
El mundo rural es mucho. Es calidad de vida, desarrollo para nuestra región y nuevas oportunidades. Castilla-La Mancha no se entendería sin la importancia del medio rural y sin la valiosa aportación de las mujeres. “Mujeres que sostienen nuestra tierra”, reza el lema elegido por el Gobierno regional para conmemorar este 15 de octubre, Día Internacional de las Mujeres Rurales, cuyo acto institucional se celebra este año en la localidad ciudadrealeña de Almagro.
“Somos una región eminentemente rural y en la provincia de Cuenca el papel de la mujer es fundamental para fijar población”, nos explica la delegada de Igualdad, Ana Eloísa Olmeda, para quien el reconocimiento y la visibilización de la mujer rural son muy necesarias. Hace unos años, nos cuenta, las mujeres no tenían posibilidad de ser titulares de las explotaciones agrarias. Hoy, gracias a la ley de titularidad compartida, “las mujeres se van incorporando más a la agricultura” y son el motor de nuestros pequeños municipios.
Los doce Centros de la Mujer de la provincia de Cuenca realizan hasta el 19 de octubre más de 60 actividades para recordar la importancia de la mujer en el mundo rural.
El Día de las Mujeres Rurales pone el foco en ellas, en quienes garantizan la vida, el equilibrio y la continuidad de nuestros pueblos. En nuestra provincia, las mujeres rurales son agricultoras, sí, pero también técnicas, empresarias, gestoras, enólogas o ganaderas. Y todas ellas comparten y asumen un mismo desafío: mantener vivo su territorio.

MUJER EMPRENDEDORA Y PRODUCTORA
“La mujer rural es hoy el factor clave para el desarrollo y la estabilidad del mundo rural”, afirma con rotundidad María José Cañaveras, responsable de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) en Cuenca, cuyo objetivo es impulsar la igualdad, el emprendimiento y la formación en toda la provincia. “Siempre se ha dicho que la mujer fija población, y es verdad. Si la mujer decide quedarse en el pueblo, la familia se queda. Si la mujer no encuentra su sitio y se marcha a la ciudad, al final arrastra a todos”.
María José Cañaveras vive en La Alberca de Záncara y sabe bien lo que significa combinar trabajo y familia en el medio rural: “Las mujeres rurales llevamos una mochila importante porque cuidamos de los hijos, de la casa y de los mayores… pero ahora esa responsabilidad empieza a compartirse con nuestras parejas. Eso nos permite dedicarnos a nuestra profesión o a nuestros propios negocios”.
Sin embargo, factores como la despoblación se convierten en el principal obstáculo: “La población está cada vez más envejecida y eso va unido a la pérdida de los servicios públicos. Es fundamental mantener esos recursos para que los pueblos sigan vivos. Hay que apoyar a quienes decidan quedarse. Las ayudas del Gobierno regional a la incorporación a la agricultura están siendo clave”.
“Es muy importante reivindicar el papel de la mujer como productora y trabajadora del mundo rural. Visibilizar su aportación social y económica”
FADEMUR trabaja para dar respuesta a los grandes desafíos. De hecho, en la provincia de Cuenca desarrollan el proyecto ‘Equilibrio e Igualdad para las Mujeres Rurales’, financiado por la Diputación Provincial. Talleres presenciales sobre consumo de cercanía, mercados de emprendedoras y actividades de empoderamiento artístico forman parte de esta iniciativa. “Hemos hecho murales en seis municipios pintados por las propias mujeres de las asociaciones. Es una forma de dejar huella en su pueblo y ha sido muy gratificante”, explica Cañaveras.
Otra línea de trabajo clave es la creación de una red de espacios seguros contra la violencia de género “para que cualquier mujer pueda pedir ayuda incluso en municipios donde no hay centro de la mujer ni presencia policial”.

Cañaveras subraya que Internet ha abierto una puerta inmensa a las mujeres rurales como herramienta para “romper el aislamiento” y que permite teletrabajar, vender productos y formarse. Pero el cambio, insiste, pasa también por combatir los estereotipos: “A veces desde las ciudades se piensa que la mujer rural es la que está en la cocina o en el campo. Y no. En los pueblos, las mujeres estamos en todos los sectores. Es importante reivindicar el papel de la mujer como emprendedora, productora y trabajadora del mundo rural. Visibilizar su aportación social y económica”.
Un ejemplo de esa diversidad y empuje lo representa Rosalía Molina, enóloga y propietaria de Bodegas Altolandon, en Landete, en plena Serranía de Cuenca. Llegó hace más de 30 años desde Requena y convirtió un sueño en un proyecto vitivinícola que hoy exporta a más de 25 países. “Empecé haciendo vino casi por hobby, en casa, con mi marido. Quitamos los muebles del salón par aponer barricas. Y así nació la bodega”, recuerda entre risas.
Para Rosalía, ser mujer rural hoy es un privilegio: “Hace quince años hubiese dicho que era muy difícil, pero ahora hemos avanzado y me siento muy orgullosa. Vivir y trabajar en el medio rural es una elección, no una renuncia. Y lo veo también en la gente joven que llega con ganas de emprender, de quedarse, de apostar por su tierra”.

En el relato de Rosalía Molina hay pasión por su trabajo, conocimiento del mundo rural y altas dosis de realismo: “El mundo rural tiene una calidad de vida increíble, pero hay que ponerlo en valor y hacerlo posible. Aquí hay futuro, hay posibilidades y hay espacio para crear. La vida rural es intensa, auténtica y tiene mucho que ofrecer”.
La tecnología, afirma Rosalía, ha abierto las puertas al mundo, pero si hay algo importante para el desarrollo rural es el arraigo: “tener aquí la sede, vivir aquí, que tus hijos crezcan en este entorno y, al mismo tiempo, estar conectados con el mundo”.
Y es que la convicción de la mujer rural es compartida: Sin mujeres no hay pueblos. Y sin pueblos, no hay futuro.