado el papel de madre, de dulzura, de cariño, del cuidado de los niños”, apunta Teresa.

“Los hombres que están en Educación Infantil también son muy buenos y los niños se adaptan perfectamente. Para ellos no hay diferencia entre un maestro y una maestra”, indica por su parte Ana Rosa.

La vicedecana narra la historia de Natividad Soriano, hija y nieta de maestros, que le contó lo que tuvo que sacrificar para ser maestra porque entonces pocas se casaban. “Ella no lo hizo porque tenía que cuidar de sus hermanos. Si eras maestra ya no podías hacer otra cosa”, señala, a lo que Teresa confirma que “era una vida semimonjil”.

Aunque reconoce que el machismo todavía persiste en muchos lugares, dice que “es una gloria comparada con otras épocas: “Yo he vivido otro mundo. Recuerdo que cuando era directora de la Escuela de Magisterio de Cuenca organicé un curso de educación sexual y se corrió la voz por la ciudad de que en ese curso se hacían prácticas. Imagínate. Cuesta mucho romper esas barreras, además si eres tú la que las rompes te llaman de todo.Toda esa lucha nos hemos traído”.

Tres generaciones de maestras