Cuando Myroslav Pushkedra llegó a Tarancón en mayo de 2022, con solo nueve años recién cumplidos y una guerra marcando el destino de su país, no imaginaba que apenas tres años después recibiría un reconocimiento público por su capacidad de integración. Este viernes, el Gobierno de Castilla-La Mancha le entrega un galardón en el acto institucional del Día de la Enseñanza, un premio que este joven ucraniano vive con una mezcla de sorpresa, orgullo y gratitud.
Myroslav nació en Ivano-Frankivsk, una zona del oeste de Ucrania menos castigada por el conflicto armado, pero su familia decidió poner rumbo a España cuando la invasión rusa trastocó la vida del país. Eligieron Tarancón porque allí ya residían sus abuelos y tíos, aunque para él, que nunca había estado en España, todo era nuevo. “Era la primera vez que venía. Pero me adapté bien”, recuerda con timidez.
Su llegada coincidió con el final del curso escolar. Se matriculó en el colegio Duque de Riansares, donde comenzó un proceso de integración que, aunque ahora parezca sencillo, requirió esfuerzo. “No sabía nada de español. Al principio me comunicaba en inglés, y luego fui aprendiendo”, explica. En poco tiempo no solo dominó el idioma, sino que logró encajar entre sus compañeros, hacer amigos y seguir el ritmo de las clases sin dificultad.
Myroslav destaca que la buena acogida de compañeros y docentes facilitó bastante su integración
Este curso estudia 1º de la ESO en el IES La Hontanilla y reconoce que el sistema educativo español le gusta “mucho más” que el ucraniano. Destaca el ambiente, la cercanía de la gente y la ayuda constante del profesorado. “Aquí la gente es más simpática. Por eso también me integré rápido”, afirma.
Cuando le comunicaron que recibiría un reconocimiento por su integración, apenas podía creerlo. “Me puse muy contento. Pensé en todo el esfuerzo de aprender el idioma y adaptarme”, cuenta. Su historia es, precisamente, el reflejo de lo que busca destacar este premio: la capacidad de superación, el esfuerzo personal y el valor de una escuela que acompaña y acoge.
Myroslav habla ya con naturalidad de su futuro. Quiere terminar sus estudios en Tarancón y, aunque no descarta regresar algún día a Ucrania, tiene claro qué desea ser de mayor: profesor.
“Me gustaría ayudar a niños que vengan de situaciones difíciles, como me ayudaron a mí”, confiesa.