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Trece miradas

Desde el pasado martes la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la madrileña calle de Alcalá, cuelga en su sala de exposiciones temporales –bajo el título de “Centenario en la Academia”– trece pinturas de gran formato de Gustavo Torner realizadas entre 1077 y 2008, enmarcadas por tanto en la que los comentaristas de su obra han calificado como su “etapa de madurez”. Muy variadas formal y conceptualmente y procedentes todas menos una –“Quevedo en Roma” que forma parte de la propia colección museística de la institución académica– de colecciones particulares, la mayoría de ellas nunca expuestas en público hasta ahora, lo que les añade un especial plus de interés, configuran un excelente y a la par didáctico ejemplo –esas trece miradas a las que aludo en el título de estas líneas– de esa confluencia  de tradiciones y saberes culturales a la par que de recursos, técnicas y procedimientos plásticos, que caracteriza el hacer de nuestro paisano en este año en el que, como se alude en la denominación de la exposición, cumple los cien de su trayectoria vital. Comisariada por el crítico Arturo Sagastibelza –el mismo, por cierto que organiza ya también la que el próximo otoño conmemorará por estos nuestros lares la efeméride con otra muestra centrada en su caso en su quizá serie más emblemática, “Vesalio, el cielo, las geometrías y el mar” –, la Real de San Fernando rinde así especial homenaje a quien desde el 24 de enero de 1993 ingresó en ella como académico de número. Pintor y escultor, una segunda faceta creativa que las propias calles madrileñas testimonian con realizaciones como “Reflexiones” que ubicada en la plaza situada junto a la calle Princesa y muy próxima a la Plaza de España y que, precisamente por la presencia en ella de esta obra torneriana, ha pasado a ser mucho más conocida popularmente como la Plaza de los Cubos que por su nomenclatura oficial, “Plaza-Escultura” instalada en el museo al aire libre del puente de la Castellana o “La rectitud de la cosas (V) en los jardines de la Fundación March, como bien recordaba en su intervención en el acto inaugural la representante de consistorio matritense, la coordinadora del Área de Cultura María José Barrero; un acto en el que, por cierto, este articulista echó en falta una representación institucional oficial conquense que de haber estado hubiera podido disfrutar –cual este articulista o la representación del Espacio Torner– de las repetidas citaciones a nuestra ciudad llevadas a cabo en su intervención por Sagastibelza, especialmente al recordar la decisiva contribución de Torner para conseguir que Fernando Zóbel instalara en las Casas Colgadas de Cuenca su colección de arte creando así en 1966 ese Museo de Arte Abstracto Español, primera ventana histórica a la modernidad plástica de nuestro país mucho antes de la apertura del Reina Sofía y caso único de museo privado creado, pensando, dirigido y mantenido exclusivamente por artistas; una intervención en la que también subrayó la amplitud del abanico creativo de Torner, del diseño  textil o de mobiliario o la fotografía a la escenografía y el figurinismo teatrales o la ordenación de espacios tanto comerciales como museísticos, incluido el del mismísimo Prado, sin olvidar su participación en la apuesta estética de las vidrieras de nuestra catedral o, por supuesto, la museografía del antes mencionado Espacio de San Pablo.