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Covid-19

Las trabajadoras de ayuda a domicilio frente a la Covid-19

Una auxiliar empleada en El Herrumblar cuenta cómo está viviendo la crisis el sector, en el que se han dado de baja usuarios por miedo
Las trabajadoras de ayuda a domicilio frente a la Covid-19
02/05/2020 - Dolo Cambronero

Su jornada laboral arranca levantando a una mujer mayor dependiente de la cama. Después, viene el aseo personal. Para María, de 41 años, guardar la distancia de seguridad para protegerse de la Covid-19 y proteger al tiempo a los usuarios de la ayuda a domicilio a los que atiende es bastante difícil. En algunas tareas, imposible. De todas formas, asegura que, aunque trabaja con población de riesgo y a pesar de las circunstancias, está “tranquila”. No obstante, lanza una petición: “Me gustaría que nos hicieran test”.

Durante la crisis desencadenada por este coronavirus se ha visibilizado la importancia que tienen los cuidados para la sociedad aunque el sector de la ayuda a domicilio, feminizado, está poco reconocido, lamenta María.

Aunque estudió Auxiliar de Enfermería, trabaja en la ayuda a domicilio en El Herrumblar desde el año 2000, salvo algunos parones entre medias para el cuidado de sus hijos. Contratada por el Ayuntamiento de la localidad, su empleo consiste en atender a personas mayores y, aunque sus tareas varían según el grado de dependencia de los usuarios, se ocupa de labores de limpieza, del aseo personal, de prepararles la comida y de hacer recados. “Lo que te demanden”, explica.

Desde que se desató en nuestro país la emergencia por la Covid-19, su trabajo ha cambiado sustancialmente. “Cuando empezó todo, notábamos que había recelo en algunos usuarios”, cuenta. De hecho, algunos de ellos se dieron de baja temporalmente del servicio, que es atendido por seis profesionales en esta localidad. Así que, de atender a cinco personas con las que cuenta que se estrechan los lazos y los afectos, pasó a ocuparse solo de dos mujeres dependientes durante esta crisis.

Reconoce que entiende que los usuarios, población vulnerable y potencialmente de riesgo ante esta enfermedad, y sus familias tengan miedo de ella porque está “entrando y saliendo” de otras casas. Pero el temor es de ida y vuelta y a María también le preocupa contagiarse en los domicilios en los que desarrolla su labor durante su jornada laboral, de 25 horas a la semana.

Desde el Ayuntamiento les facilitaron mascarillas quirúrgicas y guantes, y un restaurante les proporcionó gel hidroalcohólico. “Y mi marido compró más mascarillas por internet”, señala, asegurando que el número que les dieron en el trabajo no era suficiente. Después, reclamaron y también les entregaron pantallas y una bata.

GUARDAR LA DISTANCIA DE SEGURIDAD

Desde que comenzó esta situación, se lava las manos continuamente para minimizar los riesgos y utiliza una bata en cada casa. El problema viene a la hora de guardar la distancia de seguridad para evitar contagios. “Tengo que levantar de la cama a una usuaria que no puede andar aunque, dentro de lo que cabe, intento acercarme lo menos posible durante el día”, indica, añadiendo que a la mujer le cuesta entender del todo la situación que vivimos y siente miedo. La otra persona a la que atiende, enferma de Alzheimer, no es consciente de la emergencia actual.

Aunque una buena parte de su jornada la dedica a labores de limpieza, cuenta que le gusta atender a dependientes porque a veces se ocupa también de tareas como la administración de medicamentos o la toma de tensión, encuadradas más en el área de auxiliar de enfermería en el que ella se formó.

Dice, aunque con prudencia, que está relativamente tranquila porque durante este tiempo no se ha notado ningún síntoma: “Ni me he resfriado. ¡Menos mal!”. Pero sí reivindica que les hagan las pruebas a las auxiliares de ayuda a domicilio para dar más seguridad a los usuarios y a las familias, tanto de estas personas como de las suyas.