
Todo comenzó en Huete. Fue allí donde Mercedes de Loro y María Teresa Bermejo, “vecinas y amigas de toda la vida”, decidieron transformar un campo de lavanda en algo más que una plantación. El resultado fue un proyecto vital y profesional que ha unido tradición, artesanía y amor por la tierra. Diez años después, su empresa, Lavandaña, es un símbolo de emprendimiento femenino en el medio rural, y que se ha hecho merecedor de uno de los reconocimientos de la Junta por el Día Internacional de la Mujer Rural.
“Es una alegría porque vemos que el trabajo que hacemos nosotras y otras muchas mujeres rurales va dando sus frutos”, nos cuenta Mercedes, cuya historia se suma a la de otras emprendedoras que, con esfuerzo y decisiones valientes, han logrado alcanzar sus objetivos.
Lavandaña nació hace una década después de que Mercedes y María Teresa realizaran un curso organizado por el Ayuntamiento. “Nuestros hijos ya eran mayores y teníamos algo más de tiempo. Fue entonces cuando mi marido, Pedro, nos dijo que podíamos disponer de su campo de lavanda para hacer con él lo que quisiéramos”, recuerda Mercedes. Aquel gesto de Pedro fue el germen de un negocio que poco a poco fue creciendo y que se distingue por su apuesta decidida por la artesanía. En Lavandaña podemos encontrar jabones, geles, colonias, textiles y licores, todos inspirados en la lavanda.
“Nuestro valor añadido es que somos artesanas, somos miembros de Artesanos de Cuenca y buena parte de nuestra producción es artesanía pura. No solo vendemos lo que producimos y hacemos artesanalmente nosotras, sino que tenemos artesanía de un maestro vidriero de Cuenca, de un maestro alfarero de Brihuega y artesanía en bisutería de otros jóvenes de la zona”, explica Mercedes, quien siempre tuvo clara la idea de ofrecer un producto auténtico, fabricado con mimo y raíces: “En Lavandaña todo gira en torno a la lavanda: desde los estampados de nuestros textiles hasta la crema de licor o la ginebra que elaboramos”.

ESFUERZO Y ORGULLO
Aunque su hogar y su plantación están en la localidad de Huete, fue en Brihuega donde Lavandaña encontró su escaparate perfecto en el que ofrecer sus productos y experiencias. De hecho, Mercedes y María Teresa gestionan las visitas a las Cuevas Árabes, un monumento local ubicado en el corazón del casco histórico.
“Ser mujer rural es un esfuerzo y un orgullo”, asegura Mercedes, cuya reflexión sobre el papel de las mujeres en el medio rural es más que esperanzadora: “El entorno rural ya no es ese lugar cerrado de antes. Nuestros hijos pueden estudiar, trabajar y salir al mundo. Hay igualdad de oportunidades y solo hace falta tener ganas. Pienso en todas las mujeres de generaciones pasadas, en lo que lucharon para que nosotras podamos estar aquí… ser mujer rural es algo muy grande”.
Aunque el camino sea duro, las mujeres que sueñan con emprender desde el pueblo “tienen que hacerlo y no quedarse con las ganas”, nos dice. Poner corazón y cabeza, estudiar bien el tipo de negocio que se quiere desarrollar y elegir el lugar idóneo para hacerlo son algunos de los ingredientes necesarios, “porque si se tienen ilusión y ganas, se puede”.
En cada producto de Lavandaña hay algo más que una esencia. Hay raíces, sororidad y esperanza. Mercedes y María Teresa lo hicieron posible y han demostrado que el emprendimiento rural puede oler a esencia de lavanda y a futuro.