Es noticia en Cuenca: Día del Libro UCLM Cuenca Programa Semillas Ayuntamiento de Cuenca Educación ASAJA Cuenca ADOCU Cuenca
Covid-19

"Hemos tenido que estar unidas, como un equipo, para salir adelante"

Adriana Bollo, jugadora de rugby y enfermera en una residencia de Cuenca, relata la dura experiencia a la que ha tenido que hacer frente
"Hemos tenido que estar unidas, como un equipo, para salir adelante"
Foto: Las Noticias
26/04/2020 - Mario Gómez

Adriana Bollo es jugadora del Club Rugby A Palos femenino que esta temporada veía como competía por primera vez en un torneo federado como la 2ª Territorial Valenciana. Pero a nada de encarar los últimos partidos de esta campaña, ‘Adri’ como la conocen sus más allegados ha tenido que jugar un partido mucho más duro del que nunca habría imaginado ser parte.

Esta joven conquense es enfermera de una residencia de mayores de la capital conquense en el que la pandemia de la COVID19 ha afectado considerablemente por desgracia al sector de la población más vulnerable. Tras semanas de combate, Adriana nos cuenta que está “agotada mentalmente", pues "ha sido una carga de trabajo muy grande a lo que se une el lidiar todos los días con duras situaciones”.

Como ocurre en otros casos de trabajadores que han tenido que mantenerse al pie del cañón ante el estado de alerta, el “desconocimiento” y el posterior “miedo” provocado por la falta de información para actuar ante la situación son dos de los factores a los que han tenido que sobreponerse “como se podía”.

“Ha sido todo algo surrealista, al principio veíamos esto del virus como algo súper lejano, poco a poco veíamos como se iban restringiendo rutinas hasta el punto que no creíamos que un residente no pudiera salir a pasear”, explica esta enfermera.

“Cuando tuvimos que reaccionar lo hicimos como pudimos, porque no sabes cómo actuar. Muchos enfermaron rápidamente, había situación de colapso y no parabas de aprender cosas día a día, porque cambiaba la manera de actuar. Sientes miedo al ver lo que pasaba con este virus, veías como gente con la que pasabas los días, por mucho que hicieses se terminaba yendo. Era una sensación de impotencia brutal, te frustras porque no puedes hacer más de lo que haces, porque son residentes pero para nosotros son como familia, estamos a diario con ellos, los conocemos a todos”.

En este escenario tan difícil, Adriana explica la importancia del “sentirse unida a tus compañeras como si fuéramos un equipo” un elemento fundamental para poder enfrentar tal difícil tarea como es su trabajo. “Hemos estado codo con codo en cada momento, el ver que si caes, alguien estaba ahí para animarte e impulsarte a seguir adelante ha sido esencial, porque son momentos que nunca crees que ocurrirían”.

A día de hoy, la rutina de Adriana ha cambiado por completo. Al llegar al centro realiza toda una lista de acciones necesarias para salvaguardar su salud como la de sus residentes. “Nada más entrar te limpias las zapatillas, te cambias de ropa, el mono, luego te pones otra capa, las gafas, las mascarillas… en ese sentido tenemos algo más de tranquilidad porque sí ha habido momentos en los que no teníamos materiales ni monos, pero gracias a las donaciones de muchísima gente como mascarillas o buzos hemos salido adelante”.

Ahora, la situación va acercándose a una calma restringida al hecho de que los residentes no puedan salir de su habitación como principal medida de seguridad. “Para animarlos se hacen video llamadas con las familias, se le hacen vídeos o llamadas, ese momento es mágico y muy emotivo y te hace olvidar de lo mal que lo hemos pasado. Vamos notando la evolución, también hay muchos asintomáticos y otros que se están recuperando y eso anima muchísimo”.

Ella, al igual que muchas de las personas que trabajan en residenciales y que han estado luchando día a día por parar los efectos devastadores de una pandemia, son el reflejo de la pura valentía que sigue trabajando en silencio, mientras las cifras se publican a diario y otros temas de carácter altamente irrelevante inundan lo que oímos, es por ello necesario contar el sentido, por qué y, sobre todo, el por quién nos asomamos todas las tardes a las ocho a aplaudir por nuestras ventanas y balcones.