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Eduardo Soto
Eduardo Soto
31/05/2020

El virus, el IMV y el campo

Este virus ha logrado que un gobierno apruebe el Ingreso Mínimo Vital, el IMV, en un tiempo récord. Es una prestación para los hogares en una situación de pobreza estructural que correrá a cargo de la Seguridad Social. No piensen que esto es lo normal. Podría haberse pasado la legislatura en un sí es no, en un “Quizá más adelante, lo estamos estudiando”, o incluso en un clásico “No es el momento”. Desde luego, no verán que se aplique algo así en el gobierno de Trump y es difícil que uno conservador en nuestro país hubiera promovido algo semejante. El IMV va a generar borrascas de tinta.

Se hablará de cómo se garantiza, de la insuficiencia y casuística de los complementos y los tipos de familia, de la arbitrariedad en los requisitos de acceso, de beneficiarios oportunistas, de a quién le hacen y a quién no los test de riqueza. A los que les sirven la comida en la mesa les parecerá que ya están los manirrotos regalando “su” dinero (siempre les parece que cualquier dinero lo es) a los parásitos. Lo cierto y verdad es que se atenderán inequidades que llevan décadas supurando malestar, servirá para que muchos niños no lleguen a la hora de comer con angustia, para que no haya madres y padres pensando en delinquir o en el suicidio.

Consideren que los 3.000 millones de euros que van a sacar de la pobreza extrema a 800.000 familias es la misma cantidad que el Estado tiene que abonar a las concesionarias de autopistas para rescatarlas de la crisis anterior. El IMV va a ser de gran utilidad para equilibrar desigualdades y para que muchos esquiven el bache, principalmente aquellos que llevan el volante de su propia vida. Será fundamental para las proactivas y las emprendedoras, para las que no se dejan caer en la indolencia. Me temo que no les aliviará ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo, a quienes esperan que el Estado les pague las cervezas repanchingados frente a la upantalla.

Lo que tengo meridianamente claro es que el IMV puede significar una oportunidad extraordinaria para que muchas parejas jóvenes, sin o con una criatura o con ganas de tenerla, se replanteen su modus vivendi. Una prestación mensual de 738 € en una gran ciudad es muy poca cosa. Muchos alquileres de cuchitriles cuestan más que esa cifra. Si has de salir a buscar trabajo necesitarás pagarte el transporte. Añade la luz, el gas, la calefacción, el teléfono. De comer ni hablamos. A los jóvenes, esa fuerza natural que promueve todos los cambios de la historia, les hablo.

Huid de la gran ciudad. Hay una gran España vacía esperándoos con alquileres asequibles en pueblos deliciosos, sin contaminación, sin ruidos, sin presiones diarias, sin necesidad de abono transporte. Pueblos en los que vuestros hijos pueden jugar en la calle sin miedo al asma o a ser atropellados. Donde pueden completar el número mínimo para reabrir o mantener una escuela a la que pueden llegar andando o en bicicleta, en la que los recreos son en el campo, en la que la comida sale del huerto y no del telepizza.

Pueblos de vuestros padres o abuelos en los que quizá ya tenéis una casa. O pueblos en los que os vais a estrenar. Toda una aventura, sí. Una aventura hacia adelante, no una espera agónica en la ciudad enferma. Venid al campo, venid con vuestras ideas innovadoras, con vuestra formación y cultura, venid con ganas de trabajar. Ahora podéis dar el salto, podéis inaugurar una nueva era rural insuflando vuestro ímpetu de juventud en una sociedad moribunda y aún deseosa de pasar el testigo de sus conocimientos ancestrales. Hay mucho que hacer por aquí. Tendréis tiempo para plantar un huerto de veras, y hacer ejercicio con oxígeno real. Te quedará espacio en el día para estudiar, para jugar con tus hijos, para convivir y ayudar a tu comunidad. Qué oportunidad para restañar las heridas ecológicas, para reducir tu huella de carbono, para reconstruir el paisaje y revitalizarlo con energías renovadas y renovables, para hacer arte, música, para investigar, para hacer realidad la política participativa, para poner en marcha comunidades energéticas que os hagan independientes de las compañías y adictos al sol.

No esperéis cambios fabulosos para cuando pase la pandemia. Quizá el crecimiento económico no vuelva, o regrese tarde, y sin IMV. Actuad ahora. Coged el IMV y volad lejos, allí donde os necesitan para recuperar el tejido social, para recobrar la fertilidad de la tierra, para proteger a los bosques, para empezar a descontaminar las aguas y la atmósfera. Muchos no se quieren enterar; cuando se comprenda, como hoy entendemos la pandemia, que la emergencia climática es el asunto más vital de todos, estos serán los verdaderos oficios, los más valiosos para sanar y volver a darle sentido a la palabra futuro.

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